Giro de 180 grados en el apoyo al proyecto europeo. Según los datos más recientes del observatorio Eupinions, el porcentaje de jóvenes de entre 18 y 25 años que votarían a favor de que su país siguiera siendo miembro de la Unión Europea en un hipotético referéndum se ha desplomado del 86 % registrado a comienzos de 2024 al 46 % en el tercer trimestre de 2025.

Durante toda la década, esta franja había sido la más europeísta, siempre muy por encima del resto de edades. El barómetro muestra hoy que los más jóvenes han pasado de encabezar el apoyo al proyecto europeo a situarse en la última posición. Las generaciones de mayor edad, en cambio, se mantienen estables: el respaldo entre los mayores de 56 años ronda el 67 %, prácticamente igual que hace diez años.
Las lecturas rápidas y más superficiales culpan a las «fake news» y la «extrema derecha». Los estudios con más consistencia señalan un malestar más profundo. Muchos jóvenes perciben una desconexión creciente entre las instituciones europeas y la ciudadanía, una burocracia que se siente distante y una falta de resultados tangibles ante los problemas que más les afectan: la inflación, el acceso a la vivienda, la precariedad laboral o la crisis climática.
También emerge un cierto cansancio frente al tono moralista de algunas campañas institucionales, centradas en valores o identidades, mientras las soluciones prácticas parecen escasas. Esta percepción, combinada con una identidad generacional menos vinculada al relato fundacional de la UE, ha transformado el europeísmo emocional en un europeísmo condicional: la pertenencia a la Unión ya no se da por sentada, sino que se evalúa en función de su utilidad real.





