Tensión absoluta en el la capital. El Gobierno ha instalado una polémica lona en Gran Vía. El texto «Poder posar un anunci en català enmig de la Gran Vía», ha provocado un impacto político esperable en el actual clima. El Ejecutivo lo ha presentado como un gesto simbólico para celebrar la diversidad lingüística y los 50 años de democracia, pero se ha convertido en un nuevo foco de fricción entre Moncloa, oposición y ciudadanía.
El Gobierno de España puede colgar una lona gigante en catalán en plena Gran Vía de Madrid (pagada con nuestros impuestos), pero Loli no puede rotular solo en castellano su mercería en la Diagonal de Barcelona: la obligan a usar catalán. Libertad, pero para lo que interesa. pic.twitter.com/N6Qy2aUA4o
— Ángel Escolano Rubio (@rubio_escolano) November 18, 2025
La campaña forma parte del marco institucional de “España, 50 años en libertad”, lanzada con motivo del aniversario de la muerte de Franco. El Gobierno pretende así destacar la pluralidad cultural y lingüística del país como una “fortaleza democrática”. Su colocación en un lugar tan visible y emblemático de Madrid, sin embargo, ha generado fricciones en un ambiente de crispación lingüística en Catalunya.
La crítica más recurrente desde los sectores detractores gira en torno a la acusación de hipocresía. La lona en catalán instalada en plena Gran Vía pretende transmitir un mensaje de libertad lingüística y convivencia, mientras esa misma libertad, señalan los críticos, no está plenamente garantizada en Cataluña para los castellanohablantes. Resulta contradictorio reivindicar en Madrid el derecho a expresarse “en la lengua materna” cuando, en Cataluña, comerciantes y particulares se enfrentan a sanciones o presiones administrativas relacionadas con el uso prioritario del catalán en rótulos y comunicaciones, según la normativa autonómica.
Los críticos sostienen que el Ejecutivo evita entrar en el debate de fondo: la asimetría que existe entre lo que se exige a unos y lo que se celebra en otros lugares. Denuncian que la lona proyecta una imagen de armonía lingüística que no se corresponde con la realidad cotidiana de parte de los castellanohablantes en Cataluña, quienes aseguran que deben ajustarse a normativas estrictas mientras el Gobierno exhibe la diversidad lingüística como una bandera simbólica en Madrid. El contraste entre el mensaje oficial y las situaciones conflictivas sobre el terreno alimenta la sensación de doble rasero y convierte la campaña en un gesto que reabre las tensiones.





