Giro inesperado en el hábitat político español. El unionismo castellano de corte más castizo ha encontrado estos días en Sílvia Orriols, incorregible líder de la derecha independentista catalana, un ánomalo aliado. Orriols, de corte inequívoca y radicalmente independentista, ha embaucado con sus postulados a los votantes frustrados con el sistema económico, la gestión de la inmigración y la «percepción» de un estado fallido. Su discurso, que señala al sistema de pensiones como una «estafa piramidal», critica la inmigración masiva como fuente de inseguridad, crecimiento insostenible y promotor de la pobreza, resuena con fuerza con las preocupaciones compartidas por el orden patrio, a pesar de sus diferencias ideológicas fundamentales.
Ya puede VOX espabilar, porque como esta gente se plantee por un momento saltar a la escena nacional (cosa que parece improbable, pero quién sabe) se van a llevar un buen susto. Van con todo y se la pela. Bien, muy bien así. https://t.co/8zDkxcdlKo
— 𝑽𝒐𝒍𝒂𝒕𝒊𝒍𝒊𝒕𝒚'𝒔 𝒇𝒓𝒂𝒚 (@volatilitysfray) November 13, 2025
Al margen del separatismo, Orriols es de los pocos políticos en activo que dicen verdades como puños en pensiones, paguitas o inmigración
— manuel llamas (@manuel_llamas) November 13, 2025
Y por eso no para de subir en las encuestas…
'Puedes mentir todo el tiempo, pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo' https://t.co/I6thYLvcFX
Esta convergencia, a priori inversemblante, se explica por la fatiga generalizada con partidos institucionales. Orriols ofrece discursos claros a problemas que el gobierno no ha sabido resolver -o siquiera detectar- a satisfacción de muchos. Aunque su independentismo sigue siendo un punto de fricción, la crítica al status quo, el carisma y la normalidad a la hora de encarar tabús generan un apoyo tácito también entre los unionistas, que ven en ella una voz de mando y desafiante.
Esta alianza de conveniencia, sin embargo, no elimina las profundas divisiones entre independentistas y castellanos. Orriols continúa siendo una figura polarizante, y su ascenso refleja un síntoma de la crisis política actual, que podría bien -no nos engañemos- empezar a traducirse cambios estructurales. Mientras tanto, Vox se ve amenazado en Catalunya. En un clima de desencanto absoluto, los temas transversales están ganando terreno sobre las cuestiones identitarias tradicionales.





