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Hacen falta siete diputados socialistas honrados

Una reflexión sobre la crisis institucional y el papel decisivo que podría jugar una minoría de diputados honestos.

Hacen falta siete diputados socialistas honrados
Hacen falta siete diputados socialistas honrados

El anuncio de la ruptura de Junts con el gobierno de Sánchez, personaje cínico e hipócrita, según Nogueras, la estirada portavoz del prófugo de Waterloo en el Congreso, no ha cambiado nada en el penoso devenir de esta Legislatura. Quienes se hicieron ilusiones pensando que los chicos del prófugo iban a tumbar al nutrido grupo de chulos y coristas de tercera regional que conforman su gobierno, no interpretaron bien el mensaje enviado desde Perpiñán a Sánchez. Pese a los aspavientos y amenazas de los junteros, nada ha cambiado en lo sustancial desde las elecciones de julio de 2023, más allá de que los buitres ven en un presidente, acorralado por los muchos casos de corrupción que lo cercan, la ocasión propicia para apretarle un poco más potro y obtener más privilegios y competencias. Junteros, rufianes, sabinistas rancios y etarras reconvertidos en demócratas de tres al cuarto se apresuran a presentar sus facturas antes de que la legislatura salte por los aires.

Cuanto peor pinta la situación judicial para Sánchez y su PSOE, más se puede extraer de un presidente que se agarra a la Moncloa como una garrapata a la pantorrilla del senderista, sabedor de que es su única tabla de salvación. Si dejara de ser presidente, no sólo perdería su ascendencia sobre todos quienes están en sus puestos y cobran a final de mes por la gracia de Sánchez, sobre ese rebaño de asentidores y asentidoras que jalean y ríen sus desplantes y ocurrencias en Ferraz y en la Carrera de San Jerónimo, sino que preguntados sobre la relación que mantenían con él, responderán sin pestañear: ¿yo? ¡Qué me dice! Apenas lo conocía, mi trato con él era anecdótico, su faceta personal me era completamente desconocida, y además, fíjese usted, hace ya dos o tres horas que dejó de ser secretario general y militante del partido. Hemos actuado con contundencia.

Amigable pero reveladora

Sánchez es muy consciente de que tiene el agua al cuello y de que la única posibilidad, por remota que sea, de capear los escándalos de corrupción y la acción de la justicia es seguir siendo presidente y arrastrar con él, si hace falta, al PSOE al abismo. Para salvar la cara y los pocos muebles que le quedan, el presidente aparece de vez en cuando ante una cámara amiga para tratar de apaciguar a sus avalistas y capear el temporal de la corrupción. Así ocurrió en la última entrevista concedida a Nierga, una comunicadora proveniente de la SER y contratada por RTVE en 2020, que permite entrever cómo discurre nuestro presidente y cómo podría discurrir el resto de esta aciaga y convulsa legislatura.

El presidente asumió incumplimientos y retrasos en el despliegue del acuerdo de investidura con Junts negociado por Cerdán, secretario de organización del PSOE en libertad condicional, pero sacó pecho porque ahora, dijo, “estamos en un canal de TVE donde se habla catalán”, al igual que en el Parlamento donde se ha creado una comisión de investigación sobre la Operación Cataluña y se ha avanzado en la redacción de la ley de multirreincidencia liderada por Junts. Preguntado cuándo podrá regresar el prófugo a Cataluña, el presidente respondió que “nosotros esperamos que pueda volver pronto”. En ese momento, Nierga le echó en cara que no hubiera ido a verle ya, pese a haber dicho que lo haría en numerosas ocasiones, y Sánchez le respondió que “no se había dado la oportunidad, pero evidentemente sería coherente con toda esta agenda de normalización.” Más aún, el presidente dejó la puerta abierta a que esa reunión se produzca cuando se restablezcan “esos cauces de diálogo que ahora mismo no tenemos”.

Así que ya saben, señores, el falcon y falconeti están listos para surcar los aires a Waterloo. La única dificultad para que el encuentro se produzca es que al prófugo esa foto con Sánchez podría hacerle perder todavía más votos independentistas en Cataluña de los que ya ha perdido por respaldarle. Y para dorar la píldora, el presidente mencionó la inminente aprobación de un real decreto que flexibiliza la gestión de inversiones financieramente sostenibles de las CC. LL. y Diputaciones, como en vivienda y gestión del agua, y ampliar los plazos de facturación de las empresas para cumplir sus obligaciones fiscales, dos demandas de Junts. Anunció también que para cumplir con Junts se estaba estudiando “la habilitación de ayudas a los propietarios que tengan en arrendamientos impagos por parte de jóvenes o familias vulnerables.” Y algo más en el aire quedó la publicación de las balanzas fiscales, otra reclamación ‘histórica’ de Junts, en la que Montero, dijo el presidente estaba trabajando. Peccata minuta.

De mucho mayor alcance para los españoles es el compromiso que Sánchez reconoció en la entrevista tener con ERC para “impulsar un nuevo modelo de financiación autonómica que dé más recursos a Cataluña y al conjunto de territorios del país.” Una obviedad, desde luego, porque si Cataluña recibe más recursos, el conjunto de territorios recibirá necesariamente también más. Pero hay otra obviedad que Sánchez ocultó y sobre la que la inquisitiva comunicadora no preguntó: si Cataluña recibe más recursos de los que le corresponden aplicando el criterio de población ajustada, corregido para tener en cuenta la diversidad de competencias asumidas y el esfuerzo fiscal de cada Comunidad, el resto de Comunidades recibirán menos recursos que si Cataluña recibiera exactamente los que le corresponden de acuerdo con esos indicadores objetivos.

Decir que la financiación singular a Cataluña es buena porque otorgará más recursos a todos, sólo pretende ocultar el tratamiento privilegiado que los independentistas de ERC quieren extraer a cambio de mantener su respaldo a Sánchez en el Congreso. A los avalistas de Sánchez, la corrupción en sí les trae sin cuidado, porque cuanto más se estrecha el cerco, mayor es el precio a pagar por su respaldo en el Congreso. En mi artículo “¿Quién pagará la deuda condonada?”, publicado en este diario el pasado 13 de marzo, expuse las trampas utilizadas por la vicepresidenta Montero para justificar la condonación de 17.104 millones de deuda a la Generalidad de Cataluña, una cifra injusta e injustificada, y vista la apurada situación del presidente hay que temerse lo peor si este gobierno llega a abordar la reforma del sistema de financiación autonómica.

El plan de país de Sánchez

Sánchez acusó al PP durante la entrevista de no tener un proyecto de país y fue una lástima que Nierga no le preguntará cuál era el suyo. Permítanme resumírselo telegráficamente porque es bastante simple: viajar a Waterloo para intentar congraciarse con el prófugo de la justicia que Sánchez prometió traer a España para sentarlo en el banquillo y aprobar un modelo de financiación que incluirá privilegios para los catalanes y agravará la principal causa de desigualdad presente en el modelo actual, donde el País Vasco y Navarra ya gozan de una financiación singular. Junts y ERC quizá piensen que eso les beneficia, pero al menos a corto plazo los principales beneficiados serían Orriols e Illa, no el prófugo ni Junqueras.

Sánchez se refirió también al “colapso político e intelectual de la derecha tradicional”. No cabe hacer balance de los méritos políticos e intelectuales de los partidos de derecha y la izquierda en esta columna, pero al lector interesado en valorar la gestión económica de unos gobiernos y otros durante las últimas décadas, le remito a mi reciente artículo “Éxitos y fracasos de la economía española en el tardofranquismo y la Democracia” (Expansión, 20 de noviembre de 2025). Los resultados económicos logrados durante las presidencias de Rodríguez Zapatero y Sánchez son los peores de nuestra historia democrática, peores incluso que los del presidente Rajoy, pese a tener éste que lidiar con la herencia de déficit, paro y crisis financiera legada por Rodríguez Zapatero, y están a años luz de los alcanzados por los presidentes González y Aznar.

En relación a la corrupción de sus más íntimos colaboradores desde 2014, Sánchez se limitó a despachar la entrada en prisión de Ábalos negándolo todo: “una cosa es que efectivamente tuviera una confianza política en él, que la tuve, no la niego, es evidente, y otra cosa es que desde un punto de vista personal era un gran desconocido para mí, porque conocí unas facetas de su vida personal que eran muy desconocidas para mí”. Lo más divertido fue cuando afirmó que “en cuanto ha habido un mínimo atisbo de corrupción en mi partido o en mi gobierno, como es el caso de José Luis Ábalos, he actuado con absoluta contundencia.” Otra falsedad más en su abultada cuenta: a Ábalos lo sacó del gobierno el 10 de julio de 2021, cuando pensó que su escandalosa vida podía ser un lastre para él, pero lo incluyó en las listas al Congreso en las elecciones del 23 de julio de 2023, para mantenerlo calladito con un buen sueldo.

¿No les sorprende a los ciudadanos que el yerno del propietario de una red de saunas y burdeles de los que al parecer se benefició económicamente su cónyuge, el avezado copista de tesis doctorales, el falseador de las primarias de su partido, el líder político cuyo discurso y promesas no resisten la confrontación con la hemeroteca, el jefe indiscutible de la organización criminal (Ábalos-Cerdán-Koldo) que ha degradado al PSOE con sus trapicheos y mordidas durante más de una década, el hombre en la sombra que ordenó al fiscal general hacerle llegara Presidencia información confidencial, y, en fin, el secretario general que considera normal que los gastos en su partido se abonen en metálico sin presentar factura, se pavonee de tener un de proyecto de país y se atreva a dar lecciones políticas e intelectuales a la derecha? Me temo que sólo puede hacerlo en entrevistas concedidas a comunicadoras elegidas a dedo.

¿Hasta dónde puede llegar?

Con Sánchez la corrupción intelectual, institucional, política y hasta puramente crematística ha alcanzado las cotas más elevadas desde la aprobación de la Constitución el 6 de diciembre de 1978 y promete seguir escalando cotas aún más altas mientras continúe en Moncloa. Lo he dicho muchas veces en los últimos años: desalojar a Sánchez de Moncloa no es una cuestión de izquierdas o derechas sino de pura higiene democrática, como lo era dejar atrás la dictadura en 1975. Está claro que no se puede contar con su socio de gobierno, Sumar, cuyos líderes ladran por lo bajini para no quedar en mal lugar, pero acaban tragándose los sapos de las corruptelas y acosos machistas en algún restaurante de lujo. Ni tampoco con el ramillete de líderes secesionistas catalanes, sabinistas rancios y etarras reconvertidos que lo auparon al poder el 1 de junio de 2018 y lo han sostenido con ventilación asistida en la UVI del complejo de la Moncloa para sacar tajada.

Por otra parte, los números de la oposición no suman para armar una moción de censura y hacerla, como insisten los lideres de Vox, especialistas en hacer el ridículo en el hemiciclo tras sus dos intentos esperpénticos y fallidos, sólo reforzaría la entente de Sánchez y sus avalistas. Así que los únicos que podrían hacer caer al presidente serían 7 diputados del PSOE decididos a poner fin al espectáculo bochornoso en que está sumido al Gobierno, desde luego, pero también su propio partido. Nadie sabe cuántas cosas más puede llegar a ofrecer Sánchez a sus avalistas en los próximos meses con tal de seguir contando con su respaldo y el deterioro institucional resulta ya tan grave que demanda de los líderes históricos y militantes críticos del PSOE dar un paso adelante y respaldar abiertamente a los diputados que estén dispuestos a dar también ese paso.

¡Feliz aniversario!

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