Los datos COFOG del IGAE dibujan un Estado que prioriza transferencias sobre inversión. En 2024, el gasto total superó los 725.000 millones y la protección social volvió a ser la partida dominante, con más del 40% del total; dentro de ella, las subfunciones de pensiones e incapacidad concentran en torno a un tercio del gasto. En el extremo opuesto, vivienda y servicios comunitarios se mantiene en torno al 1% del presupuesto. Esta foto explica por qué el gráfico de reparto ha explotado en X: expresa la percepción de que el presente se financia a costa del futuro de los jóvenes.

El FMI pide “gastar mejor”: consolidar las finanzas sin asfixiar el crecimiento y priorizar inversión pública de calidad que arrastre productividad. La OCDE y Eurostat añaden dos señales: España destina a I+D 1,49% del PIB (2023, dato definitivo del INE) frente al 2,26% de la UE; y el gasto en vivienda apenas representa en torno al 1% del total, muy por debajo de los estándares europeos. Con esta mezcla, el potencial de crecimiento se resiente y la entrada a la propiedad se complica para millennials y centennials.
La demografía no ayuda.
El Banco de España advierte en su Informe Anual 2024 del impacto del envejecimiento sobre pensiones y cotizaciones si no se reforma el sistema. A la vez, el marco actual —indexación por IPC, bases máximas al alza— empuja el gasto estructural. Si el esfuerzo se concentra en gasto corriente y no en capital humano, I+D e infraestructuras, la economía queda atrapada en salarios planos y baja productividad.
Para los jóvenes, la combinación es letal.
Más cotizaciones efectivas, menos ahorro y barreras para formar familia. Con vivienda relegada, la oferta no despega y los precios resisten. La clase media paga el grueso de un modelo que promete derechos hoy y difiere la factura a mañana. España no gasta poco; gasta mal. Toca reordenar: poda del gasto corriente, bajada de impuestos al trabajo y la empresa, seguridad jurídica y oferta en vivienda (suelo, licencias ágiles), y foco en inversión productiva.
En X, voces de todo el espectro han cargado contra la mezcla de gasto:
@Jongonzlz, divulgador económico, subraya que pensiones e IT absorben “más de un tercio” y que vivienda se queda en el 1%.
En su reacción, @juanrallo, economista liberal, denuncia que se sacrifique inversión y vivienda para engordar pensiones, un reparto que frena el crecimiento.
El problema no es el tamaño del Estado, sino su ineficiencia.
Más Estado en gasto corriente y menos mercado en vivienda, con poca inversión, es la receta perfecta para estancar salarios y agrandar la brecha generacional. No es sostenible pedir a los jóvenes que sostengan un modelo que no devuelve oportunidades. El problema no es el tamaño del Estado, sino su ineficiencia: mientras se premia el consumo político del gasto, se castiga la inversión que eleva el bienestar real. Solo una reforma fiscal y presupuestaria que libere recursos hacia la productividad, el empleo y la vivienda accesible puede revertir el declive. Seguir engordando pensiones y olvidando a los jóvenes es la forma más cara de empobrecer el país.




