Avería en alta mar. El Familia -o Family Boat, rebautizado así al inglés para darle un aire más internacional-, una de las naves principales de la flotilla, ha sufrido un fallo irreparable en el motor cuando navegaba en alta mar y se ha visto obligado a abandonar la misión.
Entre otros 20 tripulantes menos importantes, localizábamos en esta embarcación a Ada Colau, que ha sido rápidamente reubicada en otro barco. Según el comunicado oficial, todos los pasajeros han encontrado asiento en barcos “grandes y pequeños” de la flotilla, que sigue adelante con su misión mediática.
La organización viste el episodio como una demostración de resiliencia, una manera elegante de decir que, pese a la avería, el show continúa.
La expedición no está exenta de riesgos. En los últimos días, varias embarcaciones han denunciado ataques con drones de «procedencia israelí«, lo que ha llevado al Gobierno español -aquí nadie se va a quedar sin chupar cámara- a movilizar el buque de la Armada ‘Furor’, con 60 tripulantes, para dar cobertura y apoyo a la flotilla.
En total, la misión arrancó con unos 20 barcos y más de 300 participantes, entre activistas, políticos, periodistas y simpatizantes de la causa palestina. Se presenta como un gesto humanitario para desestabililizar el bloqueo israelí. Causa que, sin que se la neguemos, no parece entrar en conflicto con un fuerte componente de espectáculo mediático. Ayudamos, sí, pero si encima le sacamos rédito político, estupendo.
La flotilla insiste en que el centro de operaciones sigue intacto y que sus miembros “permanecen unidos en el compromiso con el pueblo palestino”. La misión, pues, continúa, con una nave menos y un recordatorio; la performance también necesita mecánicos competentes.