Los resultados de las elecciones autonómicas en Extremadura son rotundos y muestran con toda claridad que el PSOE de Sánchez ha perdido el partido por goleada. Quizá pensó el presidente al elegir como candidato a Gallardo, pese a estar el hombre pendiente de sentarse en el banquillo junto al hermanísimo del presidente, ambos acusados de tráfico de influencias, podía interpretarse por el electorado como un reto del progresismo sanchista al retrógrado poder judicial del que podía salir victorioso. La situación ha recordado la letra del cante que reza “Y a mí que mi importa/que un Rey me culpe/si el pueblo es grande y me abona”. La apuesta le ha salido rana y el presidente Sánchez se ha pegado un tiro en el único pie sano que le quedaba y ahora anda renqueante con muletas tratando de estirar esta agónica legislatura cuanto pueda.
Cayó con estrépito Extremadura
Extremadura había sido un bastión del PSOE, primero, con Rodríguez Ibarra, presidente de la Junta entre 1983 y 2007, y a continuación con la presidencia de Rodríguez Vara entre 2007 y 2011. Monago del PP se hizo con la victoria en 2011 por un estrecho margen de 2 puntos porcentuales, pero Sánchez Vara logró recuperar la presidencia en 2015 por un estrecho margen de 2 puntos y consolidarla con una amplia diferencia de 14 puntos el 26 de mayo de 2919. Pero la repulsa de los ciudadanos en la mayoría de las Comunidades de régimen común a las políticas de sumisión de los gobiernos de Sánchez a las exigencias de sus socios y avalistas han ido produciendo una erosión de su base electoral incluso en las Comunidades donde el PSOE había gobernado con holgadas mayorías desde su constitución.
En las elecciones celebradas el 27 de mayo de 2023, Guardiola, candidata del PP, se impuso a los puntos y pudo formar gobierno de sus 28 diputados y los 5 diputados obtenidos por Vox. La repulsa al tándem Sánchez-Gallardo en las elecciones adelantadas celebradas el pasado 21 de diciembre ha resultado clamorosa: el PSOE ha pasado de 28 a 18 diputados, el peor resultado de historia, y si bien Guardiola logró arrancar un escaño más para quedarse en 29, fueron Vox, con un aumento espectacular de su representación de 5 en 2023 a 11 diputados en 2025 y Podemos-Izquierda Unida-Alianza Verde (P-IU-AV), que pasó de 4 a 7 diputados, los grandes vencedores. Pese al aumento de la abstención (83.532), Vox aumentó 39.960 el número de votos recibidos y P-IU-AV en 17.810. La suma de los porcentajes de voto recibido por PP y Vox fue 60,08 % y la del PSOE y P-IU-AV 35,97 %.
Las direcciones del PSOE en Extremadura y en la sede federal de Ferraz no han podido sino reconocer que el resultado ha sido pésimo. Gallardo, el candidato de Sánchez a presidir la Junta, ha tenido la decencia de dimitir, pero quien lo nombró para encabezar la candidatura y lo acompañó en varios actos electorales durante la campaña se refugió en Moncloa y dejó a sus subalternos la ingrata labor de salir a dar explicaciones. Resulta igualmente preocupante la falta de crítica interna tanto de Torró, la sustituta de Cerdán como secretaria de organización del PSOE, como de Mínguez, militante del PSC portavoz adjunta de la Junta de Portavoces en el Congreso, a las que Sánchez encomendó salir a dar la cara. La primera lo hizo para reconocer que no habían logrado movilizar a los votantes progresistas y culpar a Guardiola de “aupar a la ultraderecha”, y la segunda para afirmar con una sonrisa impostada que “estamos más fuertes y más convencidos de que somos más necesarios que nunca después del resultado obtenido ayer en Extremadura”..
Nerviosismo en las filas del PSOE
Las dos pitonisas de Sánchez han echado manos de endebles excusas para encubrir una derrota electoral sin paliativos: el tándem Gallardo-Sánchez ha obtenido en Extremadura el peor resultado en la historia del PSOE desde 1983. No, Sra. Mínguez, ni están ustedes más fuertes ni son más necesarios que nunca. Contrariamente a la cantinela repetida una y otra vez por Sánchez, la ‘ultraderecha’ y la ‘derecha’ son lo mismo, el fuerte aumento en votos y escaños de Vox y la caída en votos del PP prueban que los votantes distinguen perfectamente ambas opciones. Tanto Torró como Mínguez culparon al PP de aupar a Vox por adelantar las elecciones, cuando en realidad los únicos responsables del adelanto son Vox y el PSOE.
Vox quería anticipar las elecciones para materializar los buenos pronósticos que anticipaban las encuestas y tener mayor peso en el Parlamento extremeño. Lógico. La posición de Sánchez resulta más difícil de entender puesto que las encuestas, incluso las del CIS, vaticinaban una fuerte caída del PSOE. Sánchez hubiera preferido evitar pasar por las urnas para evitarse el previsible mal trago, pero ante la disyuntiva de respaldar los presupuestos de Guardiola o afrontar unas elecciones que se presentaban adversas, optó por la segunda, confiando que su aura presidencial y su carisma podrían obrar el milagro de movilizar al electorado ‘progresista’ y frenar el avance de la derecha y la ultraderecha. Pero los resultados en Extremadura indican que el recurso al frentismo no ha podido tapar los graves casos de corrupción que afectan de lleno al PSOE de Sánchez y a su familia más cercana. No descartaría tampoco que los actuales órganos de gobierno del PSOE hayan seguido los pasos del PSC, el partido de la diputada Mínguez, comprometido a establecer un cordón sanitario en torno al PP en Cataluña y en España desde que firmó el Pacto del Tinell en 2003, cordón o muro que luego extendería a Vox.
En todo caso, la idea avanzada por Mínguez de que cuantos más votos pierde el PSOE, más fuertes están y más necesarios son los socialistas no habrá consolado a los militantes y menos incluso a los cuadros del partido que empiezan a ver con preocupación como las políticas de Sánchez menguan en número y relevancia los puestos de trabajo disponibles para avanzar sus carreras personales. El problema del PSOE, pese a la retórica de los actuales líderes, no son el PP y Vox, sino la desafección de tantos ciudadanos de a pie, votantes socialdemócratas en muchos casos, desencantados con los engaños continuados del PSOE desde la llegada de Sánchez a la secretaría general del partido y a la Moncloa y la corrupción que ha sacudido el árbol socialista desde las raíces hasta la copa.
Gobernar a cualquier precio, incluso cuando los números no dan para asegurarse una mayoría holgada en el Congreso, obliga necesariamente a quien lo intenta a recurrir una y otra vez al engaño, a prometer una cosa y hacer la contraria, a someterse cada día a las exigencias de sus socios de gobierno (PSC y Unidas Podemos a partir de 2019 y PSC y Sumar desde 2023), y de sus numerosos avalistas en el Congreso, los partidos secesionistas catalanes (ERC y Junts) y los partidos nacional-secesionistas vascos (PNV y EH Bildu). En vísperas de las elecciones celebradas el 23 julio de 2023, un escritor catalán ‘progresista’ aún se atrevió a pedir el voto para Sánchez y hasta bien entrado septiembre de ese mismo año sostuvo muy serio en otro de sus artículos que no habría amnistía. Ahora, creo que anda algo desencantado con el PSOE-PSC y supongo que de residir en Extremadura se habría sumado a quienes han engrosado la lista de abstencionistas para sobrellevar su desconsuelo progresista sin desdoro.
Otros observadores, quizá algo más avezados e independientes, nos dimos cuenta del engaño unos cuantos años antes, cuando el PSC junto a ERC y CiU aprobaron la propuesta de Estatuto para Cataluña el 30 de septiembre de 2005, y comprendimos que los líderes del PSC y el PSOE de Rodríguez Zapatero habían dejado de defender la igualdad de todos los españoles y asumido los postulados de los nacionalistas catalanes y se mostraban dispuestos a conceder privilegios a unos ciudadanos a costa de otros. Sánchez ha convertido aquellos devaneos iniciales del PSOE de Rodríguez Zapatero en un mal sueño y los militantes y cuadros socialistas preocupados por el futuro de su partido harían bien en desalojarlo lo antes posible de Ferraz, antes de que el descalabro en Extremadura se extienda como una marea negra a toda España.
¡Buen fin de 2025 e inicio de 2026!





