La natalidad cae de forma sostenida en la práctica totalidad de países ricos. En España, el número medio de hijos por mujer ronda 1,2, coronándose como una de los datos más precarios del globo. Las causas del fenómeno son múltiples, pero un nuevo estudio apunta a un factor que no siempre copa el primer puesto: el coste de la vivienda.
Benjamin K. Couillard publica en Build, Baby, Build: How Housing Shapes Fertility (2025), un modelo que simula las decisiones familiares sobre dónde vivir, qué tamaño de vivienda elegir y cuántos hijos tener. Según sus cálculos, si los precios de la vivienda se hubieran mantenido como en 1990, en Estados Unidos habría unos 13 millones de niños más (un 11 % adicional). El autor concluye que buena parte del descenso de la natalidad reciente puede explicarse por el encarecimiento del espacio habitable. En su modelo, las familias más numerosas son también las más sensibles al precio de la vivienda. Las conclusiones deben interpretarse dentro de los límites del mismo paper, aunque da un punto de vista interesante a tener en consideración.
La relación parece quedar acreditada, pero el vínculo entre vivienda y natalidad es complejo y difícil de aislar. Los hogares con más recursos tienden a tener tanto más espacio como más hijos, y la relación puede ser bidireccional: quienes planean formar familia también buscan casas mayores.
Más allá del mercado inmobiliario, la literatura académica identifica otras causas con peso en el declive demográfico. Una de las más estudiadas es la incertidumbre económica: las crisis, el desempleo y la temporalidad reducen la intención de tener hijos. En España, las regiones más afectadas por el paro tras 2008 fueron también las que más vieron caer su natalidad.
También influye la conciliación entre empleo y cuidados. Las investigaciones recientes apuntan a que la natalidad se mantiene más alta en los países donde el Estado ofrece permisos parentales amplios, servicios de guardería y una distribución más igualitaria de las tareas domésticas. Allí donde este tipo de prácticas están menos extendidas, la incorporación de la mujer al mercado laboral es también un factor explicativo.
A ello se suman con mucha fuerza los cambios culturales y de valores. Las sociedades más individualistas y orientadas al desarrollo personal tienden a retrasar la maternidad, y la llamada “intensificación de la crianza” eleva el esfuerzo percibido de tener hijos. La natalidad responde a una combinación de factores económicos, sociales y culturales. El estudio de Couillard aporta evidencia de que la vivienda puede ser una pieza más del rompecabezas, pero no la única.




