Las decisiones tienen un precio. España vuelve a quedarse fuera de la mesa donde se toman los acuerdos más importantes para el futuro de Ucrania y la seguridad europea. En menos de 48 horas, Sánchez ha sido excluido de dos encuentros internacionales de máximo nivel, evidenciando un inequívoco deterioro en la imagen e influencia de España en el tablero geopolítico.
El último desplante se producirá este miércole; Friedrich Merz -Alemania-, reunirá en formato virtual a Zelenski, Trump y los líderes del Reino Unido, Italia, Polonia y Finlandia, así como a Ursula von der Leyen, António Costa -Consejo Europeo- y Mark Rutte -OTAN-. ¿El objetivo? Preparar la inminente cumbre Trump–Putin en Alaska. Ni Sánchez ni ningún representante español han sido invitados.
La ausencia no es casual. Washington y los principales socios europeos están experimentando un creciente malestar con el Gobierno español: la negativa a elevar el gasto en defensa al 5 % del PIB y la continuidad de contratos con Huawei -empresa supeditada al control del régimen chino- en áreas sensibles de seguridad e inteligencia levantan suspicacias y nos condenan al ostracismo. Occidente ya no confía en España.
Este mismo lunes, España quedó fuera de una reunión presencial en Chevening House, convocada por los brtiánicos con Estados Unidos y los mismos aliados europeos presentes para coordinar posiciones antes del encuentro entre Putin y Trump. Francia, Alemania, Italia, Polonia, Finlandia y el Reino Unido… pero no España.
Sánchez intenta mantenerse relevante doblando la apuesta con su apoyo internacional a Zelensky, pero sigue castigado.
José Manuel Albares, ministro de Exteriores, participó este lunes en una reunión extraordinaria de la UE sobre Gaza y también sobre la futura cita entre Trump y Putin, dos encuentros de carácter consultivo y más bien simbólico. En el proceso de toma de decisiones real, pero, no estamos ni estaremos presentes.