Precario alto el fuego en Gaza

Precario alto el fuego en Gaza
Precario alto el fuego en Gaza

Tras veinticuatro meses de bombardeos inmisericordes que han destruido más del 70 % de las viviendas en el norte de Gaza y más del 60 % en todo el territorio, y han causado la muerte de más de 67.000 gazatíes  y obligado a cientos de miles de ellos a sobrevivir en condiciones infrahumanas, forzados a trasladarse una y otra vez para evitar ser masacrados por los bombardeos israelíes y privados de alimentos y acceso a casi todos los servicios básicos, el jueves 10 de enero el gobierno de Israel dio el visto bueno al acuerdo de alto el fuego alcanzado entre los representantes del gobierno de Netanyahu y Hamás en el marco del plan de paz auspiciado por el presidente Trump. Pese a la lógica alegría con que ha sido recibida la noticia por los habitantes de Gaza, los bombardeos israelíes continuaron durante las horas siguientes y la experiencia invita a ser muy cautos al valorar el alcance y la duración de esta nueva tregua. 

Canje de rehenes y prisioneros

El acuerdo contempla en su primera fase la retirada parcial del ejército israelí a una zona de seguridad que ocupa aproximadamente 53 % del territorio de la franja, algo que de confirmarse dejaría a parte sustancial de la población gazatí bajo control del ejército israelí. Completada esta operación calificada por el Ministerio de Defensa como “ajuste de posiciones operativas”, Hamás dispondrá de 72 horas para liberar a los 20 israelíes secuestrados por Hamás y todavía vivos y el gobierno de Netanyahu se compromete a liberar a 250 gazatíes condenados a cadena perpetua y a otros 1.700 detenidos tras la masacre perpetrada por Hamás el 7 de octubre de 2023.

A continuación, se procedería a la entrega por Hamás de los cuerpos de los 28 rehenes fallecidos en cautiverio a cambio de la entrega de los cadáveres de 17 palestinos por cada israelí, aunque no se ha llegado a concretar el ritmo del macabro canje. Israel se compromete también a facilitar la entrada de hasta 400 camiones diarios con provisiones para paliar la hambruna, y la promesa de incrementar esa cifra progresivamente hasta alcanzar 600 camiones diarios. Por último, el acuerdo contempla establecer una fuerza internacional de interposición que, de momento, estaría integrada por 200 soldados procedentes de Egipto, Turquía, Catar y Emiratos Árabes. Resulta difícil valorar qué papel pueden desempeñar un número tan exiguo de hombres frente al ejército israelí en un territorio con más de dos millones de habitantes.

La segunda fase del plan es si cabe más ambigua y escurridiza. El acuerdo contempla la desmilitarización completa de Gaza y la destrucción de todas las infraestructuras operativas de Hamás. Ningún gazatí tendrá que abandonar la franja y quien lo haga voluntariamente podrá volver. A los miembros de la organización terrorista Hamás, se les ofrecerá una amnistía, a cambio de su compromiso de aceptar la paz, o un pasaporte para garantizar su salida segura de Gaza. ¿Cómo se obrará este milagro? El acuerdo establece una autoridad transitoria integrada por tecnócratas gazatíes supervisados por un Comité de Paz presidido por el presidente Trump que dejaría la gestión del día a día en manos del ex primer ministro británico Tony Blair. Transcurrido un lapso de tiempo no especificado, el gobierno de Gaza se transferiría a la Autoridad Nacional Palestina (ANP) “una vez completadas las reformas” y, presumo, una vez implementado “el plan de desarrollo económico de Trump para reconstruir y vigorizar Gaza”. 

¿Tiene recorrido el acuerdo?

Como reconoce la BBC, esta segunda fase “incluye puntos sobre los que resultará muy difícil llegar a un acuerdo”.  Obsérvese, en primer lugar, que el acuerdo de 20 puntos patrocinado por Trump nada dice sobre retirada del ejército de Israel del 53 % de la franja que mantendrá ocupada durante la primera fase.  Aludiendo a fuentes de la Casa Blanca, la BBC presume la reducción gradual del territorio ocupado por el ejército israelí desde el 53 % en la primera fase al 40 % y al 15 % en algún momento posterior, pero lo cierto es que el punto 3 del acuerdo se limita a indicar que “las posiciones del frente de batalla se mantendrán congeladas hasta que se den la condiciones para una retirada progresiva completa”. Un observador ingenuo se pregunta si Gaza va a convertirse en una nueva Cisjordania donde el gobierno de Israel controla también más de la mitad del territorio y continúa promoviendo asentamientos ilegales a un ritmo acelerado, contraviniendo las resoluciones de Naciones Unidas, aunque tras la intervención de Trump en la Asamblea General hace unos días ya sabemos la alta estima en que el presidente Trump tiene a la ONU.

La segunda cuestión espinosa se centra en el proceso de desradicalización de Gaza que figura como punto 1 del plan y las propuestas avanzadas en el punto 6 para implementarlo. A los líderes y militantes de Hamás se les ofrece bien abandonar la zona con seguridad, bien entregar todas las armas y aceptar que la administración de la franja pase a manos de la ANP en una fecha indeterminada. Aunque resulta indudable que el prestigio político y la capacidad militar de Hamás han quedado seriamente dañados tras perpetrar una matanza que dio pie al gobierno israelí para invadir la franja, resulta difícil pensar que quienes han controlado el territorio objeto de disputa desde 2007 y mantienen tensas relaciones con la ANP vayan a asumir sin más unas condiciones que supondrían de facto la desaparición de su organización, incluso en el ámbito estrictamente político. El punto 13 del plan donde se establece que “Hamás y otras facciones acuerdan no tener ningún papel en el gobierno de Gaza, directa o indirectamente” no ofrece ninguna duda al respecto.

Los puntos 9 y 10 del plan presentan también serios problemas de viabilidad. La propuesta de que Gaza tendrá durante el proceso de transición un gobierno títere, integrado por un grupo de tecnócratas y expertos palestinos elegidos no se sabe por quién y cómo, y tutelado por el Comité de Paz, presidido por el propio Trump y con Blair al frente de las operaciones, nos retrotrae a la época de los protectorados británicos con la única diferencia de que ahora se trataría de un protectorado estadounidense y la protección la proporcionaría el ejército israelí, en lugar del británico o estadounidense. Añádase a todo ello la intención de Trump de convertir la reconstrucción de Gaza en un colosal negocio inmobiliario a imagen y semejanza “de las milagrosas ciudades de Oriente Medio” donde un grupo de expertos y empresas harán realidad “las propuestas de inversión y las atractivas ideas de desarrollo desarrolladas por grupos internacionales bien intencionados”. No tengan ninguna duda de que entre esos grupos internacionales Trump reserva el papel protagonista a su propio conglomerado inmobiliario: The Trump Organization, Inc. Como tampoco de que la sumisa UE financie una buena parte de esas inversiones.  

Un futuro cargado de nubarronesSi las cosas no se tuercen en las próximas horas, la tregua acordada posibilitará que el lunes Hamás libere a los rehenes israelíes y el gobierno de Israel ponga en libertad a los presos palestinos. Finalizado el intercambio, Netanyahu se verá libre de la creciente presión a que estaba sometido su gobierno por los familiares de los rehenes para traer a casa a los secuestrados y tendrá las manos libres para proseguir la guerra si, como no parece arriesgado aventurar, las milicias de Hamás se resisten a entregar las armas. Netanyahu lo ha dejado muy claro pocas horas después de que su gabinete diera el visto bueno al acuerdo el jueves: “Hamás será desarmado y Gaza desmilitarizada”, y “si esto se consigue por la vía fácil, estupendo. Y si no, se alcanzará por las malas”. La negativa de Hamás a entregar las armas en las próximas semanas podría hacer descarrillar el plan de Trump y llevar al presidente estadounidense a dejar las manos libres a Netanyahu para que la guerra prosiga con toda su crudeza y cumplir así su amenaza de convertir Gaza en un infierno para Hamás. Para Hamás y para los dos millones de gazatíes allí atrapados, víctimas colaterales de una partida con muchos billones de dólares de por medio en juego.

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