El plan de Trump sacude la guerra en Ucrania y a Europa — Zelenski estudia el borrador de paz mientras la UE rearma y queda fuera de las decisiones clave.
La filtración de un plan de paz de 28 puntos negociado entre Estados Unidos y Rusia ha devuelto la guerra de Ucrania al terreno de la pura geometría de poder. Según ese borrador, Kiev tendría que ceder todo el Donbás, aceptar la anexión de Crimea, reducir su Ejército a unos 600.000 efectivos y renunciar para siempre a entrar en la OTAN, a cambio de vagas “garantías de seguridad” y de la reintegración de Moscú en la economía global. Volodímir Zelenski, no obstante, se ha declarado dispuesto a “trabajar de forma constructiva” con Washington sobre el texto, que sigue sin hacerse público de forma oficial.
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— Open Source Intel (@Osint613) November 20, 2025
Axios has released U.S. President Donald Trump's full 28-point Ukraine-Russia peace plan. pic.twitter.com/8fBaevNzTZ
Mientras tanto, el Kremlin insiste en que cualquier acuerdo debe abordar las “causas raíz” del conflicto y deja claro que no piensa retroceder gratuitamente de los territorios ocupados, que ya suponen casi una quinta parte de Ucrania tras los últimos avances rusos. La idea más polémica del borrador es un “alquiler” por el Donbás: Rusia conservaría el control de facto de la región y pagaría una especie de tasa para compensar a Kiev por la pérdida de recursos, en línea con el enfoque transaccional que Trump ha aplicado a otros conflictos.
El documento, en cualquier caso, sigue siendo un borrador sujeto a cambios y sin aval formal del Congreso estadounidense ni de la Rada ucraniana.
Europa ha multiplicado su gasto militar sin tener claro qué tipo de paz quiere en su vecindario oriental. Desde 2021, el presupuesto de defensa de los Veintisiete ha pasado de unos 218.000 millones a 343.000 millones en 2024, con una previsión de 381.000 millones este año, el 2,1 % del PIB de la UE. A la vez, la OTAN ha elevado el objetivo de gasto hasta el 5 % del PIB para 2035, lo que consolida un rearme estructural en el continente.
El contraste con el clima social es evidente. En Francia, el jefe del Estado Mayor, general Fabien Mandon, ha desatado una fuerte polémica al pedir al país que esté preparado para “accepter de perdre nos enfants” en una eventual guerra con Rusia, unas palabras que han sido criticadas incluso por sectores tradicionalmente atlantistas. Ese debate sobre hasta dónde llegar con el sacrificio propio llega justo cuando Ucrania afronta una ofensiva rusa renovada y un escándalo de corrupción que debilita aún más a Zelenski en casa.
Le CEMA parle, calmement, fermement : "Nos hommes et nos femmes tiendront s'ils sentent que le pays tient avec eux. Si notre pays flanche parce qu'il n'est pas prêt à accepter de perdre ses enfants, nous sommes en risque."
— Romain Mielcarek (@romainmielcarek) November 19, 2025
Le CEMA parle. Et le vacarme des ignares stratégiques… pic.twitter.com/Ize8LHoei5
El analista y editor español @francescmoreno ya analizaba haces dos meses una posible solución a este conflicto bélico: «la alternativa es continuar una guerra que Ukrania no puede ganar salvo implicación directa de Occidente».
La solución que se vislumbra : que Rusia se quede con Luganks y Donetsk, el Dombas rusófilo, y se retire de Zaporijia y Jershov será injusta pero la alternativa es continuar una guerra que Ukrania no puede ganar salvo implicación directa de Occidente que nadie parece…
— Francesc Moreno (@FrancescMoreno) August 16, 2025
Por ahora, el escenario sigue completamente abierto. Zelenski intenta ganar tiempo y mejorar las condiciones sin aparecer ante su opinión pública como el presidente que firma la amputación territorial del país. Rusia mide hasta dónde puede avanzar militarmente antes de comprometer nada por escrito. Estados Unidos busca exhibir un éxito diplomático rápido, mientras la Unión Europea trata de que su nueva arquitectura de defensa no nazca desligada de una estrategia política clara. El desenlace puede ir desde un alto el fuego imperfecto pero estable hasta el fracaso del canal secreto y una guerra enquistada sobre un mapa aún más fragmentado.
Lo único seguro es que la factura —humana, económica y política— ya no admite relatos épicos, sino decisiones difíciles.





