Debate muy candente sobre tolerancia cultural y límites de la integración en Europa. Una «influencer« islámica se ha hecho viral en redes por dar a probar hiyabs en un mercado navideño europeo, vendiéndolo como un singular e inofensivo «challenge».
Una influencer musulmana recorre mercadillos de Navidad por toda Europa pidiendo a chicas que se prueben el hiyab.
— Ignacio Arsuaga (@iarsuaga) December 2, 2025
Ahora imagina lo contrario: pedir a mujeres musulmanas en Ramadán que se quiten el hiyab.
¿Cómo crees que acabaría eso? pic.twitter.com/DYOmiuD3If
El vídeo muestra a la chica invitando a jóvenes europeas a probarse el hiyab en un mercadillo navideño, superando las 489.000 visualizaciones en menos de 24 horas y desatando cientos respuestas que reflejan una profunda incomodidiad. La pregunta es evidente: ¿qué pasaría si el gesto se invirtiera durante el Ramadán?
Si me lo ofrecieran alguna vez, lo probaría a cambio de que ella se probara mi colgante con una cruz… Sería muy interesante ver su reacción.
— Leona Coraje (@leonacoraje) December 2, 2025
No hay que imaginarlo. Sabemos cómo termina.
— Juan I. Gutiérrez (@jiglisardo) December 3, 2025
Y ni siquiera haría falta que se lo quitara. pic.twitter.com/Wcnj9VSMFs
El grueso de las reacciones destila indignación ante un doble estándar. El vídeo no es un acto inocente de intercambio cultural, sino una sutil erosión de las tradiciones occidentales en favor de prácticas de sumisión religiosa. Mientras Europa celebra la diversidad con entusiasmo, rara vez se exige reciprocidad: un gesto inverso –como desafiar el velo en un contexto islámico– sería tildado de intolerante o peor, de provocación racista, por no hablar de la furia y violencia desmedida que despertaría en la contraparte. Esta percepción de hipocresía cultural resuena en un continente donde las tensiones migratorias y el auge del islamismo político avivan el debate de la «islamización pasiva». Para muchos, el vídeo es propaganda que normaliza símbolos asociados a la sumisión femenina en espacios festivos cristianos.
No solo se señala a la influencer, sino también a las participantes europeas, a las que se acusa de ingenuidad y complacencia por aceptar el reto sin cuestionarlo.
El clamor mayoritario es claro, se exige una tolerancia bidireccional y rechaza la dilución de raíces occidentales y sus libertades en nombre de la inclusión.
El revuelo no es aislado y arroja luz sobre el debate de nuestro tiempo: una Europa en un punto de inflexión: ¿abrazar la «diversidad» a costa de sus libertades civiles, o imponer límites para preservar la dignidad? El vídeo, en su aparente ligereza, evidencia lo avanzado de la batalla cultural.
