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Catalunya ens roba, porque nos da la gana

Los presos del 'procés', saliendo de la cárcel. EFE.

Cada día resulta más indignante leer las noticias de Cataluña, ver los informativos. Imagínense tener que escribirlas. En Cataluña tenemos un problemón, y de los gordos. No es cierto que haya un problema entre España y Cataluña señores. El problema es entre Cataluña y Cataluña.

Por una parte está esa Cataluña apiñada, lo cual no significa unida porque, a la vista está, la odisea vergonzosa que hemos vivido para que el independentismo consiga ponerse de acuerdo y formar gobierno. Entre ellos hay tiranteces, rencores, diferencias y afán de poder. Sin embargo, tienen algo que la otra Cataluña no tiene, la capacidad de hacer ruido.

Por una parte está esa Cataluña apiñada, lo cual no significa unida porque, a la vista está, la odisea vergonzosa que hemos vivido para que el independentismo consiga ponerse de acuerdo y formar gobierno

El chiringuito que tenemos montado en la Generalitat es vergonzoso y digno de un premio a la peor comedia: Un expresident que se larga a Waterloo escapando de Cataluña dentro de un maletero, una presidenta del Parlament imputada por presunta adjudicación de contratos en su etapa de directora como presidenta de la Institució de les Lletres Catalanes que se indignó con el director de TV3, Vicent Sanchís, por preguntarle durante una entrevista por sus cuentas pendientes con la justicia. Al día siguiente, el independentismo exigía el despido inmediato del directivo de la cadena. Y suma y sigue, porque la lista de altos cargos investigados al mando de nuestras instituciones roza la ficción.

El chiringuito que tenemos montado en la Generalitat es vergonzoso y digno de un premio a la peor comedia: Un expresident que se larga a Waterloo escapando de Cataluña dentro de un maletero, una presidenta del Parlament imputada por presunta adjudicación de contratos en su etapa de directora como presidenta de la Institució de les Lletres Catalanes y suma y sigue

Ahora, para postre, tenemos a unos cuantos políticos presos indultados por el gobierno de España (otra peli para partirse de risa) cuyas fianzas, encima, acabaremos pagando los contribuyentes. El gobierno catalán es el peor y más corrupto de España, y no lo digo yo, sino un prestigioso informe que elabora periódicamente la Universidad de Gotemburgo, que se basa en la percepción que la ciudadanía tiene de sus respectivos gobiernos regionales sobre tres aspectos: imparcialidad, corrupción y calidad de los servicios públicos (solo de salud, educación y cumplimiento de la ley.

Constitucionalismo de salón

Y aquí tenemos esa otra Cataluña. La olvidada, la invisible, la que no tiene derecho a que sus hijos reciban una educación en castellano. Esa Cataluña que paga las fechorías y los tejemanejes de “los otros” que, impunemente y sin dar explicaciones, riegan de subvenciones a sus medios afines, reparten la publicidad institucional como les da la gana, colocan a sus ‘compis’ a dedazo y usan el dinero de todos para construir las estructuras de ese estado independiente e imaginario que tanta pasta nos está costando a todos los catalanes.

Riegan de subvenciones a sus medios afines, reparten la publicidad institucional como les da la gana, colocan a sus ‘compis’ a dedazo y usan el dinero de todos para construir las estructuras de ese estado independiente e imaginario que tanta pasta nos está costando a todos los catalanes

Muestra de ello, (y dejando de lado el pastón que dedicaron a la celebración de un referéndum ilegal), la cantidad de millones que el Tribunal de Cuentas exige por la acción exterior en la que derrocharon de forma totalmente opaca una enorme suma de dinero público en busca de alianzas internacionales y poniendo a España y a sus instituciones a la altura del betún, un tema del que hablé largo y tendido con Susana Beltrán, ex diputada de Cs en el Parlament y Portavoz de acción exterior que se pasó 5 años intentando averiguar en qué se estaba gastando el dinero la Generalitat fuera de nuestras fronteras.  

Pero… ¿qué pasa? Que desde casa no cambiaremos nada. Se nos llena la boca de decir que somos mayoría pero ¿dónde estamos?. Entiendo el hartazgo, la indignación y el miedo al señalamiento. Sobre todo, en redes sociales. Aquí, el que no está de acuerdo con el independentismo es un facha. No hay más.

Se nos llena la boca de decir que somos mayoría pero ¿dónde estamos?. Entiendo el hartazgo, la indignación y el miedo al señalamiento. Sobre todo, en redes sociales. Aquí, el que no está de acuerdo con el independentismo es un facha. No hay más.

Dejando de lado detalles menores, aunque gravísimos, citaré algunos ejemplos: Hace unos días, los hermanos Álex y Marc Márquez fueron víctimas en Twitter del insulto salvaje de un, no se lo pierdan, Mosso d’Esquadra y ex candidato de Junts. ¿Por qué? Por aparecer en una foto con la camiseta de la selección española.

Lo mismo sucedió con los cocineros Ferran Adrià o los hermanos Roca, con el deportista Pau Gasol y el cardiólogo Valentín Fuster por participar en una campaña publicitaria promocionando el turismo en España.

Pero la cosa aún alcanza derroteros mayores. ¿Quién puede alegrarse o mofarse de la muerte de alguien por no ser afín a su ideología? El independentismo más radical vertió todo su odio en Twitter tras el fallecimiento de la actriz catalana Rosa María Sardà por no compartir su radicalismo nacionalista y pidiendo que no se le hiciese ningún homenaje por haber renunciado a la Creu de Sant Jordi.

Tampoco la muerte del gran Pau Donés fue digna de condolencias para muchos de estos que se autodenominan «gent de pau». ¿Por qué? por no haber cantado nunca en catalán.

Unos cuantos valientes

Estamos acostumbrados a que “unos cuantos valientes” se partan la cara por todos. Tenemos a la Asamblea por una Escuela Bilingüe (AEB) dejándose la piel por los derechos lingüísticos de los estudiantes castellanohablantes, a Impulso Ciudadano, a Societat Civil Catalana (SCC) y a Convivencia Cívica, vigilando y denunciando cada uno de los atropellos democráticos, por no hablar de los jóvenes de Barcelona por la Selección o de «S’ha Acabat!», que han vivido ataques salvajes, algunos, en una universidad pública que, en lugar de protegerlos y defender sus derechos, los ha excluido.

Estamos acostumbrados a que “unos cuantos valientes” se partan la cara por todos. Tenemos a la Asamblea por una Escuela Bilingüe dejándose la piel por los derechos lingüísticos de los estudiantes castellanohablantes, a Impulso Ciudadano, a Societat Civil Catalana y a Convivencia Cívica, vigilando y denunciando cada uno de los atropellos democráticos, por no hablar de los jóvenes Barcelona por la Selección o  «S’ha Acabat!»

También tenemos algunos medios a los que, por supuesto, no les llega ni un euro de subvención, intentando sobrevivir para sacar a la luz todo este cachondeo, que de gracia tiene poca pero que, si el constitucionalismo no da un paso al frente, difícilmente desaparecerá. Eso por no hablar de las oportunidades laborales para los periodistas que se niegan a comulgar con el independentismo.

No se trata de quemar contenedores, ni de destrozar escaparates o entidades bancarias, no se trata de cortar la Gran Vía, quemar vehículos policiales, arrasar el mobiliario público ni montar una batalla campal. Se trata de algo tan sencillo como ir a votar.

No se trata de quemar contenedores, ni de destrozar escaparates o entidades bancarias, no se trata de cortar la Gran Vía, quemar vehículos policiales, arrasar el mobiliario público ni montar una batalla campal. Se trata de algo tan sencillo como ir a votar.

En las últimas elecciones catalanas el porcentaje de participación fue del 53,55%. Es decir, una caída de 25 puntos con respecto a los anteriores comicios de 2017 donde casi el 80% de catalanes fueron a las urnas. Con la que hay liada en Cataluña y se registra una de las participaciones más bajas de la historia. Así no conseguiremos una representación digna en el Parlament. Catalunya ens roba, sí, pero porque nos da la gana.

Con la que hay liada en Cataluña y se registra una de las participaciones más bajas de la historia. Así no conseguiremos una representación digna en el Parlament. Catalunya ens roba, sí, pero porque nos da la gana.

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