Quienes siempre hemos pensado y mantenido públicamente que un delincuente convicto que había dejado sobradas pruebas de su falta de principios, escaso apego a la verdad e incoherencia manifiesta durante su anterior mandato presidencial, no teníamos esperanza alguna de que su regreso a la Casa Blanca, cargado de bilis revanchista contra el mundo por haber perdido las elecciones en 2020 y haber sido condenado por 34 cargos por un jurado en el estado de Nueva York, fuera a depararnos muchas alegrías. Los primeros cien días de Trump en la presidencia de Estados Unidos han venido a darnos la razón porque resulta difícil imaginar que se puede hacer tanto daño a casi todo el mundo en tan poco tiempo. Acabo de publicar un artículo (“Cien días después: malas notas y malos resultados”, Expansión 30 de abril) en el que explico con cierto detalle todos los despropósitos que tanto en la esfera doméstica como internacional han jalonado los 100 primeros días de esta presidencia.
Como todas las encuestas muestran una fuerte caída en las tasas de aprobación, Trump ha buscado y encontrado consuelo rodeándose de sus seguidores incombustibles en un mitin celebrado en Warren, Michigan. Allí desgranó un disparatado monólogo de hora y media ante una audiencia entregada, incapaz de distinguir la realidad de la ficción. Contrariamente a lo que dicen todas las encuestas, Trump les aseguró haber culminado “los 100 primeros días más exitosos de todas las Administraciones en la historia de nuestro país” y ellos le aplaudieron con entusiasmo. A diferencia de Sánchez en España, Trump no necesita pagar el sueldo a ningún Tezanos para aumentar su ego, puesto que él mismo realiza sus propias encuestas mentalmente y ha llegado a la conclusión de que si las encuestas dijeran la verdad (legit polls) y no estuvieran, como están, trucadas (fake polls) su tasa de aprobación se situaría por encima de 60 o 70 puntos en lugar del 44 % que le dan.
A diferencia de Sánchez en España, Trump no necesita pagar el sueldo a ningún Tezanos para aumentar su ego
Desde un estrado adornado con banderas estadounidenses, carteles anunciando la llegada de la “Edad Dorada” y eslóganes patrióticos (“Compra Americano”, “Contrata Americano”, “Puestos de trabajo, Puestos de trabajo, Puestos de trabajo” y “100 días de grandeza”), Trump se dirigió a sus seguidores, congregados en el gimnasio del Macomb Community College en Warren, para anunciarles, por sí no habían caído en la cuenta, que “por fin tenemos a un campeón de los trabajadores en la Casa Blanca. En lugar de poner a China primero, yo pongo primero a Michigan y primero a América”. Y en esa misma línea retórica les confesó que “se ha abusado de nosotros por amigos y enemigos, y, en muchas ocasiones, los amigos han abusado más, por eso quiero deciros que vais a estar muy orgullosos de este país muy pronto, y con mis tarifas a China estamos poniendo fin a la mayor operación de robo en la historia del mundo”.
Buena prueba de la escasa fiabilidad que merecen sus decisiones políticas puestas es que apenas unas horas antes de viajar a Michigan, presionado por las grandes empresas automovilísticas, había vuelto a dar marcha atrás a su cruzada arancelaria y aceptado recortar los aranceles sobre los componentes utilizados en las plantas ensambladoras de automóviles y camiones ligeros, no sólo en Michigan y otros Estados, sino también en las plantas de Méjico y Canadá operadas bajo las cláusulas del acuerdo de libre comercio negociado por el propio Trump con los gobiernos de ambos países en 2018. Las continuas rectificaciones de sus propias decisiones lejos de ser interpretadas como prueba de su incapacidad Trump las exhibe como una muestra de su flexibilidad y pericia negociadora. No sólo había rectificado Trump esa mañana: Vance, su vicepresidente, tuvo que desplazarse con urgencia a Washington el 30 de abril para deshacer con su voto en el Senado el empate sobre una iniciativa legislativa conjunta de demócratas y republicanos que de salir adelante habría bloqueado la orden ejecutiva sobre aranceles ‘recíprocos’ firmada por Trump en la rosaleda de la Casa Blanca el 2 de abril.
Para convencer a sus seguidores, Trump exhibió un videoclip donde se mostraba a presos rapados y tratados con brutalidad
Además de las burlas habituales al “durmiente Joe” (Biden), Trump acusó a su antecesor no sólo del aumento del precio de los huevos, asunto al que dedicó más de un minuto de su perorata, sino de haber “organizado la invasión masiva de la frontera” estadounidense. Pero gracias a su providencial intervención, como en el caso de los huevos, les “podía informar con orgullo que esta traición atroz ha terminado y hemos alcanzado la frontera más segura de la historia americana”. Para convencer a sus seguidores, Trump exhibió un videoclip donde se mostraba a presos rapados y tratados con brutalidad camino del gulag salvadoreño regentado por su amigo Bukele. Uno se pone a pensar y cae en la cuenta de que incluso las policías secretas en los regímenes más brutales suelen ocultar el tratamiento vejatorio y las torturas infligidas a los presos y tratan de evitar la difusión de grabaciones. Trump es una excepción y las exhibe en sus mítines para delite de sus fervorosos seguidores.
En el caso de la inmigración, como en el de los aranceles, la realidad también está bastante alejada de la retórica inflamatoria de Trump. Durante los 100 primeros días de presidencia, los resultados son bastante pobres. Las decenas de inmigrantes deportados en febrero al llamado Centro de Operaciones de Migración Guantánamo abierto en Guantánamo (Cuba), donde Trump pretendía enviar a unos 30.000 inmigrantes, están de vuelta en Estados Unidos tras las denuncias presentadas por algunas organizaciones de derechos humanos. Por otra parte, el número de deportados a El Salvador, 252 venezolanos y 36 salvadoreños, es asimismo insignificante, así que a la Administración Trump le queda mucho trabajo por delante hasta que se deshaga de los 15 o 20 millones de inmigrantes que prometió deportar en una entrevista durante la campaña electoral.
En el caso de la inmigración, como en el de los aranceles, la realidad también está bastante alejada de la retórica inflamatoria de Trump
Además, la Corte Suprema de Estados Unidos ha paralizado temporalmente las deportaciones realizadas bajo el paraguas de la Ley de Enemigos Extranjeros (Alien Enemies Act de 1798). Trump desempolvó esta vieja ley en una de sus más polémicas órdenes ejecutivas para poner en marcha el proceso de deportaciones exprés y desde ese mismo momento se suscitaron dudas sobre si el poder ejecutivo había sobrepasado sus competencias constitucionales al abordar el problema de la inmigración en aplicación de una ley prevista para otros fines. En el auto emitido por la Corte Suprema el 20 de abril “se ordena al gobierno no sacar a ningún miembro de la clase putativa de detenidos de los Estados Unidos hasta nueva orden del tribunal”. El 1 de mayo, un juez de distrito de los Estados Unidos en Tejas acaba de dictaminar que aplicar esta ley para deportar inmigrantes venezolanos es ilegal.
Para la mayoría de los estadounidenses, la política exterior es una cuestión secundaria. Muchos ignoran casi todo sobre el resto del mundo y la mayoría se siente reconfortado al escuchar a sus líderes decir que son el pueblo elegido para dirigir el mundo, los mejores y los primeros en todo. Lo siento por quienes tienen una visión tan limitada del resto del mundo y eligieron al presidente más caótico y ridículo de todos cuantos he conocido desde Eisenhower a Biden y van unos cuantos. Una de las últimas ocurrencias disparatadas que le hemos escuchado cuando asistió a los funerales del Papa Francisco es que él sería un buen Papa. Pura lógica: siendo como es un ser omnisciente, ¿cómo no iba a serlo? Lástima que los cardenales electores no vayan a elegirlo porque prestarían un gran servicio al mundo sacándolo de la Casa Blanca.