«Una advertencia pertinente». Trump acapara los titulares europeos con su visita a Escocia. Desde la crítica más encarnizada -destaca aquí la polémica portada que un medio local escocés le dedicó al líder americano- hasta el aplauso más sentido, las palabras que el republicano hizo suyas ayer en Escocia han generado una reacción mediática en cadena en nuestro continente.
🚨| ÚLTIMA HORA: Donald Trump estalla contra los progres apenas aterriza en la pista de Glasgow, Escocia: “En cuanto a la inmigración, más vale que se organicen o Europa dejará de existir. Tienes que detener la horrible invasión que está ocurriendo en Europa”🔥 ¿Estás de acuerdo? pic.twitter.com/lVxAFfjpbX
— Eduardo Menoni (@eduardomenoni) July 25, 2025
Cada reacción responde al sospechoso habitual. AfD en Alemania, Vox en España y la Lega en Italia, así como sus polos militantes y mediáticos, son quienes más efusivamente aplauden al estadounidense. Por contra, los contextos más institucionales se han mostrado del todo reacios, rechazando la diagnosis de Trump y calificándola de xenófoba. Se destaca en este segundo ámbito, por eso, el rol de los partidos de Gobierno de tres de los países más relevantes de Europa; poco sospechosos en de pertenecer al «espectro de la extrema derecha». Se trata de Merz en Alemania -CDU o conservadores clásicos-, Starmer en Reino Unido –Labour o socialdemócrata- y Macron en Francia – un centrista de herencia también socialdemócrata-. En ellos impera un elocuente silencio. ¿Por qué?
Son los protagonistas de una nueva entente; el discurso antiinmigracionista desde el continuismo institucional moderado. No pueden criticar a Trump porqué emulan sus dogmas, pero tampoco pueden darle la razón, no sin recordar al conjunto de la ciudadanía que hasta hace poco ellos eran parte del problema. ¿Solución? Ley del silencio.
Ello a su vez la constatación de que el discurso que Trump hace suyo, pese a las reacciones negativas -suscitadas también por la escasa simpatía que su figura despierta en el viejo continente– gana cada vez más adeptos entre los europeos, que empiezan a experimentar las externalidades negativas de una inmigración excesiva. Las formas son exageradas y rudas; el mensaje -apunta la demoscopia- percibido como cada vez más sensato.