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Cuando la política rompe la sobremesa

Las comidas y cenas de Navidad —ya sean familiares o de empresa— suelen ser espacios de reencuentro, conversación y complicidad. Alrededor de una mesa se comparten recuerdos, experiencias y proyectos. Sin embargo, desde hace algunos años, también se comparten silencios cada vez más evidentes.

Distintos estudios sitúan entre un 12% y un 14% el porcentaje de personas que evita de manera consciente hablar de política durante estos encuentros por temor al conflicto. No es un dato menor. Es el reflejo de una desconfianza creciente hacia el debate público, incluso en ámbitos donde tradicionalmente reinaba la cercanía.

La política ha dejado de percibirse, en muchos casos, como un intercambio racional de ideas para convertirse en una cuestión identitaria. Discrepar ya no significa opinar distinto, sino alinearse en un bando. Y cuando el debate se vive como una confrontación personal, el silencio acaba imponiéndose como mecanismo de autoprotección.

Esta realidad debería hacernos reflexionar. Una democracia sana se sustenta en la capacidad de discrepar con respeto, de escuchar argumentos contrarios y de aceptar la pluralidad como una riqueza, no como una amenaza. Cuando la conversación política se vuelve áspera, emocional y binaria, pierde su función cívica y erosiona la convivencia.

No estamos ante un fenómeno casual. El tono del debate público, la simplificación constante de los mensajes y la polarización amplificada por las redes sociales han contribuido a este clima. La política del ruido sustituye al análisis, y la consigna reemplaza al argumento. El resultado es un cansancio social cada vez más visible.

Por eso, muchas personas prefieren evitar determinados temas en la sobremesa. No por indiferencia, sino por hastío. No porque la política no importe, sino porque se ha convertido en un terreno poco propicio para el diálogo sereno. Esta renuncia silenciosa es, en sí misma, una señal de alerta democrática.

Recuperar una conversación política adulta no implica hablar más, sino hablar mejor. Rebajar el tono, asumir la complejidad de los problemas y aceptar que nadie posee la verdad absoluta. Implica entender que la convivencia —en una familia, en una empresa o en una sociedad plural— solo es posible desde el respeto mutuo.

Las mesas de Navidad deberían seguir siendo espacios de encuentro, no campos de confrontación. Y quizá el primer paso para lograrlo sea exigir a la política más responsabilidad, más rigor y menos ruido. Porque cuando la política impide hablar entre personas que comparten un proyecto común, el problema no está en la sobremesa, sino en el clima que hemos construido.

Tal vez haya llegado el momento de reivindicar la política como lo que debería ser: una conversación racional entre ciudadanos libres que, aun pensando distinto, comparten un mismo futuro.

Pere Gotanegra Julià
Pere Gotanegra Julià
Pere Gotanegra Julià (Roses, 1957) és empresari i regidor de Lliures x Roses – APL. Dirigeix Depuradora Servimar i Pescadors de Roses, i és cofundador del Grup Estimar. Es defineix com “empresari per devoció, polític per compromís i humanista per gratitud”.

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