La ANC sigue enlazando crisis. El bastión civil del procecismo más militante vuelve a entrar en un profundo desequilibrio interno tras la dimisión en bloque de buena parte de los miembros críticos que aún aguantaban en su dirección. La ruptura se ha consumado después de que la militancia aprobara, con un 75% de apoyo, la reforma de los estatutos impulsada Lluís Llach, que reduce notablemenrte los contrapesos y neutraliza las aspiraciones partidistas de la asociación.
Se han eliminado el requisito de los dos tercios para elegir cargos orgánicos, se ha permitido el retorno de antiguos miembros del secretariado y han prohibido que la entidad pueda presentarse a procesos electorales. El sector crítico rechazaba estas modificaciones al considerar que desdibujan el «carácter transversal de la ANC».
Esto se ha traducido en la marcha de Albert Llorenç, Roser Campí, Àngels Digon, Chus Castillo, Roger Civera, David Miñana, Núria Macià y Joan Mollà, principal impulsor de la fallida «lista cívica». Sin haberse contenido aún la hemorragia, se esperan todavia más dimisiones.
A estas bajas se suman las de algunos referentes de «Dempeus per la Independència», el partido independentista -sí, otro- presentado hace un mes como heredero de la frustrada llista cívica y más próximo a la identidad de la ANC.
Apenas una decena de secretarios siguen alineados con la antigua dirección,destaca el exvicepresidente del Parlament Josep Costa, aunque su continuidad también está en duda tras haber sido apartado de la cúpula directiva pese a haber sido el segundo candidato más votado en las elecciones internas; Llach parece estar de limpieza.
También ha dimitido Elisenda Romeu, coordinadora de Movilización y miembro del núcleo duro de Llach, alegando motivos personales, aunque el timing no propicia esa versión.
La ANC queda así totalmente controlada por el sector de Llach, pero con la mayor fractura interna de su historia y un notable dinilitamiento ante la opinión pública más afín a sus postulados.