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El día de la maltratada Constitución

A Silvestre Sánchez Sierra, hombre bueno y buen ciudadano.

El día de la maltratada Constitución
El día de la maltratada Constitución

Del Día del Padre siempre se ha dicho que fue un invento comercial para que la gente se gastara dinero con motivo de la celebración de San José. Del día de la Constitución, en cambio, se reconoce que su origen es mucho más noble: conmemorar la fecha en la que la llamada Carta Magna fue aprobada. 

   Han pasado 47 años, y realmente fue una fecha notable para la historia de España, pues marcaba el final jurídico y político de la Dictadura. Otra cosa es que el paquete de los que la rechazan, desprecia o, simplemente, no la reconocen, es grande desde el primer momento en 1978, y ha crecido en los últimos tiempos, pues se han alineado en contra de ella, además de los independentistas, la izquierda frustrada, en parte situada al lado del PSOE y, por supuesto, en importante medida, el propio Gobierno, que, cuando menos, se comporta como si no existiera, y algunos de sus miembros se pronuncian abiertamente en contra de ella.

  Sobre la conveniencia de que se trate de una conmemoración nacional obligadamente festiva cada cual puede opinar lo que mejor le parezca. España ha conocido muchos cambios en materia de fiesta nacional, y hemos conocido el 2 de mayo, el 18 de julio, ahora el 12 de octubre, que además es día de la Hispanidad. Tanto baile de fechas ha dado lugar a la triste consecuencia de que se trate de un día devaluado, a lo que han colaborado poderosamente los sectores políticos que, como signo de identidad, han colocado la negación de la existencia misma de España como Estado en el centro de su credo y de su programa.

  Andando el tiempo, el significado de esa fecha se ha ido diluyendo o frivolizando, y se ha reducido, en el sentir general, a un motivo para disfrutar de un largo puente vacacional, enlazando con la festividad religiosa nacional de la Inmaculada Concepción, que celebran las Conchas y Conchitas, y que, además, es Patrona de España y de la Infantería española. 

  El desprecio a la Constitución por parte de algunos va acompañado de sandeces importantes, como es decir que fue obra de herederos del franquismo, condición que también se la atribuyen a la propia Monarquía. No vale la pena hablar del desconocimiento tanto de la historia como de la teoría del Estado que exhiben muchos de sus ignaros críticos, por no mencionar las sandias reflexiones de los independentistas que afirman, sin reparar en la necedad que entraña, que no pueden admitir una Constitución que no reconoce el derecho a la independencia de Cataluña, como si eso hubiera sido concebible. 

     Es motivo de reflexión que la celebración de la Constitución sirva para que líderes autonómicos escenifiquen su ausencia, al igual que bastantes de los socios que sostienen al Gobierno, y también parte de la oposición, como el caso de Vox. No menos deprimente es que la líder de Sumar concrete su oposición a la Constitución porque, según ella, es responsable de que no se puedan resolver problemas tan graves como el del acceso a la vivienda. Como necedad es difícilmente superable. En su propia fanática línea, Junqueras ha dicho que la Constitución ha servido como instrumento “contra las ansias de libertad de nuestro pueblo claro que solo se puede referir a la parte de los catalanes que piensen como él y su tropa, aunque los que no opinen así, en realidad, no son catalanes. De Bildu&Co no merece la pena escribir: están donde siempre han estado, aunque ahora les mime el Gobierno.

  Sería un error atribuir el desapego a la Constitución a los independentistas y a la izquierda sin incluir también a buena parte del actual PSOE, en el que, según encuestas propias y externas, más de la mitad de sus militantes o simpatizantes estiman que el texto constitucional ha caducado y que se impone una nueva Ley fundamental y otra organización del Estado. Claro está que los encuestadores no incluyen una nota imprescindible para poder valorar el resultado de su indagación prospectiva, cual es saber si esas encuestas se han hecho exclusivamente entre los que se mantiene fieles a las siglas y consideran que Sánchez es un líder providencial que cual Moisés ha de llevar a España a la tierra prometida en compañía de su troupe de separatistas y supuestos izquierdistas. 

  En el Gobierno tenemos incrustados a ministros que defienden la conveniencia de un Estado confederal, así como del derecho a decidir, la procedencia de acabar con la Monarquía parlamentaria, y, en suma (y vaya por Sumar) la imprescindible necesidad de derogar la Constitución y en su lugar colocar otra que sea sensible a todos los deseos del mejunje de Partidos de todo tamaño que componen la “mayoría de progreso”.

   Por supuesto que no tengo la menor duda acerca del indiscutible derecho a opinar así que tienen todos los españoles, incluidos los que parten de la subjetiva convicción de que no son españoles ni quieren serlo, pues para decir lo que quieran cuentan precisamente con el respaldo de esa Constitución que denuestan. 

   Para todos ellos la fiesta del 6 de diciembre es ofensiva. Por supuesto que su grado de respeto a los que no opinen como ellos es inexistente, y lo peor es que están decididos a que España no pueda desarrollar un programa de Estado que no les diferencie en todos los órdenes. Esa fue siempre su carta a los Reyes Magos, que, aun sin atender a todas sus peticiones (es sabido que a los niños se les va la mano pidiendo) de momento les trajeron el Gobierno de Sánchez.

 Hay que confiar en un futuro mejor, que no es imposible. No nos queda otra que esperar que la Constitución se respete.

Gonzalo Quintero Olivares, Catedrático de Derecho Penal y Abogado

Gonzalo Quintero
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Catedrático de Derecho Penal y Abogado

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