Las acciones de las personas suelen encaminarse hacia objetivos. La política, en cambio, debería situar en el centro a las personas y trabajar por su bienestar. El problema surge cuando las acciones de un político se centran en su interés personal y en el mantenimiento del poder por encima de todo. Es aquí donde encaja la frase atribuida a Maquiavelo en su obra El Príncipe: «El fin justifica los medios». Y me atrevo a afirmar que es la frase de cabecera del Gobierno de nuestro país.
Recientemente, Pedro Sánchez, en un acto de campaña electoral en Extremadura, decía: «Quiero que pierda la derecha». ¿Ese es su objetivo? ¿Es eso lo que su partido puede ofrecer? Su énfasis no está en las propuestas, sino únicamente en que pierda la derecha. Parece un discurso formulado desde el rencor y desde la lógica de los bandos, algo que este Gobierno utiliza para intentar tapar los casos de corrupción y la falta de ética de quienes compartían coche con el señor Pedro Sánchez.
El rencor no construye. Cuando esa emoción dirige las acciones de un adulto, el resultado es nefasto; imagínense si quienes actúan así se dedican a la política. Si hablamos de falta de ética, el campeón es el presidente de nuestro país. De doctora a doctor, resulta sorprendente la falta de ética en su tesis doctoral, un insulto a las personas que hemos realizado un doctorado y a quienes se dedican a la investigación.
Siguiendo con la ética, supone un menosprecio a esta disciplina el caso de su mujer, Begoña Gómez, que sin licenciatura aspirase a crear su propia cátedra. Sin olvidar a su hermano, que llegó a declarar que no sabía ni dónde estaba trabajando.
Pero el colmo de la falta de ética es el intento de manipulación en la entrevista en la que afirmó que José Luis Ábalos, para él, «era un gran desconocido». Al escuchar esa frase, una se pregunta si realmente cree que quienes lo escuchamos somos tan fáciles de manipular. Resulta poco verosímil que no supiera nada de él, y los hechos lo demuestran cuando finalmente lo apartó del Ministerio.
El presidente busca en la ignorancia la aliada perfecta para excusarse de la responsabilidad que le corresponde. Aunque, si esa ignorancia fuera cierta, aún resultaría más alarmante ver cómo alguien que no sabe lo que ocurre en su propio partido gestiona un país. Bueno, eso de gestionar… porque seguimos sin presupuestos aprobados un año más.
El fin justifica los medios. Pedro Sánchez comenzó la legislatura sin respetar a la lista más votada y se alió, con abrazos y concesiones, a todos los caprichos de independentistas y de otros aliados cercanos a ETA, incapaces de condenar con rotundidad el terrorismo.
Para Sánchez todo vale, para mantenerse en el poder, porque sin él quizá no tendría el control que necesita frente a tantos escándalos. No podemos olvidar las denuncias de compañeras socialistas ante las presuntas conductas de Paco Salazar y otros miembros del partido, que cayeron en el olvido en una formación que presume de feminista.
Resulta incomprensible el balance que ha hecho este año de su legislatura, afirmando que nuestro país está mejor que nunca. Vive en el planeta Sánchez, pero esa comparecencia es un claro ejemplo de hipocresía. En estos años, más de una vez he pensado que nuestro país estaría mucho mejor si el señor Sánchez hubiese tenido un gesto sencillo: respetar a la lista más votada.
Actualmente, el gesto que debería hacer, si realmente piensa en los españoles y valora a su partido, sería apartarse y convocar elecciones. Pero para eso hay que tener unos valores que, por desgracia, le son muy desconocidos.





