En las elecciones legislativas celebradas hoy en Portugal, la coalición de centroderecha Alianza Democrática (AD), liderada por el primer ministro en funciones Luís Montenegro, obtuvo la victoria con un 35,4 % de los votos. Sin embargo, este resultado no le otorga la mayoría absoluta en la Asamblea de la República, compuesta por 230 escaños, lo que obligará a la formación de alianzas para gobernar.
Ascenso histórico
El partido Chega, encabezado por André Ventura, logró un avance sin precedentes al obtener el 23,6 % de los votos, superando al Partido Socialista (PS) de Pedro Nuno Santos, que quedó en tercera posición con un 22,7 %. Estos resultados confirman el fin del bipartidismo tradicional que ha caracterizado la política portuguesa desde 1974 y muestran un giro claro del electorado hacia otras propuestas políticas.
La irrupción de Chega como segunda fuerza política refleja un descontento creciente con los partidos tradicionales. Su mensaje, centrado en temas como inmigración y seguridad, ha ganado apoyos incluso en regiones tradicionalmente vinculadas a la izquierda, como Lisboa, Setúbal y Alentejo.
Repensar las alianzas
Por su parte, Luís Montenegro reiteró su intención de no pactar con Chega, lo que complica considerablemente la formación de un gobierno estable. Una alianza con Iniciativa Liberal (IL) es una posibilidad, aunque insuficiente por sí sola para alcanzar la mayoría parlamentaria. Pedro Nuno Santos, líder socialista, reconoció los malos resultados y se comprometió a ejercer una oposición responsable. El sector más radical del PS achaca, tras este pésimo resultado, un virage de Nuno Santos al centro.
España
Desde España, las reacciones no se han hecho esperar. Isabel Díaz Ayuso felicitó públicamente a Montenegro destacando los lazos históricos entre ambas naciones, mientras que Santiago Abascal celebró el ascenso de Chega, considerándolo un reflejo de una nueva tendencia política europea.
Portugal encara ahora un escenario complejo en el que la negociación y la búsqueda de consensos serán fundamentales para garantizar la estabilidad institucional. El desenlace dependerá de la capacidad de diálogo entre fuerzas que hasta ahora han mostrado bastantes diferencias. Sin embargo, entre tanto interrogante se esconde una certeza: el bipartidismo portugués ha muerto.