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Junqueras y Puigdemont se hablan, a saber de qué

El líder de ERC, Oriol Junqueras. EFE.

Oriol Junqueras fue entrevistado por el director de TV3 en horario de máxima audiencia. La frase con que la web de la cadena titula la grabación, Qui qüestioni el que hem fet fins ara que vingui i es passi 3 anys a la presó, dice bastante de la actitud con que afronta el futuro inmediato.

Antoni Bassas, en el Ara, habla del junquerismo endurecido: «Junqueras exhibió explícitamente durante toda una hora el alto concepto que tiene de sí mismo, la autoestima que siente por su personalidad, por su trayectoria y por el precio que está pagando.(…) Ya hace años que Junqueras dijo que el “junquerismo es amor”. Ayer vimos que el junquerismo es un amor endurecido por la prisión, por el paso por la cárcel.» Será la cárcel o serán las diferencias políticas dentro del independentismo, pero la blandura exhibida en otros tiempos está retrocediendo ante un tono más agresivo y contundente.

Junqueras sigue siendo partidario de mantener una mesa de diálogo con los socialistas en Madrid pero se muestra claramente contrario a negociar con los socialistas en Cataluña, quienes «tendrán trabajo para aguantarme la mirada» por haber «aplaudido la represión». Sobre Carles Puigdemont, afirma que mantienen una relación muy cordial y que hablan varias veces por semana. Haría falta saber de qué.

Un vicepresidente desleal

Ahora que parece inminente la aparición del libro de PuigdemontM’explico. De la investidura a l’exili—, llegan avances editoriales a los medios. ACN destaca esta frase más de un año anterior al 1 de octubre de 2017: «No quiero ir con un vicepresidente desleal a una etapa tan dura». 

Afirma la agencia: «Recoge encuentros, conversaciones, cartas y mensajes de texto, en una radiografía detallada del día a día en Palacio y, también, de las sensaciones de un presidente que se siente «solo» y que «no es feliz» en uno de los momentos más relevantes de la historia reciente de Cataluña. El libro retrata la falta de acuerdo y de entendimiento con España pero también, y sin rodeos, las discrepancias, las «miserias» y «debilidades» de los protagonistas de la política catalana.» Si uno no es feliz en su cometido, y encima no se siente bien acompañado, no debería intentar llevar a su país a la cumbre de la felicidad, es decir a la república catalana; algo no cuadra.

En cuanto a las relaciones, tanto personales entre Puigdemont y Junqueras, como de partido entre PDECat y ERC, destaca esta actitud del primero, cuesta decir si de ingenuidad o de altanería: «El 130º presidente confiesa que su antecesor en el cargo, Àrtur Mas, le había advertido que “uno de los peligros era la probable deslealtad de Esquerra”. “No me lo creí. Pensé que sería capaz de enderezar la situación, que conmigo sería diferente”, admite Puigdemont.» 

Es sólo una versión, pero todo parece indicar que la desconfianza era abierta y continua entre ambos socios de gobierno, algo ya de por si grave, pero más si al mismo tiempo eran aliados de aventuras fuera de la ley. «Puigdemont y Junqueras intentan acercar posiciones en una cena el 14 de febrero del 2017, cuando Sergi Sol, asesor republicano, dice que el proceso no saldrá bien si no están “decididos y conjurados a llegar hasta el final”. El presidente sale de aquel encuentro más convencido pero sin haber desvanecido algunos de sus recelos con respecto a los republicanos. Ambos son contundentes en un consejo ejecutivo el 11 de abril en descartar elecciones y apostar por el 1-O.»

Siguiendo la lógica de traidor el último, no hay vuelta atrás y nadie está dispuesto a reconocer que, en política, si parece inevitable, no es política. «El 1-O se celebra y Puigdemont dice que es a partir de entonces cuando se entra en «terreno desconocido». Los días posteriores, especialmente con la declaración suspendida de independencia, Puigdemont se siente cada vez más «abatido» y hay mucha «tensión» dentro del Gobierno. Considera que el Estado le ha traicionado haciéndole creer que había una opción por el diálogo (…) La situación se tensa cada vez más a medida que se acerca el 27-O. Puigdemont llega a estar convencido de la convocatoria de elecciones autonómicas. Pero la falta de garantías de Madrid de que no se aplicará el 155 y la presión de ERC —y de algunos de los consejeros del PDECAT— le acaban haciendo cambiar de opinión. “Lo que es una verdadera falta de respeto son las acusaciones de traidor que algunos esparcen por las calles”, dice en una tensa reunión con diputados de JxSí.

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