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Ecos independentistas: Carles Campuzano contra el independentismo

Carles Campuzano, veterano de CDC y ya en el PNC, acusa al movimiento independentista de haber «pretendido gobernar ignorando las contradicciones del país» —en El Periódico —Realos’ y ‘fundis’—. Diputado en Madrid durante siete legislaturas, acaba de descubrir —ahora, no en 2014, no en 2017— que el independentismo «ha preferido intentar desarrollar un programa político en el que la pureza ideológica, la ética de las convicciones y el dirigirte sólo a los tuyos se impusieran al pragmatismo, la ética de la responsabilidad y la aspiración de dirigirte a todos».

Campuzano cree, ahora, que no se puede ser gobernante y activista al mismo tiempo: «Se trata de decidir si tienes vocación de movimiento de protesta o mentalidad de gobierno. Si te instalas en la lógica de la protesta, el bloqueo político en Madrid, la inhibición en la política española en los aspectos económicos y sociales claves para el país y la dificultad para entender y asumir que mandas a 18.000 policías y tienes las competencias de orden público serán la norma. Si estás en la lógica del gobernar, entenderás que el diálogo con voluntad de llegar a compromisos sólidos y desbloquear el conflicto, el intervencionismo en los temas catalanes que se deciden en Madrid o la asunción plena, con todas sus consecuencias, de las responsabilidades que se derivan del hecho de gobernar será tu guía.»

Tiene una manera algo enrevesada de exponerlo, pero qué útiles hubieran sido estas reflexiones en los tiempos de las grandes palabras, de las proclamaciones inútiles, de la rebeldía dentro de los despachos. Y cuánto mejorarían, ahora, si pusiera nombre a los acusados. Sí, «podemos ver cómo se sigue tuiteando en las redes como un activista, cuando te has convertido en un gobernante», pero ¿cuesta tanto decir: Quim Torra, o antes Carles Puigdemont, sigue tuiteando en las redes como un activista cuando ya se ha convertido en un gobernante?

El manifiesto de la ruptura

Carles Puigdemont, eurodiputado español y presidente de la república catalana en el exilio, lanzó el jueves por la tarde un manifiesto titulado, en un alarde de originalidad, Junts, per Catalunya —fíjense en la coma—, firmado por cincuenta destacados políticos dispuestos a romper con el PDECat, antes CDC, que es donde la mayoría han hecho carrera y conseguido cargos, y fundar un nuevo partido. Dicho con sus propias palabras: «Asumimos la responsabilidad de impulsar la constitución en forma de partido [del] espacio político que desde diciembre de 2017 se ha articulado en torno a Junts per Catalunya.»

No mencionan el partido que dejan atrás, más allá de esta afirmación: «Es la hora de la generosidad y la responsabilidad, el momento de abandonar tensiones estériles y miradas muy a menudo egocéntricas y enfocadas al pequeño espacio de cada uno. Hay que salir nuevamente de la zona de confort…» Se deduce que los que no lo vean de la misma manera serán acusados de irresponsables y egoístas por sus hasta hoy mismo compañeros.

El «partido nuevo» que van a inaugurar el próximo 25 de julio —día de Santiago Apóstol, patrón de España— contará con «plurales tradiciones ideológicas», pero no mencionan cuáles, con lo que nos quedemos sin saber si un liberal partidario de bajar impuestos podrá convivir en él con un socialdemócrata dispuesto a subirlos.  

Culmina el manifiesto con una frase que parace haber salido de un bombo donde girasen palabras al azar: «La nación catalana nos reclama al conjunto del país seguir incansablemente el trayecto hacia la independencia para ganar el curso de la historia.» El manifiesto, en twitter, circula con el hashtag #Jotambéhiseré, que a cualquier catalán le evoca inmediatamente una canción infantil: «Cargol, treu banya, puja a la muntanya (…) jo també vindré!»

Compuestos y sin Puigdemont

Marc Solsona, portavoz del PDECat, en declaraciones a Catalunya Ràdio, reconoce la ruptura, pero sólo a medias ya que afirma que continúan abiertos a un acuerdo: «Nosotros entendemos que la suma se hace sumando, no eliminando algunos de los actores que puedan sumar.» ¿Qué más hará falta para que entiendan que, en el nuevo proyecto de Puigdemont, se considera que no suman sino que restan?

El Punt analiza el peso de unos y otros en las instituciones</a>: «De los 34 diputados de JxCat —ahora sólo son 33 porque al presidente Quim Torra le fue retirado el escaño a raíz de la sentencia del TSJC— sólo 13 están afiliados actualmente al PDeCAT. Hay que tener en cuenta, sin embargo, que buena parte de los consejeros del gobierno de la Generalitat están afiliados al partido demócrata, pero dejaron de ser diputados al acceder al cargo y actualmente sólo el jefe del Departamento de Interior, Miquel Buch, tiene la doble condición de consejero y diputado. El resto de consejeros, Damià Calvet, Ángeles Chacón, Jordi Puigneró y Meritxell Budó, no ocupan escaño pero están afiliados al partido demócrata. Calvet y Budó han sido los primeros en firmar el manifiesto del nuevo partido. El resto de miembros del grupo parlamentario, 19 diputados, son independientes pero la mayoría del grupo se mantiene fiel a la figura de Puigdemont y son partidarios de la creación de un nuevo partido.»

Dejar a Puigdemont hacer y deshacer en JxCat se convirtió en un quítate tú para ponerme yo. Ahora es demasiado para hacerse los sorprendidos. Salvador Cot, en el Món, elogia a Puigdemont, personatge i estratègia, y cree que, sin él, «el PDeCAT se convierte en una herramienta anticuada y anclada todavía en un régimen que cae a cámara lenta». 

La contraposición entre vieja y nueva política no significa nada, pero sirve a analistas y tertulianos para escribir unas cuantas frases más. Al cabo de cuarenta años de militar allí mismo, Puigdemont se convierte en representante de la «nueva política» y los que no le siguen en sus correrías, serán descalificados como pertenecientes a la «vieja política»: «La vieja política de un país que ya no tiene incentivos para retroceder hasta la época en que CiU y PSC se repartían incluso las oportunidades de corrupción.» 

Incluso como cómplices de la represión: «El grueso de las clases medias hace tiempo que considera ilegítimo del Estado que los hizo pasar por el 1-O y que mantiene intacta la voluntad represiva.» ¡El grueso de las clases medias!

Ilusiones y desconfianzas

Joan Puig, en la República, ha quedado tan fascinado con la jugada de Puigdemont que ve en ella incluso la gran oportunidad de ERC si quiere ganar las próximas elecciones</a>: «ERC debería pedir a su entorno de las redes que no se metan con la reformulación del espacio alrededor del presidente. Les deberíamos dar la bienvenida y prepararnos realmente para ganar.» ¿Que «ERC debería pedir…»? Si alguien creía que los hiperactivos usuarios de las redes sociales expresan sus propias y espontáneas opiniones, aquí tiene un argumento en contra. La mayoría son teledirigidos por organizaciones para vehicular la consigna del momento. 

Joan Puig, que tal vez sí piensa por su cuenta, aunque no demasiado, tiene su propuesta para los de Junqueras: «Ahora que todo el mundo ya ve el fraude que es Pedro Sánchez, es el momento de que ERC se cargue la mesa de diálogo por los incumplimientos del gobierno español. Hay que replantear la estrategia si ERC quiere ganar las próximas elecciones. ERC no se puede permitir volver a ser superados por el espacio de Puigdemont (…) ERC debe olvidar la idea de que es posible un frente amplio con los federalistas de Podemos y los Comunes, que ni siquiera son federalistas. ERC ha de salir diciendo que puede liderar un verdadero gobierno independentista que prepare el choque definitivo con el estado español.» 

Nada nuevo bajo el sol de Cataluña. En la próxima campaña electoral seguirá la competición por ver quién es más independentista y quién se prepara mejor para enfrentarse al Estado.

Iu Forn, en El NacionalEl tercer grado y un nuevo partido indepe —aún no se cree que la ruptura vaya en serio: «No fuera que no se trate de tener un Partido del Presidente y mantener el PDeCAT como refugio de los partidarios de circular por el carril de vehículos lentos para acabar pactando una coalición electoral.»

Y manifiesta un cierto agotamiento ante la situación actual de la política catalana: «En el tema partidos políticos (…) el objetivo es que cada indepe tenga su propio partido. Pero no para proponer nada, no, sino para insultar y desacreditar a los otros siete millones y medio de partidos existentes. Esquerra, PDECAT, JuntsXCat, la Crida, el nuevo Partido del President, el Partido Nacionalista, Lliures, Units per avançar, Convergents, Demócrates, Lliga Democràtica, las dos almas de la CUP y los que me dejo. Sólo falta el partido del Yo Mismo.»

Juntos para cabrear

Twitter es como una barra de borrachos bien entrada la madrugada. No hay que hacer mucho caso de lo que se dice, pero a veces alguien medio en broma da con la clave que define una situación. 

El usuario @DavidGR1714 escribió hace dos días en un tweet: «Tal vez no nos llevará a la independencia pero votando a Puigdemont cabreamos a Vox, Ciudadanos, PP, PSOE, Comunes, ER, la CUP, Espanya, La Vanguardia, El Periódico, el Ara, TVE , TÑ3 [sic: por TV3], Antena 3, La Sexta, T5, 13TV, la Ser, CatRàdio y la COPE. Esto no tiene precio.» 

Puigdemont podría recoger de todas partes un voto de protesta, contra todo y a favor de nada. La frustración que nace de las ilusiones exageradas, en lugar de pasarle factura, va a mantenerlo en primera línea.

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