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Del mito de la destrucción creativa a la sabiduría de la mejora continua

El modelo de la destrucción creativa, premiado con el Nobel de Economía, ha sido el dogma referente de la innovación durante décadas. Pero su visión del progreso, basada en el reemplazo y el descarte, resulta a veces contraproducente. Necesitamos una economía que evolucione sin destruir, que aprenda, integre y mejore de forma continua

Ilustración de los tres premios Nobel de Economía de 2025.
Ilustración de los tres premios Nobel de Economía de 2025.

Los profesores Philippe Aghion y Peter Howitt, teóricos de la “destrucción creativa”, acaban de recibir el Premio Nobel de Economía. La Real Academia Sueca de Ciencias se lo concede “por explicar y cuantificar mejor” este concepto introducido por Joseph Schumpeter. Es una noción que presenta el progreso como una sucesión de innovaciones que reemplazan lo viejo por lo nuevo. Recuerda el choque entre la tesis y la antítesis de la dialéctica hegeliana, adoptada por Marx. En esa visión, el crecimiento surge del conflicto: para que algo nazca, algo debe morir. Es un concepto impactante, visual y de gran fuerza comunicativa. Una potente metáfora construida con dos términos antagónicos: crear y destruir. Pero, como toda construcción humana, tiene límites. Ha sido malinterpretado y ha causado daños colaterales. Incorpora una carga implícita de violencia, algo poco deseable. Esa lectura parcial ha reforzado una narrativa de competencia extrema y de exclusión.

Frente a esa visión rupturista, conviene recordar una verdad sencilla: innovar no es destruir, sino mejorar. El verdadero progreso no surge del derribo, sino de la renovación, la evolución y la mejora constantes. Las economías avanzan cuando aprenden, se adaptan y optimizan su funcionamiento sin detenerse ni desperdiciar recursos ni talento, buscando mayor eficiencia y creación de valor. El progreso se construye mediante un círculo virtuoso de mejora continua, donde cada paso se apoya en el anterior para avanzar.

Este enfoque lo desarrollé en el libro Analizar, Actuar, Avanzar:

Analizar, para identificar qué funciona, qué debe cambiar y cómo; 

Actuar, aplicando mejoras concretas y medibles;

Avanzar, consolidando el aprendizaje y prosperando. 

ElCírculo de Shewhart-Deming (PDCA: Plan–Do–Check–Act) es otro claro ejemplo de un círculo virtuoso. Cada ciclo permite planificar, ejecutar, verificar y actuar sobre los resultados, alimentando una espiral ascendente de crecimiento y aprendizaje. En esta dinámica, lo nuevo no elimina lo anterior: lo integra, lo refina y lo eleva; es el escalón desde el que apoyarse para dar el siguiente paso hacia arriba y asumir el siguiente reto. La industria del software lo ha aplicado siempre, lanzando regularmente nuevas versiones que, a la vez, mantienen la compatibilidad con las anteriores.

La interpretación simplista y negativa del lema “destrucción creativa” ha tenido indeseables consecuencias. Bajo su influencia, muchas organizaciones han asumido que innovar requiere descartar lo existente. Esta mentalidad ha llevado a apartar o prejubilar a profesionales sénior altamente cualificados, como si la experiencia fuera un obstáculo en lugar de una riqueza, renunciando a una fuente de estabilidad y conocimiento práctico. Se olvida de que el principal talento no es el técnico, sino la capacidad de liderazgo, de buen gobierno y de promover las actitudes adecuadas. Desperdiciar el talento acumulado rompe la cadena de transmisión del conocimiento que sustenta la verdadera innovación. Equivale a una pérdida del testigo en una carrera de relevos debido a la falta de sincronización entre los corredores.

En la teoría de la “destrucción creativa”, las quiebras no solo se consideran inevitables, sino que constituyen una parte esencial del proceso. En mi visión, una organización puede escapar del destino fatalista implícito en la “destrucción creativa mediante la inteligencia estratégica. Una empresa no tiene por qué “morir” si es capaz de aprender, anticiparse y reconfigurarse.  Un departamento de estrategia que trabaje en lo importante y no urgente —como diría Stephen Covey— puede cumplir una función “servosistémica”: detectar desvíos, corregir el rumbo y mantener la coherencia con el entorno cambiante. Implica un bucle de retroalimentación continua (feedback): observar, analizar, actuar y volver a evaluar. Así, la creatividad no tiene por qué ser destructiva, sinoevolutiva: la empresa se transforma sin desaparecer, aplicando la innovación generada en su interior antes de que el entorno la obligue.

En esa misma lógica imperfecta tropieza el concepto de ‘desaprender’, tan repetido en entornos de cambio. Si bien puede entenderse como la disposición a revisar viejos hábitos o vicios, con frecuencia se convierte en una invitación al olvido, a borrar lo aprendido para aceptar lo nuevo de manera acrítica y sin análisis. Pero el progreso no surge del olvido, sino del aprendizaje y del espíritu crítico: conservar lo valioso, depurar lo obsoleto y transformar la experiencia en sabiduría práctica. “Desaprender” sin discernimiento es tan dañino como resistirse al cambio o negarlo.

En este contexto cobra especial sentido aquella oración atribuida a San Agustín: “Señor, dame serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, valor para cambiar las cosas que puedo cambiar y sabiduría para distinguir las unas de las otras.”

Esa triple actitud —energía, paciencia y sabiduría— resume el espíritu de la mejora constante: analizar con sabiduría, actuar con decisión y avanzar con equilibrio, consolidando el aprendizaje y comenzando de inmediato el siguiente ciclo.

Frente al paradigma de la “destrucción creativa”, propongo una economía de la mejora continua, que valora la experiencia como base del progreso y la juventud como energía renovadora. Una economía en la que la innovación no destruye, sino que aprende, integra y perfecciona.

El progreso, así entendido, no es una secuencia de rupturas, olvidos y descartes, sino una espiral virtuosa de aprendizaje, eficiencia y respeto por el conocimiento acumulado. Estamos donde estamos por una razón; no por casualidad. Precisamos una economía que no destruya para crear ni desaprenda para avanzar, sino que analice, actúe y avance, construyendo el futuro sobre la sabiduría y el esfuerzo del pasado. Una visión más armoniosa, optimista y humanista de la innovación reduciría los daños colaterales. 

Agustin Argelich Casals
Agustin Argelich Casals
Agustin Argelich Casals, es ingeniero de telecomunicaciones, consultor independiente en tecnologias digitales, experto en innovación y liderazgo. Miembro del think tank Intelligent Community Forum. Autor de Analizar Actuar Avanzar

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