Tras el contundente revés electoral del PSOE en las autonómicas de Extremadura, por no hablar de la suma de escándalos y presuntos casos de corrupción, las grietas en el liderazgo de Pedro Sánchez se hacen cada vez más visibles. Guardiola -PP- se impuso con 29 escaños y un 42% de los votos, aventajando en 18 puntos y 11 diputados a los socialistas, que cayeron a 18 asientos –su peor resultado histórico en un feudo tradicional– y perdieron casi la mitad de su apoyo respecto a 2023.
Este «batacazo» ha avivado el descontento soterrado en el partido. Voces críticas, hasta ahora en privado, exigen un debate urgente sobre la estrategia federal, criticando el «cierre de filas» de Ferraz y la ausencia de autocrítica.
El temor se extiende ante las próximas citas electorales en Aragón, Castilla y León y Andalucía, donde encuestas internas pronostican hundimientos similares. En Aragón, por ejemplo, el PSOE podría quedarse en 15 escaños, su mínimo histórico, agravado por la figura de Pilar Alegría, exministra y rival de críticos.
En este contexto, el exministro de Administraciones Públicas Jordi Sevilla, de la era Zapatero, ha anunciado la publicación de un manifiesto en enero de 2026 para construir una «alternativa sólida» al modelo sanchista.
Sevilla denuncia una «desnaturalización» del PSOE por cesiones a ERC, Bildu, Junts y Sumar –el «Frankenstein» de Rubalcaba–, que impiden un proyecto de país en sanidad, educación o economía.
El texto, firmado por promotores de distintas generaciones, busca canalizar el malestar orgánico e ideológico, recuperando postulados socialdemócratas post-Transición. No se trata de un «pulso inmediato» a Sánchez, sino de preparar el terreno para primarias tras abandonar Moncloa, a más tardar en verano de 2027.
Sánchez, por su parte, respondió con un modesto reajuste gubernamental: Milagros Tolón asume Educación y Elma Saiz la portavocía, movimientos interpretados como control sobre federaciones díscolas.
En redes, el debate se intensifica: críticos como Sevilla ganan visibilidad, mientras simpatizantes defienden la unidad. Históricos como Felipe González o Alfonso Guerra podrían sumarse, atrayendo a nuevas generaciones temerosas de expresar disidencias públicas.
Este manifiesto marca el primer paso organizado contra el «club de fans» sanchista, según Sevilla. Si el PSOE no rectifica, el riesgo de una «espiral infernal» podría sepultar su rol como alternativa, reconfigurando el panorama político español a medio plazo. El tiempo dirá si es un mero rumor o el germen de un postsanchismo real.





