Sentido común. El PSOE ha aprobado en su último Congreso Federal una serie de enmiendas promovidas por su sector feminista que dan un giro a su defensa de la causa de las mujeres y su relación con el colectivo LGBTI.
La medida más destacada figura en torno la eliminación de la sigla “Q+” del acrónimo LGTBI en los documentos oficiales del partido. Esta sigla agrupa identidades queer, no binarias y otras disidencias de género, que lleva ya siendo objeto de controversia -entre otros- ante sectores del feminismo clásico, que la consideran un término «misógino y contrario a su visión del movimiento». Los defensores de la medida alegan la necesidad de “recuperar un feminismo centrado en las mujeres”. Los críticos lo catalogan como un retroceso en «la inclusión».
‼️El PSOE aprueba una resolución (de fecha 7 de agosto) en la que prohibe a sus cargos añadir la “Q+” a las siglas LGTBI cuando hablen en nombre del partido
— Olympe Abogados (@olympeabogados) August 9, 2025
También aprueban que cualquier resolución que incluya la “Q+” será automáticamente “nula”
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Se impide a su vez la participación de mujeres trans en categorías deportivas femeninas. La decisión se sustenta en “proteger la igualdad competitiva” en el deporte, el colectivo trans lo rechaza y acusa al socialismo nostrado de discriminación amparada en términos «pseudocientíficos». Irónico cuanto menos.
Víctor Gutiérrez, secretario LGTBI del partido, ha manifestado públicamente su desacuerdo, calificando las decisiones como “un grave error” y asegurando que, pese a las modificaciones en el lenguaje oficial, el partido seguirá defendiendo a todas las siglas del colectivo. Todo menos renunciar al cargo, claro. Juan Francisco Colomina, secretario general en Almería, ha anunciado que continuará usando la sigla completa.
Plataforma Trans ha denunciado que estas medidas “estigmatizan a un grupo ya vulnerable” y acusan al PSOE de “pervertir el feminismo para excluir”. También el ámbito académico -en tanto que se ubica físicamente en la academia, no por otra cosa- se muestra reacio. Los argumentos esgrimidos, sin embargo, son poco más que titulares sin fondo.
La polémica evidencia una fractura cada vez más visible dentro de la progresía entre el feminismo clásico y su contrapartida woke, que integra las demandas trans y queer. En un contexto donde la agenda LGTBI se ha convertido en una disputa ideológica, cada movimiento promete una reacción ruidosa y estridente. Más allá de eso, se presenta como una decisión tomada desde el rigor.