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Enric Juliana: «La interrogación y la angustia forman parte del modo de vida democrático»

El periodista y escritor Enric Juliana

En un mundo acelerado, detenerse y observar con tranquilidad nuestro pasado nos puede brindar una perspectiva más ajustada de la realidad. La crónica que Enric Juliana (Badalona, 1957) ofrece en ‘Aquí no hemos venido a estudiar’ (Arpa Editores, 2020) no sólo es un repaso de personajes y situaciones claves de la oposición comunista al régimen de Franco. El libro también traza una serie de dilemas políticos que todavía persisten hoy en día, en medio de una pandemia sanitaria y de una descarnada crisis económica. «La interrogación y la angustia forma parte del modo de vida democrático», afirma Juliana, quién eso sí, no ve elementos objetivos para afirmar que avanzamos hacia un sistema dictatorial en España. En la entrevista, el también director adjunto de La Vanguardia describe la genealogía de parte de la política catalana, aporta su visión sobre la Transición y analiza la influencia que tuvo la Revolución de los Claveles.

En el libro indicas que la economía española todavía es deudora del Pacto para la Estabilización, liderado en 1959 por Joan Sardà i Dexeus, que suponía la apertura al extranjero y un país de turismo y servicios. ¿La crisis brutal del sistema que vivimos actualmente es la ruptura definitiva con ese legado?

El Plan de Estabilización de la economía de 1959 es fruto de la crisis irreversible hacia la que iba el país, debido a la autarquía franquista. España ya casi no tenía divisas para pagar las importaciones de petróleo. Se contó con el apoyo externo de Estados Unidos, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial, con el objetivo de devaluar el precio de la peseta y establecer canales para la entrada de capital extranjero. Las dos patas de ese plan eran el turismo y la industria. Mientras que en las últimas décadas la apertura al exterior se ha mantenido, con un turismo que ha cogido más peso en el PIB, la industria se estancó con la crisis del petróleo de 1973. La industria española compitió en los 60 gracias a los salarios bajos, a medida que España se fue introduciendo en el mercado común europeo, esa ventaja se perdió. ¿Actualmente se ha roto con ese legado? Todavía no lo sabemos a ciencia cierta, podría ser una crisis económica muy seria o una depresión provisional, todo dependerá de cuánto se tarde en solucionar la crisis sanitaria. Ahora bien, si es verdad que han pasado 60 años y seguimos hablando de industria y de turismo.

La historia nos revela que los autoritarismos no se instalan en un país de golpe, van carcomiendo la sociedad a través de emociones como el miedo o la incertidumbre. ¿Hasta qué punto el sistema democrático está en peligro en España?

Conviene evaluar el significado del franquismo sin excesivas cargas sentimentales. Fue una de las dictaduras europeas más duras del siglo XX, que ha dejado huella en la sociedad española. Cuando escucho a Pérez Reverte afirmar que en España había más libertad en los 70 que ahora, no puedo hacer otra cosa que irritarme porque es mentira. En aquella época lo que sí había era una perspectiva más ilusionante que ahora. El contexto actual está dominado por la incertidumbre y la angustia. Pero no podemos confundir la existencia de angustia con la ausencia de libertad, son dos categorías bien distintas. Está claro que hoy en día nos enfrentamos a riesgos severos pero también disponemos de una serie de fortalezas. No perdamos los nervios ni la perspectiva. No hay elementos objetivos que indiquen que nos dirigimos hacia un sistema dictatorial. La democracia puede sufrir torceduras pero no perdamos la perspectiva de las cosas.

«La idea de que el mundo puede ser destruido o autodestruirse no es nueva… ahora hay miedo por la pandemia o el cambio climático, por ejemplo.»

Enric Juliana

Si partimos de la base de que tanto en España, como en Europa y otros países del mundo existe una crisis de representación de la sociedad en los sistemas políticos, ¿Por qué es tan difícil que mute el modelo derivado de la transición?

El debate sobre la crisis de la democracia es algo presente incluso antes de que se instalara la propia democracia en España. Quiero recordar que cuando era joven, el mundo vivía con la psicosis del estallido nuclear, había un riesgo real. Ahora sigue existiendo pero se firmaron una serie de acuerdos de control y la dinámica geopolítica no es de desafío constante. La idea de que el mundo puede ser destruido o autodestruirse no es nueva… ahora hay miedo por la pandemia o el cambio climático, por ejemplo. Con ello quiero decir que la interrogación y la angustia forman parte del modo de vida democrático, si bien los interrogantes que se plantean son serios. Por ejemplo, ¿Hasta qué punto la inteligencia artificial va a ser en el futuro compatible con los sistemas democráticos? El miedo, al final, es un acompañante constante.

El libro se basa en la dialéctica política entre reflexión y acción, entre pragmatismo y revolución. Mientras que Manuel Moreno quiere seguir estudiando en la prisión de Burgos, esperando que el reloj de arena de la dictadura se agote, Ramón Ormazábal quiere presionar para acelerar los acontecimientos. Estamos en 1962.

Ormazábal era un hombre recién llegado a la cárcel que a la vista de los acontecimientos, con los cambios en el interior de la Iglesia, a través del Concilio Vaticano II, y las huelgas mineras, creía que la dictadura estaba a punto de caer. En general, el Partido Comunista de España (PCE) compartía esta visión pero él la tenía más acentuada. Además, otras fuerzas no comunistas llegaron a creer lo mismo. Manuel Moreno Mauricio (MMM en el libro) llevaba 15 años encerrado en Burgos y había conseguido forjar una estructura del partido en el interior de la cárcel. No es que estuviera en contra de acciones que debilitaran a la dictadura, sino que tenía sus dudas sobre un cambio político súbito y apostaba por actitudes que no pusieran en riesgo la organización interna que tantos años había costado forjar. Manuel Moreno participó en las distintas protestas que se dieron en el interior de la cárcel pero era partidario de dosificar las acciones, consideraba que lo esencial era estudiar y formarse. Ormazábal, en cambio, quería poner el penal patas arriba, para que fuera una de las puntas de lanza para acabar con la dictadura.

Cubierta del libro ‘Aquí no hemos venos a estudiar’

¿El independentismo catalán se encuentra ahora con el mismo dilema de Manuel Moreno y Ramón Ormazábal?

La actual situación de epidemia puede significar el inicio de ciclos nuevos en muchas cosas, pero todavía desconocemos la dirección de los cambios. Unos pensarán que de aquí saldrán formas nuevas de organización social, otros que volveremos a nuestra antigua vida. Si proyectas éstas dudas sobre las fuerzas políticas que abogan por la independencia, sí que hubo un sector de personas que llegaron a creer en una separación inminente, si bien estoy convencido de que los principales dirigentes estaban convencidos que era imposible desde el inicio del propio proceso.

Leo una cita del libro: «La sociedad catalana tiene una significativa tendencia a sacarse rápidamente de encima a las personas, las ideas, las organizaciones y los productos que no encajan con la clientela. Mentalidad mercantil: los productos que ya no tienen demanda fuera del escaparate. Hoy en Cataluña nadie ha sido nunca franquista, comunista o pujolista». ¿Es esa incapacidad para reconocerse en el pasado la que nos impide tejer un futuro político de cohesión en Cataluña?

Hago ese retrato caricaturesco para provocar al lector. Especialmente Barcelona siempre ha sido muy de tendencias, de fundir lo viejo de manera rápida. Por ejemplo, con el desarrollismo de los años 60, los viejos cafés quedaron prácticamente aniquilados. O toda la estética de los años 70 y 80, la de la Barcelona del diseño, fue liquidada por la ciudad de los Juegos Olímpicos. Esta tendencia, trasladada a las identidades políticas, significa que en Barcelona o Cataluña nadie ha sido franquista, comunista o pujolista, ahora todo el mundo parece que haya tenido un abuelo de ERC. Es una característica que tampoco hace mejor o peor a la sociedad catalana, el problema es que el ideario dominante no la reconoce como tal. En la Cataluña política oficial se pasan el día rememorando hechos del pasado pero modelando el relato histórico, se destacan una serie de cosas y otras quedan escondidas. Mientras que los acontecimientos de los años 30 son muy recordados, la resistencia de los 40 o 50 queda en un segundo plano porque los protagonistas eran otros.

«En la Cataluña política oficial se pasan el día rememorando hechos del pasado pero modelando el relato histórico, se destacan una serie de cosas y otras quedan escondidas.»

Enric Juliana

En el libro subrayas el desprecio del aparato del Partido Comunista Español (PCE) en el exilio hacia lo intelectual, representado por Fernando Claudín y Jorge Semprún. ¿Por qué los perfiles intelectuales están tan devaluados en nuestro sistema democrático?

Claudín y Semprún eran dos personas de origen muy distinto. El primero provenía de las Juventudes Comunistas y participó de la fusión de esta organización política con las Juventudes Socialistas, dando lugar a las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU). El segundo era bisnieto de don Antonio Maura, ex presidente del gobierno con Alfonso XIII, además de hijo de un diplomático de la II República. Estaba destinado a ser la élite de la República española si no hubiera quedado liquidada por el fascismo. En realidad, el PCE buscaba constantemente a los intelectuales, intentaba integrarlos en su interior, pero la relación siempre acaba siendo complicada. El mundo intelectual exige un nivel de pensamiento autónomo que la dirección de un partido no puede conceder. En el caso concreto, Semprún y Claudín hicieron un diagnóstico sobre el Franquismo que no encajó con las tesis de la dirección, que pensaba en una caída inmediata del dictador en los años 60. Hoy en día, creo que los intelectuales siguen influyendo en el discurso público, pero existe una separación enorme con los aparatos de los partidos, especializados en el día a día de la técnica política y la comunicación. Piensa también que la discusión entre los dos intelectuales y la dirección del PCE se alargó durante dos años, hoy las discusiones políticas duran menos de una semana.

En el libro sostienes que la Revolución de los Claveles en Portugal coartó las aspiraciones revolucionistas en España.

La revolución portuguesa tuvo dos efectos contradictorios. Por un lado, puso en guardia a la cúpula militar española. Hay que recordar que la caída de la dictadura portuguesa es consecuencia de un movimiento dentro del ejército. Portugal, de hecho, no estaba dirigida por militares, sino por civiles como Oliveira Salazar o Marelo Caetano. El desencanto dentro del ejército se produce como consecuencia de las guerras coloniales, la dictadura se negaba a afrontar los procesos de descolonización como sí habían aceptado el resto de países europeos. Salazar quiso retener el imperio y se le hizo viejo. Hartos, los jóvenes militares actuaron. La cúpula del ejército español temió que algo similar pasase en nuestro país y, de hecho, inició un proceso de detención y expulsión del ejército de algunos militares que abrazaban tesis democráticas a través de la Unión Militar Democrática. Sin embargo, no cabe duda de que la Revolución de los Claves también fue un enorme estímulo para los jóvenes españoles que venían reclamando democracia desde hacía años. Supuso un estímulo y un freno a la vez. Diría que el Rey captó algunos mensajes y se convenció que el paso hacia la democracia no fuese tan lento como querían Areilza o Fraga. Aceleró la Transición.

¿Hasta qué punto el PCE se vendió al régimen para facilitar la llegada de la democracia? Algunos todavía hoy sostienen que se perdió la oportunidad de un cambio radical.

Ya en aquella época hubo muchas voces críticas con el pragmatismo del PCE. Sin embargo, yo creo que no hizo grandes concesiones. Que la Transición durara poco ya fue un éxito, el plan era realizar cambios lentos y graduales, con el apoyo de Estados Unidos y con el objetivo de evitar los riesgos de Portugal. España no podía ser una segunda Portugal, gobernada por un movimiento político de jóvenes militares con un profundo acento izquierdista. Si el Rey en lugar de nombrar a Adolfo Suárez se hubiera decantado por Fraga, el tránsito hacia la democracia hubiera sido más lento y seguramente hubiera habido un nivel de conflictividad social más alto, especialmente, en las grandes ciudades y sus periferias.

¿Era imposible entonces la ruptura radical?

El PCE entendió lo que no había entendido antes. El proceso de finalización de la dictadura era muy complejo, por eso, se avinieron a negociar. Se dieron cuenta de que la ruptura radical no se podía llevar a cabo. Eso sí, el partido cometió algún error que siempre me ha llamado la atención, como aceptar una ley electoral que penaliza al tercer partido. Seguramente creían que iban a ser los segundos más votados pero el PSOE, hibernado desde finales de los 40, les superó. Felipe González vio venir la situación de una manera más certera.

«El proceso de finalización de la dictadura era muy complejo, por eso, se avinieron a negociar. Se dieron cuenta de que la ruptura radical no se podía llevar a cabo.»

Enric Juliana

Me interesa mucho el retrato que realizas de Joan Comorera, primer secretario general del PSUC, defenestrado por su propio partido tras la detención y posteriormente elevado a los altares. A su vez, era un convencido catalanista. ¿Por qué la izquierda española no ha sido nunca capaz de vertebrar opciones políticas que contrarresten el discurso nacionalista desde el reconocimiento de la diversidad?

Comorera fue expulsado del PSUC bajo la acusación de ser nacionalista, cuando en realidad era un socialista federado. Hoy en día, cuando se discute la relación entre el catalanismo y la izquierda, algunos pasan por alto que en Cataluña siempre ha existido una doble tradición socialista. Antes de la Guerra Civil existía la federación catalana del PSOE y la Unió Socialista de Catalunya (USC). Ambas no lograban ponerse de acuerdo porque la discusión sobre dónde depositar la soberanía era irresoluble. Sin embargo, Comorera, justo antes de la guerra y como secretario general de la USC, percibió que la CNT-FAI disponía de la hegemonía sobre el movimiento obrero en Cataluña, así que se necesitaba una organización socialista fuerte para contrarrestar el anarquismo. De ahí nace el PSUC. Comorera siempre creyó en la soberanía del PSUC respecto al PCE, quería una relación fraternal, pero finalmente, lo acaban expulsando bajo la acusación de pequeño burgués nacionalista. Luego en la cárcel, se reencuentra con los antiguos camaradas y se produce una cierta reconciliación, lo que nos da a entender que fueron años muy duros pero que las personas continuaban siendo humanas. La historia de Comorera refleja la discusión permanente en la izquierda catalana, con una corriente más próxima al federalismo y otra más unitaria.

Es decir, que la idea de que la izquierda se ha acercado al nacionalismo en los últimos años es falsa.

Sí, efectivamente. La izquierda catalana siempre ha estado en contacto con el catalanismo desde finales del siglo XIX. No vale hacer trampas al solitario y decir que el acercamiento al catalanismo empezó con el PSC. ¿Porque el PSC es autónomo del PSOE? Porque existía el PSUC y González y Guerra sabían que si querían ganar las elecciones en Cataluña, sólo era posible con una candidatura unitaria de las distintas ramas socialistas. Si la federación catalana del PSOE hubiera concurrido sola a las elecciones de 1977, no hubiera ganado en Cataluña. El PSC ya nació de una tradición catalanista, si no reconocemos las tradiciones no podremos manejar acertadamente el análisis de la realidad actual. El libro en parte intenta explicar la genealogía de la política catalana.

Para acabar, el libro está narrado en tercera persona, hasta el último capítulo en el que te reconoces dentro del relato. ¿Llegaste a compartir los postulados comunistas en tu juventud?

Conocí a Manuel Moreno Mauricio porque era amigo de mi abuelo, trabajaron en el mismo taller metalúrgico. Estando él en la cárcel ya era motivo de conversación en nuestra casa. De joven pertenecí al PSUC y en el último capítulo del libro explico el entierro de MMM, que para mi, personalmente, fue el fin de una época. Le debía este libro a Manuel Moreno Mauricio y la mejor manera de hacerlo no era escribir una apología sobre una persona poco conocida, sino explicar su vida a través de una época, reconstruir la España desde los años 40 hasta los 70 mediante la lupa de un personaje protagonista y otros que también fueron importantes para entender la historia de nuestro país.

Enrique Canovaca
Enrique Canovaca
Doctor en Comunicación y profesor asociado en la URV. Periodista freelance especializado en economía del deporte con amplia experiencia en la cobertura de noticias locales.

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