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Sauna y contraste térmico: qué dice la ciencia nórdica

La tradición finlandesa inspira un hábito con evidencias sobre salud cardiovascular y bienestar; el contraste frío-calor suma en recuperación, pero su efecto en longevidad no está confirmado.

Sauna y contraste térmico: qué dice la ciencia nórdica
Sauna y contraste térmico: qué dice la ciencia nórdica

Aprender de los nórdicos implica mirar a Finlandia, donde la sauna es patrimonio cultural inmaterial desde 2020 y hay unas 3,3 millones para 5,5 millones de habitantes. En este contexto cultural, varios estudios observacionales han asociado el uso frecuente de sauna con menor mortalidad cardiovascular y por todas las causas, así como con menor riesgo de ictus e hipertensión. La relación es consistente, aunque no prueba causalidad.

En la cohorte finlandesa KIHD (2.315 hombres, 42–60 años, seguimiento prolongado), quienes acudían a la sauna 4–7 veces/semana mostraron menores riesgos de muerte súbita cardiaca, enfermedad coronaria, enfermedad cardiovascular y mortalidad total que los usuarios ocasionales. Resultados posteriores ampliaron la asociación a mujeres y hombres para mortalidad cardiovascular.

Más allá del corazón, un estudio poblacional en Suecia (MONICA 2022) halló que los usuarios de sauna reportan mejor sueño, menos dolor y mejor salud mental percibida, aunque se trata de autoinformes y el diseño no permite inferir causalidad.

El contraste térmico (calor de sauna seguido de enfriamiento) se usa en el deporte para aliviar el dolor muscular tardío. Las revisiones sistemáticas indican un posible beneficio en la percepción de dolor y fatiga, pero con calidad metodológica limitada; su impacto en rendimiento o longevidad es no confirmado.

Sobre la exposición al frío y la popularidad del “método Wim Hof”, un experimento controlado mostró que el entrenamiento específico permitió modular respuestas del sistema nervioso simpático e inmune ante endotoxina en voluntarios sanos; se trata de una muestra pequeña y no establece beneficios de longevidad.

La evidencia sugiere que sesiones regulares (por ejemplo, 2–4 por semana) pueden acompañarse de mejor perfil de presión arterial y bienestar; conviene hidratarse, evitar alcohol y consultar con profesionales si hay cardiopatía sintomática o hipotensión. Las revisiones insisten en precisar dosis óptimas y efectos adversos.

En suma, el “hábito nórdico” de sauna se asocia a mejor salud cardiovascular y bienestar, con señales prometedoras pero todavía observacionales. El contraste frío-calor puede ayudar a la recuperación, sin pruebas de efecto en longevidad. Faltan ensayos robustos que definan dosis, poblaciones y seguridad a largo plazo.

María Riera
María Riera
Licenciada en Ciencias de la Información por la UCM.

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