Orriols ha provocado un terremoto en el panorama político catalán con sus duras críticas a Puigdemont. En un contexto marcado por la crisis en Badalona, donde el macrodesalojo ha generado tensiones sociales, Orriols ha acusado a Puigdemont de ser parte del problema en Cataluña, tachando su enfoque de ingenuo e irresponsable.
Las redes reflejan una polarización extrema. Un sector creciente de independentistas desilusionados aplaude la franqueza de Orriols, viéndola como una voz fresca que denuncia el estancamiento del movimiento. Los partidarios argumentan que figuras como Puigdemont representan un pasado de promesas incumplidas, y que Aliança Catalana ofrece soluciones reales frente a la «decadencia» actual. El apoyo se percibe como un clamor por un independentismo más combativo.
Desde Junts per Catalunya y sectores afines, la reacción ha sido de indignación rotunda. Puigdemont, visto como un símbolo de resistencia tras “ocho años en el exilio”, es defendido como el líder que confrontó al Estado español. Acusan a Orriols de oportunismo y de sembrar división. El debate ha escalado, con voces que la tildan de «xenófoba» y «populista», argumentando que su retórica erosiona “la solidaridad” para avanzar hacia la independencia.
Esta controversia no es aislada: se enmarca en una competencia feroz por el voto independentista más duro, donde Aliança Catalana gana terreno en sondeos electorales. Orriols posiciona su partido como el «futuro» frente al «pasado» de Junts, pero arriesga alienar a moderados. Puigdemont, por su parte, mantiene silencio. La polémica continúa alimentando debates, subrayando la tensión en el independentismo.
