Retórica del miedo. Bruselas y demás capitales europeas están elevando el tono: “hay que gastar más para evitar una guerra como la de nuestros abuelos”. Pero si por “ejércitos” se entiende simplemente más uniformados y más estructuras nacionales duplicadas, el diagnóstico no cuadra con los datos disponibles.
Según estimaciones internacionales, si se suman las fuerzas armadas de todos los Estados miembros de la Unión Europea, Europa dispone de cerca de 1,4-1,9 millones de efectivos militares activos.
Para ponernos en perspectiva, China mantiene el ejército más numeroso del mundo, con más de 2 millones de militares activos, Estados Unidos tiene alrededor de 1,3 millones de efectivos en servicio activo, mientras que Rusia ronda aproximadamente los 1,1 millones.
En términos de personal total activo en las fuerzas armadas, la suma europea ya está a la altura de Estados Unidos y supera a Rusia, aunque sigue por debajo de China. ¿La debilidad? Estos militares están divididos entre numerosos ejércitos nacionales con distintas doctrinas, idiomas y estructuras.
Los datos de inventario militar muestran que, sumando los tanques y aviones de combate de los países europeos, el continente supera a Rusia en muchos parámetros. La Unión Europea agregada cuenta con aproximadamente 3.860 tanques, frente a unos 2.000 tanques rusos. En aviones de combate, las fuerzas europeas suman alrededor de 1.590 aparatos, mientras que Rusia tiene cerca de 1.115.
Otras fuentes incluso amplían el espectro hacia comparaciones con EEUU y China, señalando que los estados europeos suman más de 2.000 aviones de combate, mientras Estados Unidos y China rondan cifras menores cuando se mira por región o tipo.
Además, en ciertos segmentos como fragatas y otros buques de superficie, Europa tiene una cantidad significativa de unidades comparada con las flotas de Estados Unidos, Rusia o China.
Si Europa ya tiene muchos efectivos y equipamiento convencional, ¿por qué líderes y estrategas insisten en aumentar el gasto?
La respuesta es estructural: no se trata solo de números brutos, sino de capacidad de combate conjunta y cohesión operativa. A diferencia de Estados Unidos o China, que tienen un mando centralizado y fuerzas integradas, los ejércitos europeos son entidades nacionales independientes con sistemas de armas distintos, logística separada y doctrinas tácticas que a menudo no son compatibles. Europa carece de un mando militar efectivamente único que pueda movilizar y coordinar todas sus fuerzas con rapidez en una crisis. Ejércitos como los de EE. UU. operan bajo estructuras conjuntas con entrenamiento y logística unificados. Gastar más sin coordinar sube la factura para el ciudadano sin mejorar las capacidades defensivas conjuntas. El peso relativo ya se tiene, allí no hay que inyectar liquidez.
A su vez, la gestión de recursos no es la mejor. Aunque Europa tiene muchos efectivos en total, falta inversión en capacidades estratégicas de proyección como transporte aéreo pesado, sistemas de mando y control, y logística interoperable. Estas capacidades permiten convertir números en poder real desplegable: gastamos mucho en defensa pero en gran parte de forma redundante, con múltiples versiones de cada tipo de tanque o avión entre distintos países, en lugar de sistemas estandarizados y compartidos.
En términos cuantitativos, Europa ya tiene un conjunto de fuerzas armadas convencionales que rivaliza con grandes potencias individuales como Estados Unidos o Rusia y que supera en algunos aspectos las capacidades rusas cuando se agrupa todo el continente.





