La adopción acelerada de la IA generativa ya no es un futurible, sino un ajuste silencioso en las oficinas. Un reportaje sobre empresas industrials catalanas muestra cómo las jubilaciones administrativas se cubren cada vez más sin nuevos contratos: se redistribuyen tareas gracias a sistemas que leen documentos, redactan correos y preparan informes. Una sola persona puede asumir lo que antes hacían dos, y eso significa que las plazas junior de oficina desaparecen antes incluso de salir al mercado.
@OITnoticias, cuenta oficial de la Organización Internacional del Trabajo, recuerda que la IA generativa como ChatGPT tiene más probabilidades de transformar y aumentar el empleo que de destruirlo si se acompaña de buenas políticas.
Los grandes análisis sobre el futuro del empleo coinciden en que las ocupaciones rutinarias de oficina —tareas clericales, atención de primera línea, soporte administrativo— son de las más expuestas a la automatización, mientras que muchos oficios físicos resisten mejor, al menos por ahora. La propia OIT advierte de que una parte importante de estos puestos son trabajos clericales feminizados, lo que añade un componente de desigualdad a la ecuación.
El golpe generacional empieza a medirse con datos. Un estudio reciente del Laboratorio de Economía Digital de Stanford concluye que, desde la expansión de la IA generativa, los trabajadores de 22 a 25 años en las ocupaciones más expuestas han sufrido una caída de empleo de alrededor del 13 %, mientras que los mayores en esos mismos puestos se mantienen o incluso mejoran. Para quienes aspiran a ser desarrolladores, asistentes administrativos o personal de soporte, el “primer peldaño” se estrecha justo cuando más jóvenes intentan entrar.
En España, el X Informe Young Business Talents revela que en torno al 44 % de los jóvenes preuniversitarios cree que el empleo empeorará en los próximos cinco años. Al mismo tiempo, la tasa de paro juvenil ronda el 25 % según los últimos datos de 2025, unos 10 puntos por encima de la media de la UE. En este contexto, cada puesto de oficina que se “ahorra” con IA no es una anécdota tecnológica: es un contrato menos para una generación que ya partía en desventaja.
Las redes han reaccionado con visiones muy distintas sobre el papel de la IA en el empleo joven:
@elEconomistaes, cuenta especializada en información económica, subraya que en torno a un 60 % de la Generación Z ya usa la IA en el trabajo y presenta esa adopción como una oportunidad para mejorar productividad y opciones de carrera.
En sentido contrario, @patowc, usuario muy activo en debates sobre juventud y salud mental, insiste en que la IA va a golpear sobre todo a los puestos junior y denuncia la acumulación de factores de estrés y precariedad sobre los jóvenes.
El gran riesgo no es la IA en sí, sino el cóctel de tecnología rápida con políticas lentas. La automatización elimina funciones rutinarias de oficina, pero son los impuestos al trabajo, la rigidez contractual y la protección del insider los que deciden quién paga la factura. Hoy la pagan los jóvenes: menos plazas junior, más rotación precaria y más tiempo atrapados entre becas y másteres para un puesto que quizá ya no existe.
La alternativa pasa por reducir el coste de contratar primer empleo, facilitar la movilidad entre sectores, abrir la competencia en formación en IA (FP dual, bootcamps, certificaciones privadas) y premiar a las empresas que usan la tecnología para elevar la productividad de los jóvenes, no para expulsarlos del juego. Menos intervencionismo y más confianza en el talento y en el ahorro que financia nueva empresa. Si la tecnología está rompiendo el viejo ascensor social, la respuesta sensata no es frenar la IA, sino construir una escalera nueva de oportunidades reales.





