Junts se desmelena. El independentismo de centro amplio entra por la puerta grande a la nueva tendencia europea y emula desacomplejadamente el discurso migratorio de la tan denostada «extrema derecha». Sin medias tintas ni eufemismos, oiga; el mensaje es claro, conciso e inequívoco: prohibir el burka y el nikab en las escuelas y los centros de actividades extraescolares.
Junts aposta per la prohibició del vel a les escoles, el burca i el nicab. El partit també trasllada als seus alcaldes que només admet el burquini si és "roba tècnica de bany".https://t.co/PNyOM5Nvya
— ACN – Agència Catalana de Notícies (@agenciaacn) May 21, 2025
El endurecimiento no es casual. El argumentario, de hecho, nos suena; Junts emplaza su nuevo relato en la defensa de la igualdad de género y la seguridad. Sí, es el discurso de Aliança Catalana. Coma por coma. Punto por punto. El auge de Orriols y la retórica anti-inmigracionista parece haber encendido todas las alarmas en Junts, que ve peligrar una parte sustancial de su electorado. Los datos arrojan luz sobre esta realidad; un 46% de los votantes de Aliança considera a Junts como segunda opción (CEO), evidenciando la competencia directa por un segmento independentista cada vez más sensible a discursos duros contra la inmigración.
Pese a esta maniobra, algo descarada, Junts intenta mantener las formas con una revisión más light de determinados postulados. Insisten a su vez en descartar el “discurso de odio” de Aliança como válido, pese a que resuena ahora en sus tesis. Jordi Turull insiste en que “Catalunya no se construye con odio”, y que su partido votará en contra de una moción de Aliança que busca prohibiciones similares, pero con un tono más radical… No. Es el mismo. Que no pasa nada, pero va tocando aceptarlo. Este doble juego revela una estrategia cínica: endurecer el discurso para captar votantes desencantados, pero rechazando abrazar la retórica «extremista» para no alienar a su base moderada.
El cálculo político es arriesgado debido a varios factores. Primero, la literatura no avala estos virajes discursivos. Cuando este tipo de narrativas estan en auge, el electorado valora al actor primigenio, es decir, a quién puso las preguntas incómodas sobre la mesa. La emulación discursiva por parte del establishment suele ser percibida como oportunismo y severamente castigada. Segundo, Junts se abandera de multitud de causas sociales. En abril de este mismo año firmó un estrecho pacto de colaboración con Moviment d’Esquerres, una fuerza progresista de profundas convicciones reformistas. Habrá que ver como les sienta. Tercero, la base elctoral empieza a estar harta de bandazos. Junts cambia de discurso como de calzoncillos -incluso quizás un poco más-. Esto no es permeabilidad a las demandas sociales, es inseguridad para el votante. Uno ya no sabe que está votando. El pro-inmigracionismo de hoy es la «xenofobia» de mañana. El europeísmo se convierte en euroescepticismo y el liberalismo económico en intervencionismo estatal… Señores, así quién leches les va a votar. El sufragio supone una transimisión de confianza, del poder legislativo y ejecutivo a una fuerza que se corresponde con las inquietudes del elector. Si esas inquietudes cambian cada dia, su partido no ofrece nada a lo que atenerse y pierde el voto por desconfianza. Elijan qué son y actúen en consecuencia. O no.