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En medio del desastre, el candidato Aragonés busca su sitio

Acusa a los Borbones de ser una "organización criminal" y dice que la monarquía es "corrupta por definición"

El vicepresidente del Govern y líder de ERC, Pere Aragonés.
El presidente en funciones de la Generalitat, Pere Aragonés. Foto: Europa Press

Cada vez son más los que dan por hecho que las elecciones en Cataluña se celebrarán el domingo 4 de octubre. De ser así, aprovecharían el tirón del tercer aniversario del referéndum ilegal del 1-O y la celebración de la Diada del 11S como parte de la campaña electoral. El independentismo no parece que vaya a concurrir unido a las urnas, tal y como ha intentando Carles Puigdemont. Y las formaciones separatistas comienzan a engrasar sus maquinarias electorales en un escenario en el que la pandemia del COVID-19 compartirá protagonismo con los ya tradicionales referéndum por la independencia y amnistía de los llamados «presos políticos».

ERC concurre a las elecciones en una situación difícil que nada tiene que ver con la que atravesaba en enero, cuando se veía ganadora según las encuestas. Era el momento en el que intentaba rentabilizar el éxito de haber logrado el compromiso del Gobierno de Pedro Sánchez de abrir una mesa de negociación entre la Generalitat y el Estado, con la amnistía y la consulta separatista como temas estrella. La ruptura con JxCat tras la inhabilitación de Quim Torra y el COVID-19 han dado al traste con esas buenas perspectivas. Y ahora su candidato, Pere Aragonés, busca recuperar terreno aunque para ello tenga que realizar declaraciones explosivas como las de este fin de semana, cuando se ha referido a los Borbones como «organización criminal«. «La monarquía», ha dicho Aragonés en un acto de ERC en Monblanc recogido por Europa Press, «solo puede ser corrupta por definición». No ha llegado, sin embargo, a aquel «visca la república i mori el Borbó» de Joan Tardà.

La campaña del COVID-19

De plató en plató y de entrevista en entrevista, Aragonés parece intentar mostrarse como líder de una formación que no ha salido indemne de la gestión de la crisis del COVID-19. ERC ha gestionado y gestiona las dos áreas más afectadas por la pandemia: Salud y Asuntos Sociales, con Alba Vergés y Chakir el Homrani al frente. Al desastre sanitario, social y económico se suman despropósitos como el del contrato a dedo de una empresa dirigida por el hermano de Oriol Junqueras para el rastreo de contactos de enfermos de coronavirus. Un contrato de casi 18 millones de euros otorgado a una filial de Ferrovial sin experiencia en este campo, que provocó duras críticas por parte de los profesionales de la sanidad y que llevó a Torra a anunciar que había ordenado la cancelación del mismo. Algo que, sorprendemente, no ha sucedido.

La consellera de Salud, la republicana Alba Vergés, en el Parlament (Europa Press).

En este escenario, Aragonés debe presentarse como líder de una formación que, además, ha recibido duras críticas por su apoyo a las prórrogas del estado de alarma que, desde Cataluña, rechazaba el mismo Quim Torra. Un presidente que lo mismo exigía un confinamiento más duro y largo que criticaba cualquiera de las ampliaciones del estado de alarma y el consiguiente encierro. De nada han servido los acuerdos alcanzados entre el PSOE, Unidas Podemos y los republicanos y negociados directamente por Aragonés. Buena parte del independentismo ha criticado esta postura dialogante de ERC y sobre la formación planea desde hace meses la acusación de «autonomista«.

Y, enfrente, el líder nato Puigdemont

No acaban aquí los problemas de Pere Aragonés para destacar como líder de ERC o del independentismo en general, como sí pudiera haber sucedido con Oriol Junqueras. El actual jefe de los republicanos tiene enfrente a un duro y carismático competidor. A Carles Puigdemont le ha sentado bien el exilio de cara al votante separatista. Lo contemplan como un líder dispuesto a cualquier sacrificio y, en este sentido, el ex presidente juega bien sus cartas. Amortizado JxCat y con el PDeCAT en situación de crisis total, Puigdemont presentará el día 25 una nueva formación independentista bajo cuyas siglas se presentarán el centro y la derecha separatistas.

El expresidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, saluda a los asistentes a su mitin en Perpiñán.

Fugado de la Justicia, eurodiputado y presidente del Consell per la República, el ex presidente domina mejor que Pere Aragonés la imagen y el marketing electoral. De ahí que muchos crean que llevará como número dos de su candidatura a la propagandista y periodista Mónica Terribas, que el viernes anunció por sorpresa que dejaba Catalunya Ràdio y su millonaria remuneración porque «el engranaje chirría». Otro de los que se ha ofrecido insistentemente para entrar en política es el actual presidente de la Cambra de Comerç de Barcelona, Joan Canadell, quien en el pasado ha hecho campañas por Puigdemont como la consistente en llevar consigo máscaras con la cara del presidente en cualquier circunstancia.

El presidente de la Cambra de Comerç, Joan Canadell, con la careta de Carles Puigdemont en su coche.

Así las cosas, lo que en enero parecía un paseo para ERC hacia la presidencia de la Generalitat se ha complicado enormemente y no precisamente por culpa del COVID-19. El pacto con la derecha independentista parece difícil aunque, obviamente, no es imposible. Y sube puntos la tesis de que los republicanos están más por un gobierno de coalición con el PSC y los comunes, que haga bandera del diálogo y la negociación con el Gobierno central y aparque para mejores tiempos la declaración unilateral de independencia que defienden Puigdemont y los suyos. Serán, en cualquier caso, las urnas las que despejen las dudas.

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