Rufián se pone digno. El portavoz republicano ha afirmado que ERC pedirá elecciones si el caso Cerdán deriva en financiación ilegal del PSOE. Su amenaza ha caído en saco roto, y es que nadie le cree. La declaración ha sido recibida con una mezcla de burla, incredulidad y acusaciones de oportunismo que dominan por completo el debate digital.
Rufián: "Si el caso Cerdán escala a financiación ilegal, antes de 18 meses pediremos al Gobierno elecciones"
— Posmodernidad, el cáncer de Occidente. (@CataManyol) November 20, 2025
Ya buscareis otra excusa para seguir. No te creemos, Rufián.
— Francisco Javier Ortiz (@Franortizfdz) November 20, 2025
Fàcil, que el vostre partit deixi de donar suport al «Gobierno». Però això no passarà. No deixereu de ser un pinxo, vau dir 18 mesos a l'any 2015, la vostra paraula no val gaire, per no dir gens.
— cuquet (@18_625) November 20, 2025
En apenas unas horas, el vídeo acumula cientos de comentarios que siguen un patrón unánime: «el portavoz de ERC nunca cumplirá su amenaza» y su mensaje responde más a una necesidad de proyectar dureza ante su electorado independentista -cada vez más cabreado- que a una intención real de romper la coalición. El tono predominante oscila entre el sarcasmo directo y la indignación. Cada uno elige como se toma la vida.
ERC ha mantenido su apoyo al Gobierno en votaciones clave incluso después de los informes policiales más comprometedores y de la detención de altos cargos socialistas. Esta contradicción entre palabras y hechos convierte la frase de Rufián en objeto de mofa recurrente.
Incluso entre quienes reconocen que el independentismo necesita marcar distancia ante el desgaste del PSOE, la reacción mayoritaria apunta al cálculo electoral más que a la coherencia ideológica. El umbral de lo tolerable se desplaza con cada nuevo escándalo, siempre por debajo del punto de no retorno que justificaría la ruptura del pacto de legislatura.
El rechazo masivo en redes resume el sentir en una frase que se repite como un mantra: la amenaza suena a farol y, por ahora, nadie apuesta por que se convierta en realidad.





