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Ascensor de servicio; una economía rota

El agujero de las pensiones dispara la deuda real de España y desmonta el relato triunfal del Gobierno
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De acuerdo con los datos oficiales de la OCDE, España es uno de los países ricos con mayor desigualdad de oportunidades. El origen familiar, el nivel educativo de los padres y el lugar de nacimiento siguen siendo determinantes en el destino profesional. El mercado laboral no corrige estas desigualdades; al contrario, las perpetúa. El empleo no se convierte en un vehículo de redistribución, sino que acaba reproduciendo las brechas sociales y asentando un acceso desigual a la generación de riqueza.

España ha logrado cifras históricas en afiliación a la Seguridad Social y en la creación de empleo. Sin embargo, este crecimiento no ha venido acompañado de una mejora sustancial en la calidad del trabajo ni en la equidad de oportunidades. El modelo económico español, centrado en sectores de bajo valor añadido y en empresas poco innovadoras, ha consolidado un tipo de empleo que no permite la movilidad social. Lo que debería ser un ascensor social se ha convertido, en muchos casos, en un ascensor de servicio: un sistema que mueve a las personas, sí, pero solo dentro de los márgenes de la precariedad.

La economía española sigue anclada en actividades de escaso valor añadido y productividad, como la hostelería, el turismo y el comercio minorista, que generan empleos de baja cualificación y salarios limitados. Estos sectores deben existir y son relevantes para el PIB, sí, pero no ofrecen trayectorias profesionales ni incentivos para la formación continua. La consecuencia es clara: el empleo no actúa como palanca de progreso, sino como mecanismo de contención social.

Décadas de políticas centradas en la temporalidad y la falta de inversión en sectores estratégicos -entre otros factores- han debilitado el tejido productivo. La escasa apuesta por la industria, la tecnología o la I+D ha impedido que se generen empleos de alto valor añadido. Esto ha consolidado un mercado laboral donde el esfuerzo individual no garantiza la mejora de condiciones ni el ascenso económico. No existe un incentivo para la movilidad social.

España lidera los rankings europeos de sobrecualificación. Jóvenes con formación universitaria y posgrados se ven obligados a aceptar trabajos que no requieren sus competencias. El resultado es una generación atrapada en empleos que no permiten ahorrar, independizarse ni construir un proyecto de vida. El ascensor social está averiado, y lo que queda es el ascensor de servicio: un circuito laboral que gira en torno a tareas repetitivas, mal remuneradas y sin posibilidad de promoción.

Revertir esta dinámica exige mucho más que crear empleo. Implica transformar el modelo económico, apostar por sectores con alto valor añadido, fomentar la innovación y garantizar que el talento se aproveche. Porque mientras el ascensor social siga estropeado,
España seguirá subiendo por el ascensor de servicio: funcional, pero sin destino.

Guillem Espaulella
Guillem Espaulella
Politòleg per la Universitat Pompeu Fabra.

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