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OPINIÓN |Simón el Fariseo

El director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, Fernando Simón Foto: Europa Press

Cuando procedía el miércoles 13 de agosto a poner al día mis ficheros de casos totales, muertos y recuperados por COVID-19 con las cifras que proporciona puntualmente la página ‘worldometer’s Coronavirus update’ para casi todos los países del mundo, me llevé una sorpresa mayúscula. Al llegarle el turno a España e introducir los nuevos datos vi con asombro que el número de casos totales (TC) del 12 de agosto se reducía en 18.011 personas, pasando de 376.864 que había anotado en mi fichero el día anterior a 358.853. Me pregunté si estábamos ante un nuevo ‘milagro’ a sumar a la larga lista de revisiones inexplicadas que han sufrido las estadísticas de COVID-19 en España desde que se inició la epidemia y sobre las que el incombustible augur Fernando Simón, director del Centro de Coordinación de Alarmas y Emergencias Sanitarias (CCAES), pasa de puntillas en las ruedas de prensa televisadas que ofrece desde el palacio de La Moncloa cada día.

En artículos anteriores, ya denuncié varias anomalías detectadas en los datos de España. Primero, alerté sobre las increíbles cifras de nuevos recuperados (NR) que se registraron el 26 de abril, 22.019, y de nuevo el 1 de mayo, 9.026. Mayor perplejidad me produjo incluso la insólita resurrección de 1.915 ‘lázaros’, cuando el gobierno redujo la cifra total de muertos (TD) atribuidos al Covid-19 de 28.752 el 14 de mayo a 26.837 al día siguiente. Pero, la mayor crítica que cabía hacer hasta el 13 de agosto a la gestión informativa del SIS (Sánchez-Illa-Simón) es que el gobierno de España dejará de actualizar la cifra de total recuperados (TR) el 18 de mayo. A partir de ese día, los ciudadanos dejamos de saber cuántos casos activos (AC) hay en España, puesto que la cifra de recuperados resulta indispensable para calcular la de activos: AC=TC-TD-TR, resultando por ello imposible evaluar la evolución de la epidemia y sopesar juiciosamente los riesgos socio-sanitarios derivados. En particular, quiero subrayar la irresponsabilidad del presidente Sánchez al anunciar el 23 de mayo el inicio de la desescalada desconociendo el número de casos activos que había en España. Un nuevo dislate.

La última revisión de las cifras históricas de casos totales realizada permite confirmar que no estamos ante un mero ajuste de las cifras de unos pocos días, como había ocurrido en ocasiones anteriores, sino ante una modificación integral de la serie histórica que se remonta al inicio de la epidemia, y altera radicalmente la valoración de la situación epidémica a finales de febrero y comienzos de marzo. En concreto, las cifras de casos totales tras estas revisiones indican que el número de infectados en España era muy superior al que Simón e Illa reconocían en sus comparecencias televisivas con anterioridad al 8 de marzo, cuando se dedicaban a tranquilizar a los ciudadanos mientras los contagios, según sabemos ahora, se extendían sin control por toda España. Por ello, ambos dos, junto con el presidente Sánchez, son los máximos responsables del colapso del sistema sanitario en la segunda quincena de marzo y abril, de la infección de decenas de miles de personal sanitario y de haber convertido las residencias en ratoneras mortales para nuestros mayores.

El asunto tiene mucha miga

Desde el 31 de enero en que Simón afirmaba que «España no va tener, como mucho, más allá de algún caso diagnosticado» hasta el 9 de marzo, el riesgo de contagiarse en España resultaba inexistente. En su comparecencia del 2 de marzo, Simón confortaba a los españoles confiándoles la buena nueva de que en España sólo había «alrededor de 115 casos» de coronavirus, y pese a reconocer que se había producido un aumento sustancial respecto al día anterior, Simón se limitaba a anunciar que se estudiaría «cambiar el nivel de alerta en Vitoria-Gasteiz y en Torrejón de Ardoz». Y a la pregunta de un periodista sobre las manifestaciones convocadas el 8.M, Simón le recordaba que «hasta ahora España nos mantenemos en fase de contención» y de momento «no se recomienda suspender eventos sociales, como por ejemplo lo del día 8». Ese mismo día, por cierto, la OCDE publicaba un informe en el que rebajaba 5 décimas el crecimiento del PIB en España en 2020, de 1,8% a 1,3%, y reducía en 3 décimas el crecimiento de la Eurozona.

El viernes 6 de marzo, Simón confirmaba 345 casos, pero afirmaba que «ahora mismo, la inmensidad del territorio español no ha detectado ningún caso, no hay por qué cambiar la vida social ni nada». El sábado 7 de marzo, Simón esbozaba una sonrisa de suficiencia cuando una periodista le trasladaba la inquietud creciente de los profesionales sanitarios ante una posible avalancha de ingresos hospitalarios, y respondía que la palabra ‘avalancha’ era excesiva para calificar la situación, visto que ese día sólo había 441 casos en toda España y el riesgo de transmisión comunitaria «no había aumentado significativamente» sino que, más bien al contrario, mejoraba. Y a una nueva pregunta sobre si había riesgo en asistir a las manifestaciones programadas por organizaciones feministas en toda España al día siguiente, Simón respondía «si mi hijo me pregunta si puede ir, le voy a decir que haga lo que quiera». La aguda mirada de águila del SIS parecía tener todo atado y bien atado.

No había en España unos pocos cientos de infectados sino miles de contagiados ya en esas fechas

La imagen que Simón proyectaba en aquellos días en que la cifra de muertos se contaba con los dedos de las manos era la de una persona serena, buen conocedor de la materia y muy consciente del riesgo que entrañaba el COVID-19 para la sociedad española. Con unos pocos centenares de casos confirmados hasta el 7 de marzo y casi todos ellos «asociados a grupos bien identificados», parecía razonable concluir, como hizo Simón que no «hay por qué cambiar la vida social ni nada». Pero las nuevas cifras de casos totales que hemos conocido estos días indican que las cifras que comunicaba el director del CCAES no eran ligeramente erróneas, como sería razonable esperar por la dificultad de recopilarlas, sino que eran sencillamente disparatadas: no había en España unos pocos cientos de infectados sino miles de contagiados ya en esas fechas. Muchas son las cuestiones que plantean los datos revisados y a las que Sánchez, Illa y Simón deberían responder ante la sociedad española, ante el Congreso, y por qué no, incluso ante los Tribunales.

Comparando las cifras casos totales revisadas y originales nuevas y originales

Los lectores me perdonarán una vez más por recurrir a cuadros y gráficos para aclarar lo sucedido, pero resulta totalmente indispensable recurrir a ellos. El Cuadro 1 presenta para la segunda quincena de febrero, columna 1, y la primera quincena de marzo, columna 5, las cifras de casos totales (TC, columnas 2 y 5) y las cifras revisadas de casos totales (TC Rev., columnas 3 y 6. En las columnas 4 y 7, TC Rev. – TC Ori., se presentan las diferencias entre los valores de la serie revisada y la serie que veníamos empleando hasta el 12 de agosto.

Cuadro 1. Casos totales series revisadas y originales, 15 de febrero-15 de marzo
Fuente: elaboración propia a partir de datos publicados en la página worldometer`s Coronavirus Update.

Las enormes diferencias entre las dos series durante la segunda quincena de febrero y la primera quincena de marzo demuestran que las cifras que Simón e Illa nos mostraban aquellos días nada tenían que ver con la realidad. A finales de febrero y comienzos de marzo, ambos podían alardear de que en España no había transmisión comunitaria, mientras que en realidad la infección se extendía sin ningún control y el gobierno de Sánchez no veía necesidad de adoptar ninguna medida preventiva. El 2 de marzo, por ejemplo, cuando Simón afirmaba que en España había 115-120 casos (120 en el Cuadro 1), las nuevas cifras indican que el número de infectados era 3.388. Y el 7 de marzo, cuando Simón aseguraba que con 411 casos (401 en el Cuadro 1) no había por qué cambiar la vida social ni nada, ni motivo alguno para temer una avalancha de casos que pudieran colapsar el sistema hospitalario, y cuando dejaba al libre albedrío de los ciudadanos acudir a las manifestaciones del 8-M, la cifra de infectados era ya de 8.102. El 14 de marzo, cuando Sánchez anunció la declaración de estado de alarma, el número de infectados en España no era 6.391 como nos dijeron entonces, sino 46.565 y estaba aumentando a tasas vertiginosas.

Gráfico 1. Casos totales series revisada (TC Rev.) y original (TC Ori.) 14 febrero-20 agosto
Fuente: elaboración propia a partir de datos publicados en la página worldometer’s Coronavirus Update

El Gráfico 1 muestra la evolución de la serie de casos totales (TC serie original, línea amarilla) que Simón empleaba en sus ruedas de prensa para confortarnos y la serie revisada (TC serie revisada) que debería haber hecho sonar todas las alarmas en el CCAES y en el Gobierno. El lector puede comprobar a simple vista las importantes diferencias, pero a fin de facilitar la comparación he incluido en el gráfico las cifras de varios días: 401 frente a 8.102 el 6 de marzo; 6.391 frente a 46.565 el 14 de marzo; 42.058 frente a 132.189 el 24 de marzo; y 95.023 frente a 171.559 el 31 de marzo. En los primeros días de marzo, las tasas de crecimiento de casos totales eran tan elevadas que el número de casos se duplicaba aproximadamente cada 3 días como se puede comprobar en el Cuadro 1: 3.388 casos el 2 de marzo; 6.450 el 5 de marzo; 12.163 el 8 de marzo; 25.072 el 11 de marzo; y 54.640 el 15 de marzo. De haber manejado las cifras revisadas, Simón debería habernos alertado a los ciudadanos de la inminencia de una catástrofe humanitaria, en lugar de tranquilizarnos y transmitirnos un optimismo carente de fundamento alguno en aquellos días críticos marzo.

Gráfico 2. Diferencia en casos totales de las series revisada (TC Rev.) y original (TC), 15 de febrero-31 de mayo
Fuente: elaboración propia a partir de datos publicados en la página worldometer`s Coronvirus Update.

La epidemia se estaba propagando a gran velocidad en España muchos días antes de que Sánchez decretara el estado de alarma

El Gráfico 2 muestra la diferencia entre las series de casos totales revisada (TC Rev.) y la serie (TC Ori.) que manejaban Simón e Illa. El error absoluto es 761 el 24 de febrero; 1.601 el 28 de febrero; 3.262 el 2 de marzo;7.701 el 6 marzo; 40.174 el 14 de marzo, el día en que se declaró el estado de alerta; y alcanzó su máximo de 90.131 el 24 de marzo. Estamos hablando de errores de medición nada habituales que afectan no a las decenas o centenas de las cifras, sino a los millares y decenas de millares. Errores tan abultados permiten afirmar que las cifras que los portavoces del gobierno Sánchez presentaba cada día a los ciudadanos en televisión, primero con suficiencia y más tarde con rostros compungidos, infravaloraban en miles y hasta en decenas de miles la extensión de la epidemia en España en la segunda quincena de febrero y la primera quincena de marzo. Y permiten también concluir que la epidemia se estaba propagando a gran velocidad en España muchos días antes de que Sánchez decretara el estado de alarma el 14 de marzo y el gobierno empezara a improvisar medidas para afrontar la avalancha, sí, Sr. Simón, avalancha de casos, que estaba colapsando el sistema hospitalario y los centros de atención primaria, una posibilidad que usted había ridiculizado en su comparecencia el 7 de marzo.

¿Cuándo debería haberse decretado el estado de alarma en España?

Para responder a esta pregunta vamos a hacer un ejercicio muy simple. Primero, vamos a constatar cuál era la situación de la epidemia el 14 de marzo, el día que el gobierno juzgó necesario decretar el estado de alarma y, a continuación, determinaremos cuándo debería haberla decretado a la luz de la serie de casos totales revisada. El Cuadro 1, nos permite comprobar que con las cifras que manejaba Simón e Illa, el 14 de marzo había 6.391 casos de Covid-19 en España y el aumento respecto al día anterior había sido de 1.159. Si buscamos en la serie revisada cifras similares, encontramos que el 4 de marzo había en España 5.158 casos y 6.450 un día después. La conclusión es que el gobierno de Sánchez debería haber decretado el estado de alarma como muy tarde el 4 o 5 de marzo.

Si el SIS hubiera cumplido con sus obligaciones de recopilar datos con puntualidad e informado verazmente de lo que estaba ocurriendo a los ciudadanos, en lugar de contarnos milongas y asegurarnos que todo estaba controlado, muchos de los fallecidos en marzo, abril y mayo de 2020 por COVID-19 podrían estar todavía hoy entre los vivos. Quiero terminar formulando dos preguntas retóricas dirigidas a Simón, y digo retóricas porque lo hago sin ninguna esperanza de que el interpelado se sienta aludido y se digne a responderlas:

  • Primera: sería muy deseable que Simón (y también Illa y Sànchez) nos explicasen a los ciudadanos, especialmente a los familiares de los 44.000 fallecidos por Covid-19 entre mediados de marzo y mediados de mayo, qué información adicional a que ya disponían en febrero y marzo de 2020 explica el drástico aumento de las cifras de casos totales en la fase inicial de la epidemia.
  • Segunda: Simón (y también Illa y Sánchez) debería también aclararnos desde cuándo sabe que las cifras que ofrecían en sus comparecencias en febrero y marzo infravaloraban de forma tan grosera la magnitud de la epidemia en España.

Como profesional de las ciencias sociales me parece indispensable aclarar ambas cuestiones, porque si bien la credibilidad que los ciudadanos otorgan a las afirmaciones de políticos como Sánchez e Illa es probablemente escasa, no ocurre lo mismo cuando esas opiniones las respalda un profesional como Simón, cuya sola presencia les otorga visos de respetabilidad científica.

¿Ineptitud o engaño deliberado?

Todo indica que el gobierno ‘progresista’ Sánchez-Iglesias tenía cosas más importantes de las que ocuparse que seguir las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud incluidas en el informe conjunto elaborado con el gobierno de China, publicado el 28 de febrero, entre las que ocupaba un lugar destacado preparar el sistema sanitario y las residencias de mayores para hacer frente a la epidemia. Un repaso a los medios de comunicación en febrero y la primera quincena de marzo indica cuáles eran las preocupaciones de La Moncloa: asegurarse el apoyo del PNV y los partidos secesionistas catalanes transfiriéndoles nuevas competencias e inyectando más recursos a los gobiernos de El País Vasco y de la Generalitat de Cataluña; aprobar dos nuevos impuestos, el Impuesto sobre determinados servicios digitales (IDSD) y el Impuesto sobre transacciones financieras, pese a las advertencias de sanciones de Estados Unidos; armonizar los impuestos sobre patrimonio, sucesiones y donaciones; elevar sustancialmente el impuesto de matriculaciones de vehículos; garantizar por ley la subida de las pensiones con el IPC; elevar el Indicador Público de renta de efectos múltiples (IPREM); aprobar el ingreso mínimo vital; etc.

El gobierno Sánchez-Iglesias estaba comprometido a impulsar las manifestaciones convocadas por organizaciones feministas en toda España el 8 de marzo, a pesar de que la epidemia avanzaba a toda máquina

En el terreno estrictamente populista, el gobierno Sánchez-Iglesias estaba comprometido a impulsar las manifestaciones convocadas por organizaciones feministas en toda España el 8 de marzo, a pesar de que la epidemia avanzaba a toda máquina. Produce casi hilaridad escuchar a Simón en su comparecencia en La Moncloa el 7 de marzo justificar las manifestaciones del 8-M aduciendo que, a diferencia de la maratón de Barcelona, estas convocatorias estaban dirigidas a ciudadanos nacionales, y aunque no pudiera descartarse la presencia de algunos extranjeros procedentes de zonas de riesgo, participar en ellas no suponía un riesgo comparable. Eso decía Simón cuando España entera, pero muy especialmente las ciudades de Madrid y Barcelona, donde tuvieron lugar las manifestaciones más multitudinarias, eran ya en aquellas fechas zonas de alto riesgo en las que se estaba produciendo transmisión comunitaria.

Algunos españoles perplejos y otros con la mosca detrás de la oreja, llevamos tiempo preguntándonos por qué el 14 de marzo se decretó el estado de alarma cuando sólo unos días antes Simón había declarado sin pestañear: «ahora mismo, la inmensidad del territorio español no ha detectado ningún caso, no hay por qué cambiar la vida social ni nada». La única forma de saber a ciencia cierta la verdad sería que Sánchez, Illa y Simón nos revelaran la información de que disponían entonces, algo que nunca va a ocurrir. Pero lo que sí sabemos hoy es que las cifras con que nos confortaban en sus comparecencias infravaloraban de manera grosera la magnitud e la epidemia, resultando muy difícil alejar la sospecha de que su propósito era justificar la inacción del Gobierno en la segunda quincena de febrero y la primera quincena marzo y exculparlo de responsabilidad por la catástrofe humanitaria y la recesión económica, ambas más graves de lo que podrían haber sido de haber adoptado medidas para paliarlas.

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