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Ada Colau contra Amazon

En otro tiempo, llamábanse alcaldadas a las decisiones arbitrarias tomadas por alcaldes más acostumbrados al uso de la autoridad que al de la inteligencia. El alcalde interpretado por José Isbert en Bienvenido Mister Marshall es una versión particularmente amable de esta constante racial.

Una relación de las alcaldadas de Ada Colau podría adquirir dimensiones enciclopédicas y confundirse con los boletines municipales de estos últimos años. Basta pasear por la calle para comprobarlo, especialmente en el hasta hace poco admirable y admirado ensanche, víctima ahora de delirantes experimentos, destinados a convertir el centro de Barcelona en una ciudad satélite.

Una de las últimas ha sido pedirnos que no compremos en Amazon. Hay mucho que decir sobre las ventajas y desventajas de los grandes tinglados de la globalización, pero las decisiones que vayamos a tomar como consumidores dependerán más de factores económicos —la variedad de la oferta, la relación calidad / precio, la capacidad de respuesta, la rapidez de distribución y de resolución de problemas— que ideológicos.

La ofensiva antiamazónica de Colau no tiene nada de original. Surge dos semanas después de que la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, dijera exactamente lo mismo

Las admoniciones de un alcalde, por brillante y carismático que sea, y no es el caso, influirán poco en la compra, aún menos cuando se le adivinan de inmediato objetivos bajamente electoralistas. Y aún mucho menos cuando quien pretende dar consejos comerciales revestidos de moralina queda en evidencia al primer intento.

Es fácil comprobar que entidades vinculadas al Ayuntamiento de Barcelona son usuarios habituales de Amazon. Pero hay más, Metrópoli Abierta informa de que libros como Vidas hipotecadas (2012) y  ¡Sí se puede! Crónica de una pequeña gran victoria (2013), que lucen la autoría de Ada Colau, están a la venta en Amazon, sin que eso le cause ningún problema de conciencia.

Predicar y no dar ejemplo

La ofensiva antiamazónica de Colau no tiene nada de original. Surge dos semanas después de que la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, dijera exactamente lo mismo: «No compréis en Amazon.» Qué rápidamente se desplazan las malas ideas. O tal vez se trata de una consigna de la internacional papanatas que llegará hasta el último villorrio.

Esto afirma la de París: «Verdaderamente lo digo a las parisinas y a los parisinos: no compréis en Amazon. Amazon es la muerte de nuestras librerías y de nuestra vida de barrio.» Y esto la de Barcelona: «Propongo que no compremos en Amazon: apenas paga impuestos y no da vida a los barrios.»

Al igual que Colau, Hidalgo tampoco tiene ningún escrúpulo en mantener libros a la venta en Amazon. Cuatro libros con su nombre de autor en la portada se pueden adquirir mediante esa plataforma asesina de librerías y exterminadora de barrios: Une femme dans l’arène (2006), Travail au bord de la crise de nerfs (2010), Mon combat pour Paris: quand la ville ose (2013), Respirer (2018).

El objetivo no es impedir que compremos en Amazon sino que compremos nada en ninguna parte

Si alguien les advierte de la contradicción, aducirán sin duda que no es culpa suya, que es asunto de la editorial, y que si por ellas fuera… aaah si por ellas fuera. Qué fácil es predicar y no dar ejemplo. Es un fenómeno análogo al de tantos defensores de la escuela pública, de la sanidad pública, del transporte público que son, ellos y sus familias, usuarios de la sanidad privada, llevan a sus hijos a la escuela privada y se desplazan en transporte privado. Hay clases.

Pero entendámonos: está bien que alguien no quiera o no tenga la necesidad de comprar nada por Amazon, y bendito el que pueda adquirir todo lo que necesita en cuatro manzanas alrededor de su casa; el problema empieza cuando un alcalde, o cualquier jefe de negociado, desde su particular área de poder político, quiere imponernos sus preferencias comerciales en aras de quién sabe qué táctica política.

Deconstruir Barcelona

En un ejemplo más de cómo funcionan los movimientos de contestación generados por la extrema izquierda, donde unos señalan y otros actúan, la vigilia del llamado Black Friday un grupo de activistas ocupó parte de la sede de Amazon en Barcelona para denunciar las condiciones de trabajo de su plantilla, el «impacto medioambiental» y los perjuicios al «pequeño comercio local y de proximidad».

La semana pasada Amazon contrarrestó el ataque colauense con un comunicado en que argumenta que «de las 9.000 pymes españolas que venden sus productos en Amazon, más de 2.000 son pequeñas y medianas empresas con sede en Cataluña, la comunidad con más pymes que venden en la plataforma (…) Las pymes catalanas que venden a través de esta empresa son las segundas que más exportan de España y registraron unas ventas internacionales superiores a los 100 millones de euros en 2019».

Es tarde para que el consistorio actual rectifique, pero no para que la mayoría de los barceloneses reaccione

Por ahora no ha amenazado con irse, cerrar sus centros logísticos y liquidar sus inversiones. Saldrán de ésta. No está tan claro si saldremos los demás. Amazon empezó a obtener beneficios en 2001, pero los problemas del pequeño comercio empezaron bastante antes y no se le puede atribuir toda la culpa. Es improbable que Colau consiga frenar a Amazon pero sí puede que Amazon se harte de Barcelona. Y lo que es peor, que los ciudadanos empiecen a huir de la Barcelona deconstruida que están preparando. Convertir todo el ensanche en una gran “superisla” es una alcaldada suprema que amenaza a toda la capital.

Aunque la demagogia municipal se desate contra el buque insigna del comercio global, el objetivo no es impedir que compremos en Amazon sino que compremos nada en ninguna parte. Una carta de un lector publicada en El Periódico resume a la perfección los obstáculos muy conscientemente puestos a la vida ciudadana: Seguiré comprando en Amazon porque no se puede aparcar en el centro de Barcelona

No es tan difícil de entender: En la ciudad tiene que haber gente, comercio, movimiento, vehículos. Si no hay vehículos, no hay movimiento; si no hay movimiento, no hay comercio; si no hay comercio, no hay gente; si no hay gente, no hay ciudad. Es tarde para que el consistorio actual rectifique, pero no para que la mayoría de los barceloneses reaccione.

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