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El déficit comercial se dispara en España

El déficit comercial se dispara. De acuerdo con los datos publicados este martes por el Ministerio de Economía, Comercio y Empresas, el indicador ha subido más de un 50% hasta julio de 2025. No se trata de un fenómeno aislado ni coyuntural; es el reflejo de una tensión estructural entre el modelo productivo del país y su inserción en el comercio internacional. Para entender esta dinámica, debemos entrar a analizar cómo la composición del PIB condiciona la capacidad exportadora, la dependencia de importaciones y, en última instancia, el saldo comercial.

La economía española está sumamente terciarizada. El sector servicios representa cerca del 70% del PIB, con especial protagonismo del turismo, el comercio, la hostelería y los servicios públicos. Aunque algunos servicios -como el turismo o los servicios financieros- generan quantiosos ingresos por cuenta corriente, la mayoría son de consumo interno y no contribuyen directamente al comercio exterior de bienes, dejando en mal estado la balanza comercial.

Por su parte -y en claro contraste-, el sector industrial, que sí nutre las exportaciones, apenas alcanza el 16% del PIB. Esta baja densidad en la producción manufacturera limita la capacidad de España para producir bienes de alto valor añadido -dificulta la generación de economías de escala- que puedan competir en los mercados internacionales. Sectores como la automoción, la maquinaria avanzada, la electrónica o la farmacéutica tienen una presencia mucho menor que en economías más orientadas a la producción.

La agricultura y la construcción, aunque relevantes en términos sociales y de empleo, tienen también un impacto marginal en el comercio exterior. La primera aporta productos exportables, ya que no somos consumidores de nuestro producto agrícola, pero con bajo valor agregado; la segunda, como reuslta obvio, está orientada casi exclusivamente al mercado interno.

La estructura del PIB condiciona el comportamiento comercial de la economía de forma directa de las siguientes maneras:

  • Baja capacidad exportadora de bienes: Al tener una base productiva débil -una indústria paupérrima y en manifiesto retoceso-, España exporta menos bienes tecnológicos, maquinaria o productos intermedios, que son los que dominan el comercio internacional y generan superávits sostenibles.
  • Alta dependencia de importaciones estratégicas: La industria española, al estar poco integrada verticalmente -la capacidad de producir los bienes necesarios para cada estado de la cadena de valor-, depende de insumos importados para producir. A su vez, la elevada dependencia energética obliga a importar petróleo, gas y derivados, agravando
    el déficit en contextos de precios altos, habituales en nuestro contexto de crisis.
  • Elasticidad importadora frente al crecimiento: Cuando la economía crece, el consumo interno se expande, pero al no haber una oferta nacional suficiente en bienes de consumo duradero, tecnología o energía, se recurre al exterior. Esto genera un aumento
    de las importaciones superior al de las exportaciones.

¿Q️ué implicaciones macroeconómicas pueden darse?

  • Presión sobre la balanza por cuenta corriente: Un déficit comercial persistente tensiona la balanza de pagos y puede derivar en necesidades de financiación externa, aumentando la exposición a los mercados financieros internacionales y disparando la necesidad por el endeudamiento.
  • Riesgo de deterioro de la posición inversora neta: Si el déficit se financia con deuda externa, se incrementa la vulnerabilidad frente a cambios en los tipos de interés, en la prima de riesgo o en la confianza de los inversores. El actual contexto económico mundial penaliza sobre manera este tipo de financiación.
  • Limitación del crecimiento sostenible: Una economía que crece sobre la base del consumo interno y la importación de bienes no genera un crecimiento sólido ni resiliente. La falta de una base exportadora fuerte limita la capacidad de generar empleo de
    calidad y de sostener el crecimiento a largo plazo.

Así podemos llegar a la conclusión que el déficit comercial español es, en última instancia, una manifestación de las debilidades estructurales del modelo económico. La excesiva dependencia del sector servicios, la baja densidad industrial, la escasa sofisticación tecnológica y la vulnerabilidad energética configuran un escenario en el que el crecimiento económico se traduce en desequilibrios externos.

Para revertir esta tendencia, España necesita una estrategia de reindustrialización inteligente, basada en la innovación, la digitalización, la transición energética y la diversificación de mercados. Solo así podrá construir una base productiva capaz de generar exportaciones competitivas, reducir la dependencia de insumos externos y avanzar hacia un modelo de crecimiento más equilibrado, sostenible y resiliente.

Guillem Espaulella
Guillem Espaulella
Politòleg per la Universitat Pompeu Fabra.

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