Trump es claro; cada uno con su responsabilidad. El presidente estadounidense ha insistido en la necesidad de que Europa tome cartas en el asunto -en referencia a la guerra en Ucrania- y empiece a movilizar efectivos para la defensa de nuestros vecinos eslavos. El republicano descarta a su vez mandar sus propias tropas. «Podemos brindar apoyo, incluso aéreo, pero ni un solo soldado americano pisará suelo ucraniano».
Trump se postula más explícitamente en un momento clave: Washington y Bruselas definen ya un marco de seguridad para Kiev tras un eventual acuerdo con Rusia, que va tomando forma poco a poco.
Por ahora, el plan de garantías de seguridad contempla que Europa lidere un despliegue militar de entre 6,000 y 10,000 efectivos, una cifra muy por debajo de los 30,000 inicialmente barajados. Francia, Reino Unido y Estonia han mostrado disposición para contribuir con tropas, mientras que Alemania, Italia, Polonia, Hungría y Eslovaquia expresan reservas o rechazo frontal a la iniciativa. La falta de consenso será una lacra; promete ralentizar la conformación de cualquier fuerza combinada.
Por su parte, Trump insiste en que Europa debe cargar con la mayor parte del esfuerzo, mientras Estados Unidos aporta capacidades de vigilancia, radares y sistemas de defensa aérea. La presión del presidente estadounidense pone nuestras debilidades de manifiesto; ¿hasta qué punto la Unión Europea está dispuesta a comprometerse con la seguridad ucraniana? El suministro de armas y ayuda financiera son cómodos, la significación militar, menos.
