La izquierda ha cortocircuitado. La posibilidad de que Trump esté a las puertas de anotarse un tanto diplomático con el fin del conflicto en Gaza -las últimas informaciones indican que Hamás se inclina a aceptar el trato propuesto por Washington, ya refrendado por Netanyahu- ha provocado una crisis narrativa sin precedentes dentro del izquierdismo patrio. Medios y dirigentes progresistas se niegan a reconocer los avances del republicano para poner fin a la guerra, categorizando el acuerdo de «trampa» y pretendiendo advertir, ojo, no a la Autoridad Palestina, sino directamente al grupo terrorista Hamás.
El País es más hamasista que Hamás. Y, sí, se exige al grupo terrorista que libere a los civiles que secuestró. Vaya encerrona. pic.twitter.com/0uY5N1zC9Y
— Alejo Schapire⚡️ (@aschapire) September 30, 2025
El País se ha llevado la palma con su titular al respecto: “El plan de Trump y Netanyahu para Gaza: una encerrona para Hamás sin plazos ni garantías”. El enunciado parece casi advertir a la milicia de que aceptar la iniciativa equivaldría a rendirse sin contrapartidas. Un gran aporte en un momento de máxima delicadeza y tensión. Sumar se postula inequívocamente en contra de lo que considera una «imposición», rechazando frontalmente el tutelaje americano durante el proceso de paz y reconstrucción. Podemos, en su afán por marcar pefil propio, va más allá, con un discurso más emotivo y visceral.
Trump propuso crear un resort de lujo en la Franja de Gaza y es tan responsable como Netanyahu del genocidio. ¿Cómo va a ser una buena idea su plan? Vergüenza para quien le apoye. pic.twitter.com/qU7YwH7coW
— Ione Belarra (@ionebelarra) September 30, 2025
¿El plan presenta carencias? Por supuesto. También incluye un alto el fuego, el fin de las hostilidades destructivas, la entrada masiva de ayuda humanitaria, la liberación de rehenes y la reconstrucción de la franja. Un paso de gigante que pone a la progresía delante del espejo; mientras en su liderazgo las proclamas vacías y sin avance real han tomado un rol protagónico, su rival político construye una solución.
El resultado es un discurso que se centra en deslegitimar la iniciativa en vez de celebrar el fin de las hostilidades, enfrentando a la izquierda contra su más grande contradicción: reclamar con insistencia un alto el fuego, pero rechazarlo si el protagonista es un adversario ideológico.