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Andreas Boy/ Ni son magos ni vienen de Oriente, pero lo rescataron de la indigencia

Un grupo de personas se solidariza con Andreas Boy, un indigente alemán que hoy empieza una nueva vida tras cuatro años durmiendo a la intemperie en las calles de Vilanova i la Geltru

Queridos Reyes Magos, ha sido una noche larga y seguramente estarán agotados pero, un año más, han cumplido su misión. Hoy, miles y miles de niños sonríen gracias a ustedes. También hoy sonríe Andreas Boy que, hasta hace poco más de un mes, vivía entre cartones en las calles de Vilanova i la Geltrú (Barcelona). Sin embargo, su sonrisa no es obra suya, Majestades. No son magos, ni vienen de Oriente, pero gracias a su humanidad, Andreas ha empezado una nueva vida.

Hoy, resguardado del frío, ha abierto sus regalos, posiblemente, por primera vez. Hoy, se comerá su rosca de reyes. Posiblemente, por primera vez.

A la vez que les cuento esta historia me viene a la cabeza ese anuncio en el que una niña entrega a su padre una carta para Papá Noel. La pequeña sabe que papá debe marcharse a trabajar por una larga temporada, como cada Navidad. Sin embargo, tiene la certeza de que hará lo imposible para que ‘Santa’ reciba su nota. En ella, solo pide un deseo: «Tráeme a papá a casa por Navidad».

Se preguntarán, qué tiene que ver este mensaje con Andreas (Andy para los amigos). Este hombre nunca tuvo el calor de un hogar. Pero eso ha cambiado.

‘Una nueva vida para Andy: El caso de un indigente que no encaja en el sistema’

Así titulaba El Liberal, hace apenas tres semanas, el reportaje sobre la vida de Andy. Les contábamos cómo su vida, marcada por la exclusión, la enfermedad y la adicción al alcohol, le había conducido hasta las calles de Vilanova (Barcelona), donde desde hace cuatro años, ha pasado sus noches a la intemperie, frente a un gran centro comercial.

Su historia, les contábamos, cambió el día en que Beatriz se cruzó en su camino. «Lo vi en posición fetal, tumbado en el suelo, sobre un cartón. Le di comida, y le pregunté si necesitaba algo más», contaba la joven. Fue en ese momento, cuando Andy le pidió ayuda para abandonar la bebida, que la muchacha sintió la necesidad de ayudarlo.

‘Había que contar su historia’

Ese día fue Beatriz pero, poco a poco, se fueron sumando vari@s voluntari@s más a su causa: ‘Conseguir una nueva vida para Andy’. En el momento de la publicación en EL Liberal, se hablaba de 5 jóvenes, aunque nada se dijo de Francisco Chumilla, una pieza clave en toda esta historia.

Este hombre, se ha encargado desde Alemania, de mantener en contacto al grupo con la madre de Andy. Su gran labor como traductor, no solo ha conseguido tener informada a la señora del estado de su hijo sino que, además, ha colaborado con todo tipo de trámites con el Consulado para que Andreas recupere su documentación. Aún así, las chicas tenían razón. «Con los que somos no es suficiente. Necesitamos que nos deis voz, que la gente conozca su historia«, suplicaba Nuria a este medio.

Contamos a la gente lo que le pasa a la gente

Hoy, podemos afirmar que el grito desesperado de las jóvenes, plasmado en este digital, llegó a cientos y cientos de personas. Conforme pasaban las horas, la historia de Andy llegaba a más y más corazones. El primero fue Aleix, que no dudó en comentar la publicación, declarando su deseo de sumarse a la labor de estas ‘ángeles de la guarda’. También Montse preguntó de qué manera se le podía ayudar. Sin embargo, ellos fueron los primeros, pero no los últimos de una lista que, a día de hoy, sigue creciendo gracias a personas solidarias que, desde diferentes lugares, se han puesto en contacto para aportar su granito de arena.

«Estamos muy agradecidas a El Liberal por habernos dado voz cuando nadie nos escuchaba»

Esa es nuestra labor, le contesté a Beatriz. Los periodistas tratamos de contar a la gente lo que le pasa a la gente y, aunque ‘cada maestrillo tiene su librillo’, tengo la convicción de que en este tipo de casos, no hay que conformarse con un breve periplo sobre la superficie. Hay que ahondar, porque, en muchas ocasiones, bajo esa placa de hielo sobre la que nos deslizamos hay un universo desconocido. En este caso, un universo abocado, muy probablemente, a un desenlace tan triste como evitable.

Los malos augurios se hicieron realidad y Andy recibió el alta médica. De nuevo estaba en la calle

No sé si el trío de Oriente ha tenido algo que ver en los siguientes acontecimientos pero son magos, y magia, les aseguro, no va a faltar en esta segunda parte de la historia. Tras tres semanas de ingreso en el Hospital Residencia Sant Camil, Andy recibía esa temida alta médica, que lo devolvería al frío de las calles.

«Nada de cartones»

Las palabras se las lleva el viento y, aunque me rebosan ejemplos para justificar lo que digo, en este caso, el refrán hace aguas, por lo que no quitaré ni un ápice de belleza a lo que les voy a contar.

El grupo, cada vez más concurrido, se puso manos a la obra. Si algo estaba claro, era que Andy no iba a volver a dormir en una acera, abandonado a su suerte, de manera que, entre unos y otros, se estuvo buscando un techo para él. Hoy, vive en una habitación gracias a la caridad de todas esas personas que ‘capitaneadas por Beatriz’, se encargan de que este hombre tenga un lugar donde resguardarse.

«Aquí no hay derroches ni lujos, sino una cobertura básica de las necesidades mínimas para que esta persona pueda salir adelante hasta que los servicios sociales le den una solución adecuada a su problema«, cuenta el grupo.

¿Reconocen a este hombre? Sí. Es él, en apariencia nada tiene que ver con el indigente que Beatriz encontró aquél gélido día. Ahora tiene un lugar donde descansar, ropa que unos y otros le han proporcionado, calzado que le permite caminar con estabilidad pese a sus dificultades derivadas de la ‘encefalopatia de Wernike’, la enfermedad que padece y que le limita la movilidad.

Sus majestades de Oriente, este año, además, ustedes han recuperado esa carta que se debió perder por Alemania hace muchos años y hoy, aunque con retraso, sus presentes han entrado por la puerta grande porque este ser humano es, precisamente eso, un ser humano que hoy abrirá los paquetes que en esta noche mágica también han llegado para él.

Y degustará ese delicioso roscón que ‘su familia’ se ha encargado de que no falte en este día tan especial.

Beatriz entrega a Andy su roscón de Reyes de parte de Leslie

‘Cadena de favores’

No puedo evitar recurrir, de nuevo, a una historia que, hace ya algunos años, se quedó grabada a fuego en mi memoria. ‘Cadena de favores’, ese es el título que el director cinematográfico Mimi Leder decidió para una película que me llegó al alma.

La historia habla de un niño al que se le ocurrió una brillante idea para cambiar el mundo. ¿Y si cada uno de nosotros hace algo desinteresado para ayudar a alguien? Exacto. Una cadena de favores que empezaría por el interés del pequeño de ayudar a un indigente que veía cada día en la calle. Sin olvidar de que es una producción cinematográfica, les diré que esos fueron los 122 minutos que más he disfrutado frente a un televisor, ya que la idea del pequeño caló en la sociedad haciendo posible que esa cadena se colmase de eslabones, de historias con un final feliz.

Esto es la vida real

Aquí no hay guiones ni directores. Tampoco hay decorados ni grandes presupuestos. Aquí no hay, exactamente, una cadena de favores como en la película. Sin embargo, la esencia de ambas historias es la misma. La grandeza humana y lo que cada uno de nosotros puede aportar al mundo en el que vive. A tantas personas que pisan nuestro mismo suelo y que arrastran una dramática historia invisible para el resto.

En este caso, Beatriz empezó a armar esa gran cadena, esa gran familia, el día que tropezó con Andreas y decidió pedir mantas para él. En ese momento, el halo invisible de aquél ‘sin techo’ desapareció para siempre porque hoy, es uno más de la familia.

Andy vive enormemente agradecido por todo lo que le está pasando. Sin embargo, sigue saliendo cada día a la calle a mendigar. Quería abandonar la bebida y hasta ahora lo ha conseguido. Soñaba con una vida digna y, todo apunta, a que lo conseguirá. Lo que no quiere es sentirse una carga y, por ese motivo, continúa pidiendo la voluntad a la gente.

Se empieza a ver la luz al final del túnel

Cuenta la ‘ya familia de Andy’, que en los últimos días, han sentido que el sistema empieza a poner de su parte. «Las cosas van despacio», reconoce Beatriz, pero «hemos tenido algunos encuentros donde se nos ha escuchado y se nos ha tratado muy bien», cuenta con alegría. «Nos quedamos con eso porque nuestro fin no es crear una guerra, sino ayudar a esta persona para que pueda vivir su vida de una forma autónoma».

«No somos héroes, ni tenemos una varita mágica para solucionar la vida de las personas y, aunque es mucho lo andado, existen unas limitaciones». Hay voluntad, insisten, pero «las herramientas necesarias están en mano de las administraciones y profesionales expertos en tratar este tipo de problemáticas».

«Esa es nuestra lucha. Mientras, a Andy no le faltará un cobijo, un plato de comida, ni una ropa que lo abrigue. Para eso estamos aquí».

Andy les da las gracias

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