El mes de julio publiqué un artículo en este diario titulado “Todos contra el PP” en el que comentaba lo ocurrido durante la sesión matinal vivida en el Congreso el 9 de julio para abordar los casos de corrupción del gobierno y el PSOE de Sánchez. Mantenía que muy poco, por no decir nada, cabía esperar de los socios de gobierno, la coalición Sumar, y de sus principales avalistas (ERC, Junts, EH Bildu y PNV) que se limitaron marcar cierta distancia para que nadie pueda acusarles de avalar, aunque fuera indirectamente, la corrupción sanchista. El más hipócrita de todos, la portavoz del PNV, se atrevió a recordarle que “usted [Sánchez] hoy no está completamente desnudo, pero sí con una hoja de parra”. Y podría haber añadido: en fin, usted sabe lo que le toca hacer si quiere seguir disfrutando junto a su Eva desnudada del paraíso monclovita.
¿De veras viene la derecha y la ultraderecha?
Las hojas de parra que cubren las vergüenzas de Pedro y Begoña las sostiene el espantajo repetido a coro por el PSOE, Sumar y sus avalistas de que viene la derecha y la ultraderecha. Nada más falso porque como observaba en mi artículo “la intervención de Abascal estuvo centrada no tanto en atacar al N.º 1 de la trama corrupta cuanto en atacar a Feijóo, como reconocen incluso medios afines al régimen sanchista”. La música del organillo monclovita repite hasta la saciedad este mensaje para confundir a los ciudadanos cuando en realidad “Vox se ha convertido en el caballo de Troya de Sánchez y Abascal en el antagonista más feroz de Feijóo, no en su potencial aliado para desalojar a Sánchez de la Moncloa lo antes posible”.
Sánchez y Abascal representan la cara y la cruz de una actitud en política que podría denominarse guerra-civilista, una expresión que alude a la situación de polarización extrema vivida en España a partir de 1934, cuando tras la victoria de la CEDA en las urnas y el fallido levantamiento en Asturias, algunos socialistas como Araquistaín y Largo Caballero consideraron llegado el momento de romper las costuras de la II República, acabar con la alternancia política e imponer por la fuerza una dictadura socialista. En comparación con lo sucedido entonces, los derechos reconocidos en la Constitución de 1978, las instituciones y la división de poderes en ellas reconocidos resisten las presiones y los embates del gobierno de Sánchez y la contienda es de momento incruenta.
Pero lo cierto es que las dos formaciones políticas lideradas por Sánchez y Abascal buscan denodadamente estigmatizar a cualquier adversario, dividiendo a la sociedad en grupos antagónicos, ‘progresistas’ frente a la ‘derecha-y-ultraderecha’, los términos habitualmente empleados por Sánchez para resumir la situación política actual en España, o ‘traidores’ y ‘patriotas’, dos expresiones empleadas con asiduidad por Abascal. Ambos, Sánchez y Abascal, aspiran en última instancia a destruir al enemigo político para alcanzar la supremacía incontestable e imponer sus dogmáticos postulados. Y si para Sánchez derecha y ultraderecha son lo mismo, para Abascal “el PSOE y el PP son casi lo mismo”.
¿Con quién está Vox?
Si alguien desea una prueba concluyente de la actitud hipócrita, marcadamente autoritaria y meramente gesticulante de los actuales líderes de Vox frente al gobierno de Sánchez, ahí tienen la convocatoria de elecciones anticipadas en las Comunidades Autónomas de Extremadura y Aragón para convencerse. En ambas Comunidades, PP y Vox alcanzaron algunos acuerdos programáticos para poder formar gobiernos tras las elecciones autonómicas celebradas el 27 de julio de 2023. Sin embargo, Vox decidió abandonar los gobiernos autonómicos pocos meses después y ha completado la faena sumando sus votos a los del PSOE para rechazar los presupuestos autonómicos y abocar a los gobiernos en minoría del PP a llamar de nuevo a los ciudadanos a las urnas. No sabemos con quien vota en Bruselas Abascal, pero sí conocemos con quien vota en las Autonomías: el PSOE del imputado Garrido en Extremadura y el PSOE de Alegría en Aragón.
Una primera conclusión que podemos extraer estamos ante una formación política nada dispuesta a pactar con el PP, un partido con el que mantiene diferencias sustanciales tanto en cuestiones de política interior como exterior, y muy inclinada a romper esos pactos en cuanto acaricia la posibilidad de mejorar su representación en las instituciones democráticas y encuentra una excusa conveniente para hacerlo. Esta inclinación a romper la baraja por razones meramente tácticas en cuanto no logran imponer sus preferencias políticas demuestra que el principal objetivo de los líderes de Vox, pese a su retórica patriotera, no es desalojar a Sánchez de la Moncloa, sino convertirse en el principal partido de oposición y difundir un mensaje de confrontación social, complementario con el de Sánchez, que lamentablemente está calando entre jóvenes desnortados y algunos mayores que sienten añoranza del franquismo. No es de extrañar que personas como Vidal-Cuadras y Espinosa de los Monteros, posiblemente sus dos mejores líderes, abandonaran tan pronto el partido de Abascal.
La negativa de Vox a mantenerse en los gobiernos de Extremadura y Aragón permite extraer otras dos conclusiones importantes. Primera, Vox no es un partido de gobierno sino una organización muy personalista cuyos líderes se encuentran en su salsa abrazando propuestas radicales de salón. ¿Alguien les ha escuchado alguna propuesta realista sobre cómo las propuestas programáticas de Vox recogidas en su programa electoral “100 medidas para la España Viva”? No podemos hacer aquí un análisis exhaustivo, pero sí comentar al menos algunas de las cuestiones que encabezan su lista de prioridades y nos preocupan a la mayoría de ciudadanos preocupados por el futuro de España: la configuración territorial y la inmigración.
Para regenerar la nación, Abascal y los suyos proponen “suspender la autonomía catalana hasta la derrota sin paliativos del golpismo” e ilegalizar “los partidos políticos, asociaciones u ONGs que persigan la destrucción de la unidad territorial de la Nación y de su soberanía”. La primera propuesta carece de justificación en la situación política actual y la constitucionalidad de la segunda es más que dudosa. Muchos ciudadanos estaríamos de acuerdo en que el Gobierno de España protegiera sin excusas los símbolos de la Nación en todo el territorio, obligara a los representantes de todos los partidos políticos a jurar o prometer la Constitución para tomar posesión de sus cargos, promoviera la igualdad efectiva de todos los ciudadanos con independencia de la Comunidad donde residan y equiparara las retribuciones de todos los servidores públicos en todo el territorio nacional.
Y si bien muchos españoles, con especial determinación los catalanes constitucionalistas, rechazamos los indultos y la amnistía concedidos por el PSOE de Sánchez, el PSC de Illa, Sumar, Podemos y demás avalistas a golpistas confesos, como el prófugo de Waterloo, Junqueras y otros líderes secesionistas, estamos también en contra de que algunas Comunidades Autónomas exijan “el requisito del conocimiento de la lengua cooficial en el acceso a la función pública” e impidan que el español sea lengua vehicular en el sistema educativo, rechazamos rotundamente la propuesta de suspender la autonomía de Cataluña en estos momentos e ilegalizar a los partidos, asociaciones u ONGs secesionistas mientras quienes estén al frente de estas organizaciones actúen dentro de los límites del ordenamiento constitucional. Si Abascal no renuncia a estas ideas, resulta inviable formar un gobierno que propugne la concordia y reivindique el espíritu de la transición.
La inmigración es otro de los temas estrella de Vox y otro motivo de preocupación en la sociedad española. En este ámbito, la palabra mágica de los Abascalistas es ‘deportación’. Propugnan deportar tanto a “los inmigrantes ilegales a sus países de origen” como a los inmigrantes legales “que hayan reincidido en la comisión de delitos leves o hayan cometido algún delito grave”. Pretende, además, imposibilitar la legalización de cualquier inmigrante ilegal y la percepción de cualquier tipo de ayuda. Más allá del hecho indiscutible de que millones de inmigrantes forman parte de la fuerza laboral y sostienen sectores tan importantes como la agricultura, el comercio y el turismo y los servicios personales, lo que Vox debería explicarnos es cómo piensan detectar y deportar a los inmigrantes ilegales entre los cerca de 9,5 millones de habitantes no nacidos en España y cómo procederá a deportar a los inmigrantes legalizados cuando reinciden en delitos leves o cometen delitos graves. Aguardo impaciente sus respuestas.
Abascal y Sánchez se realimentan
Si Abascal proporciona a Sánchez una buena coartada para asirse al poder avivando el miedo de que viene la derecha y la ultraderecha, la corrupción sanchista y la dependencia de Sánchez de partidos republicanos y secesionistas proporciona abundante gasolina a Abascal para su propia cruzada antisistema. Si el plan maestro de Sánchez es avanzar hacia una especie de III República formada por varias naciones confederadas, como algunas voces apuntan de tanto en tanto, el plan de Abascal coincide con aquel en su deseo de acabar con el blandengue régimen constitucional inaugurado el 6 de diciembre de 1978 y sustituirlo por un régimen autoritario con él como líder de la Nación Viva.
Así lo sugiere también el hecho de que el líder de Vox no haya acudido a algunos actos institucionales presididos por Felipe VI en varias ocasiones durante los últimos meses, como el desfile militar del 12 de octubre en el Paseo del Prado o la celebración del quincuagésimo aniversario de la restauración de la Monarquía en el Congreso. ¿La excusa? No querer ser cómplice de corrupción sanchista. La realidad es con su desplante al Rey Abascal se situaba junto al resto de partidos antisistema entre los que los partidos secesionistas catalanes y vascos ocupan un lugar destacado.
Así que cuando escuchen a Sánchez decir que el PP y Vox son lo mismo recuerden que Abascal ha roto varios gobiernos autonómicos donde participaba coaligado con el PP y ha obligado a esos gobiernos en minoría del PP a convocar elecciones anticipadas. Alguna diferencia ha de existir entre ambos. Y cuando escuchen a Abascal decir que Sánchez y Feijóo son casi lo mismo porque en alguna ocasión ha votado junto al PSOE en el Congreso, acuérdense de que Abascal vota con el PSOE en algunas Comunidades y se suma a los antisistema no asistiendo a actos como ellos y dejando en mal lugar a la Corona. Ambos representan la cara y la cruz de la misma moneda y sobreviven gracias a fomentar la división social y el revanchismo y ninguno de los dos merece gobernar España.





