Las declaraciones de Santiago Abascal calificando al Open Arms de «barco de negreros» y llamando a «confiscar e hundir el barco» han generado un amplio debate sobre el carácter humanitario de las actividades de salvamento del barco capitaneado por Óscar Camps o, por el contrario, su papel de «colaborador de la inmigración ilegal» y de las mafias del tráfico de personas.
No tengo ni idea de las fuentes de financiación del Open Arms más allá del dinero público que recibe. Lo que si sé es que las muertes en el mar tienen un primer culpable: los gobiernos de los países emisores, cuya corrupción y mal gobierno empuje a miles de sus ciudadanos a jugarse la vida en condiciones infrahumanas. El segundo culpable son las mafias que se lucran con el tráfico de personas, muchas veces emparentadas con los gobiernos de turno de sus países. El tercer culpable es el gobierno español al no desincentivar las oleadas de pateras, mediante control de las costas y expulsando a los que llegan a tierra. En otras palabras el Gobierno fomenta el «efecto llamada». Y es aquí dónde aparece Open Arms. Su función, objetivamente, al margen de la voluntad de su propietario, es la de fomentar el efecto llamada al dar mayor seguridad al incierto viaje de los migrantes. El Open Arms se ha convertido de facto en un medio de transporte para los inmigrantes, gratis y seguro. Es loable salvar la vida de personas, al margen de lo que se piense sobre la inmigración ilegal, pero a la larga es fuente de más muertes, pues fomenta que más personas se lancen a una aventura desesperada, pero a las que el Open Arms, entre otros, hace aumentar las esperanzas de conseguir su objetivo: llegar a Europa. Mejor sería convencerles que busquen otras opciones con menos riesgo. Y a estas personas nadie les ofrece 5000 dólares y un año de comida. Al contrario, han de pagar por abandonar su patria y jugarse la vida. Si se quieren evitar muertes en el mar lo que hay que hacer es evitar que las pateras salgan de los puertos de origen. y para ello deben combinarse medidas diversas: ayudas gobiernos de origen, regular contratación en origen con más facilidad y agilidad, y evitar el efecto llamada, protegiendo las fronteras y devolviendo a sus países a los que entren ilegalmente.
La «Flotilla»
La primera pregunta que me hago es saber porqué los organizadores –muy poco previsores por cierto-, han elegido Barcelona, un puerto muy alejado de Gaza, en lugar de uno más cercano, lo que les hubiera ahorrado tiempo de navegación y, consecuentemente, gastar menos y disminuir riesgos. Tres razones parecen las más lógicas: la connivencia de nuestras autoridades con Hamás – al parecer promotores en la sombra-, la utilización en clave de política interna de la agitación anti israelí, y el haber soltado pasta pública para hacer posible la «performance». La opacidad del Alcalde en esta cuestión hace aumentar las sospechas que esta suposición sea correcta.
Lo único seguro, además del patetismo de su incompetencia, es que los efectos prácticos de la marcha marítima sobre Gaza se limitarán a que Ada Colau y Greta Thunberg aparezcan unos días en las teles españolas, siendo totalmente nula su incidencia sobre el conflicto. Lo que si deseo es que travesía sea tranquila y que no tengan que ser asistidos por el Open Arms. Y les recomiendo que no provoquen más de lo necesario al ejército israelí, que no se anda con remilgos.