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Elisenda Paluzie: un 11-S con menos riesgo que en la playa

La presidenta de la ANC, Elisenda Paluzie; el vicepresidente, David Fernández; la secretaria de la entidad, Patricia Sierra, y el tesorero, Carles Xavier Gómez/ Europa Press

El gobierno Torra no participará en las manifestaciones del 11 de septiembre. «Se trata del primer año, desde que comenzó el procés, que el Govern no participa de manera activa en los actos» de la ANC. La portavoz, Meritxell Budó, «ha dado a entender que se trata de una decisión con un componente de ejemplaridad en plena lucha contra el coronavirus.»

¿Qué ejemplo puede dar un gobierno que no se atreve a gobernar? Si este gobierno tiene competencias en cuestión de manifestaciones, que las tiene; si este gobierno tiene influencia, por decirlo de alguna manera, en los convocantes de los actos de la Diada, que la tiene; si este gobierno cree que no es buena idea el trasiego de desplazamientos y concentraciones que se producirán, debe actuar en consecuencia.

Vilaweb entrevista, oportunamente, a la presidenta de la ANC, Elisenda Paluzie, quien afirma que en las concentraciones del 11 de septiembre hay menos riesgo que en la playa. Una generalización gratuita: depende del comportamiento de la gente. Por un lado, en las concentraciones el servicio de orden puede imponer más disciplina de la que existe en las playas; por otro, en éstas no se producen tantos contactos interpersonales como los que se dan en encuentros masivos. 

Paluzie intenta tranquilizar a sus seguidores y población en general: «La ANC ofrece todas las garantías sanitarias en estas concentraciones. Y las instrucciones que tienen nuestras territoriales es que no se formen grupos cuando se acaben las concentraciones.» Nadie puede creer que la ANC pretenda que se registren más contagios pero es legítimo dudar que las instrucciones se cumplan a rajatabla, máxime cuando la euforia propia del momento puede incrementar la despreocupación.

En todo caso, a dos días del 11 de septiembre, el gobierno ha preferido, aunque sea tímidamente, no animar a la participación.

Rehacer Cataluña

Fernando Sánchez Costa, presidente de Sociedad Civil Catalana, pide desde La Vanguardia: ¡Paremos la decadencia, rehagamos Catalunya! y denuncia los efectos de la inestabilidad que el proceso independentista ha propiciado, con datos demoledores: 

«La caída de las inversiones extranjeras en Cataluña en el trienio 2017-2019 es aterradora. En el ranking de competitividad de las 271 regiones europeas, del 2010 al 2019 Catalunya ha pasado de la posición 103 a la posición 161. ¡Ha caído 58 posiciones en 9 años y ha quedado por detrás de la media europea! Y lo mismo ocurre con el atractivo de Barcelona: entre las ciudades europeas ha pasado del puesto 4 en el 2011 al puesto 11 en el 2019. De Cataluña, pues, huyen sociedades e inversiones. Aragón, Valencia y sobre todo Madrid han recogido aquello que el proceso ha echado.»

También pone en el debe del proceso la pérdida de la cohesión social y el desprestigio de las instituciones. Muy significativa es la cita de Valentí Almirall, quien define como una característica del temperamento catalán «la repulsión a elevar hombres y su afán a arraigar instituciones». Ahora la tendencia es a servirse de las instituciones y a someterse a liderazgos salvadores.

Afirma Sánchez Costa que «una década más de confrontación haría la decadencia irreversible». Año más año menos, cualquiera advierte, ante los daños ocasionados por el procés, que hay que ir en dirección contraria urgentemente. El problema, uno de los grandes problemas de Cataluña, es que la estrategia de la confrontación se ha convertido para muchos en un oficio.

Y en el improbable caso que pudiera existir una confrontación inteligente, desde luego no vendría de la mano de los que ya han demostrado sobradamente las limitaciones de su inteligencia. 

Sánchez Costa pide, casi suplica, una «movilización enérgica de toda la sociedad civil», «una gran ola cívica y democrática que ponga fin al mal gobierno». Para llegar a buen puerto haría falta que esa gran ola se tradujera en un cambio de mayoría en el Parlamento catalán, para que la Generalitat deje de ser, como dice Jordi Amat, una oficina de campaña.

Marta Rovira: la unilateralidad persiste

Lo que para unos, JxCat, es «confrontación inteligente» para otros, ERC, es «conflicto simbólico» que no lleva a ninguna parte. La apuesta de los de Junqueras es otra confrontación algo diferente. En palabras de Marta Rovira, entrevistada en el Punt-Avui por Xevi Xirgu, se trata de ser «muchos más que los que somos, para ser mucho más fuertes de lo que somos, para poder ganar», y estar «mucho más preparados de lo que lo pudimos estar en octubre de 2017». 

Esta afirmación es la consecuencia lógica de un reconocimiento que nunca se ha hecho: en octubre de 2017 no había una mayoría suficiente de población para sostener la proclamación de independencia ni, por supuesto, estaban en absoluto preparados para hacer el pronunciamiento que hicieron. Reconocer que se equivocaron y que hicieron el ridículo no es fácil, y menos si pretenden mantener enfervorecidas a sus bases, pero es indispensable para iniciar una actuación política medianamente sensata y dialogante.

Entrevistador y entrevistada mantienen la premisa, basada en meras suposiciones, de que el 80 % de la población de Cataluña aspira a encontrar la solución del conflicto mediante un referéndum, y por eso, entienden en ERC, hay que ir a la mesa de negociación con un referéndum de autodeterminación como punto irrenunciable.

En una entrevista anterior, el lunes 7 en Rac1, la misma Marta Rovira deja bien claro que no han descartado la unilateralidad, aunque la dejan como última opción: «La unilateralidad sólo será posible si somos muchos más y si nos hemos preparado mucho mejor.»

Es comprensible que lo afirme en clave de competencia electoral entre independentistas, pero libera al gobierno de la necesidad de tomarse en serio cualquier mesa de negociación. Pongamos que alguien va a pedir un préstamo al banco, y les dice: si no me lo dais en las condiciones que pido, mañana vengo y atraco el banco. Si es así como ERC va a hablar con el gobierno, está claro que no llegarán a nada. 

Marta Rovira, en el Punt-Avui, desvela que de lo que se trata no es de conseguir nada sino de desacreditar al gobierno: «O lo conseguimos, el referéndum pactado, o nos cargamos de legitimidad. Y acabamos de sumar mucha gente al proyecto que hoy todavía no está [con nosotros] y que verá que la independencia y la república es la única vía posible.»

Como los niños que no se cansan de oír el mismo cuento cada noche, éste es un cuento de la lechera que muchos adultos escuchan desde hace años.

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