La Flotilla está al límite. Tras el avistamiento de drones israelís en las proximidades de las embarcaciones -su presencia respondería a una medida intimidatoria- los activistas reclaman ahora bajo la portavocía de Ada Colau que «necesitan una protección real frente a posibles ataques», apuntando a los recursos navales de los Estados y exigiendo una mayor cobertura oficial.
Ada Colau solicita ayuda a la OTAN y a la Armada Española tras recibir el ataque de 13 drones esta noche. Tanto ella como Greta afirman tener mucho miedo a ser detenidas y posiblemente algo peor…Solicitan escolta militar hasta Israel. pic.twitter.com/tGsoe6YR7u
— Víctor Riverola i Morera (@riverolavic) September 24, 2025
La exalcaldesa de Barcelona -que en su etapa institucional cultivó un discurso de repulsa respecto la carrera militar-, se erige ahora de facto en altavoz de la expedición. «Si se considera que la misión es humanitaria, los Estados deben mandar navíos mucho mejor equipados que los nuestros”. Colau vuelve a convertir así la travesía en un escenario político, donde la gravedad de la crisis que dice querer enfrentar convive sorprendentemente bien con su capacidad para situarse en el centro del foco mediático.
Como es natural, sus palabras han generado debate. No solo por el contraste con su pasado. El nuevo capítulo de su historia refleja un patrón al que nos tiene acostumbrados: transformar cada crisis en un escaparate. Un espectáculo coral de activistas que se convierte en una performance personal, donde el relato político pesa más que la ayuda que transporta la flotilla.
La petición para la movilización de recursos públicos que sigan aguantando la fiesta no llega acompañada de propuestas claras sobre cómo garantizar esa seguridad o siquiera bajo qué marco legal. Se formula como una exigencia por parte de alguien acostumbrado a reclamar sin medir los límites de lo posible ni las responsabilidades que conlleva. Tampoco es probable que exista un peligro real; Israel es consciente de la carga mediática de la flotilla -lo único que tiene-. No va a poner en peligro la integridad física de nadie. Menos aún de ciudadanos europeos.
La opinión dominante es clara y demoledora: esto va de atención. Un grupo de personalidades en horas bajas que, en su afán por explotar la tragedia ajena, han obviado medir las fuerzas de lo que enfrentan y reaccionan asustados a la realidad de sus acciones.