La tradición de comer doce uvas al ritmo de las campanadas de medianoche es originaria de España, donde se consolidó a principios del siglo XX. Se asocia a un excedente de cosecha en Alicante en 1909, cuando los productores promovieron su consumo como símbolo de buena suerte para los doce meses del año nuevo. Cada uva representa un mes, y lograr comerlas todas a tiempo se interpreta como augurio de prosperidad.
Portugal mantiene una costumbre muy similar, aunque a menudo se utilizan pasas en lugar de uvas frescas, acompañando las doce campanadas o “badaladas”.
La práctica se extendió a varios países de América Latina debido a la influencia cultural española. En México, Venezuela, Perú, Colombia, Ecuador, Chile, Bolivia y Argentina, muchas familias comen doce uvas a medianoche, a veces adaptándola con rituales locales como usar ropa interior de colores específicos para atraer amor o dinero. En México, por ejemplo, las uvas se venden en paquetes preparados, y en algunos lugares se combinan con deseos individuales por cada fruta.
En Filipinas, antigua colonia española, existe una variante: se consumen doce piezas redondas de fruta —que pueden incluir uvas— para simbolizar prosperidad, heredado de la época colonial.
Fuera del ámbito hispano, la tradición no se practica. En el resto de Europa, predominan otros rituales: en Italia se comen lentejas para la abundancia, en Francia se brinda con champán, en Alemania se lanzan fuegos artificiales, y en Reino Unido se escucha el Big Ben seguido de un brindis. En Asia o América del Norte no hispana, las uvas no forman parte de las celebraciones típicas de fin de año.
Así pues, aunque la costumbre de las doce uvas se ha difundido por migraciones y herencia cultural, permanece fundamentalmente ligada a España, Portugal y países de habla hispana en América Latina, con ecos en Filipinas. En el resto del mundo, las celebraciones de Nochevieja optan por símbolos y alimentos diferentes para atraer la buena fortuna.





