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ENTREVISTA | Xavier Pericay: «La autocensura del periodista es más nociva que la del poder»

El escritor catalán publica ‘Las edades del periodismo’, una reflexión sobre la evolución del periodismo desde las gacetas del siglo XVI hasta los digitales de hoy

El escritor Xavier Pericay. CEDIDA.

Exdiputado en el Parlamento balear y uno de los fundadores de Ciudadanos, Xavier Pericay (Barcelona, 1956) ha publicado con Athenaica Las edades del periodismo, 98 páginas que constituyen un must para los amantes del oficio. En él, el autor pasa revista a la principales etapas de la profesión, haciendo hincapié en la «edad de oro» que se vivió en España desde mediados de los 20 hasta el surgimiento de la guerra civil, y se interroga acerca de su vigencia en una actualidad dominada por la posverdad.

Según Robert de Jouvenel, un buen periodista debe tener capacidad de asombro. ¿Es difícil mantener hoy en día esa curiosidad ante la avalancha de información reinante?

Tal vez hoy sea más difícil que antes, sobre todo si reducimos el campo de observación a lo que nos sirven los medios de comunicación y las redes sociales. Pero la capacidad de asombro, un periodista debería llevarla puesta, esté ante una pantalla de móvil u ordenador, paseando por la calle o concentrado en la lectura de un libro. Se trata de un requisito. Un periodista debe ser curioso, preguntón incluso. El buen periodista es cotilla por naturaleza, aunque ello no le exima de comprobar la veracidad de los chismes que le llegan.

¿Y qué otras capacidades considera imprescindibles para el ejercicio del buen periodismo?

Por encima de todas y sin duda alguna, la obsesión por la verdad. O, si lo prefiere, la aproximación honesta y sin enjuagues de ninguna clase a un hecho a fin de dar noticia fiel de lo sucedido. Leía hace poco un reportaje de 1933 de Georges Simenon sobre el traslado de unos reos de La Rochelle a la isla de Ré que termina con esta frase: «De lo que piensan los reos [a la hora de embarcar], nada sé». Pues bien, eso es lo que cabría esperar en todo momento de un periodista, ese compromiso con la verdad.

Señala que la prensa de Pulitzer pasaría hoy en día la prueba del algodón de la deontología profesional pero tal vez sucumbiría ante los censores de lo políticamente correcto. ¿Supone la cultura de la cancelación una amenaza para la libertad de prensa?

Por supuesto. Entre otras razones, porque la mayoría de las veces esa cancelación es autoinducida. El periodista asume, consciente o inconscientemente, unas reglas del juego que están ahí, en la propia redacción donde trabaja o simplemente en el ambiente, y que indican de qué conviene hablar y de qué no, qué se puede decir y que no, con qué palabras, con qué lenguaje, etcétera.

«El periodista asume, consciente o inconscientemente, unas reglas del juego que están ahí, en la propia redacción donde trabaja o simplemente en el ambiente, y que indican de qué conviene hablar y de qué no, qué se puede decir y que no, con qué palabras, con qué lenguaje, etc.»

¿Esa autocensura puede llegar a ser más poderosa que la oficial?

De esa autocensura hablaba ya, hace más de un siglo y con pleno conocimiento de causa, el periodista Wenceslao Fernández Flórez. Uno se adapta al medio en que trabaja. Es como un ejercicio de supervivencia, si se quiere, un modo de no buscarse problemas ni de poner en riesgo el puesto de trabajo. Las consecuencias son fatales para el periodismo, sobra precisarlo. También Orwell en el prólogo a Rebelión en la granja se referirá a esa cobardía intelectual. Y sí, creo que es más nociva que la del poder, por cuanto esta última es inevitable, mientras que la autocensura es cosa de cada uno.

Señala que el único periodista político digno de tal nombre es el que pregunta a los políticos lo que éstos no quieren oír. Pero ¿sigue sirviendo en una época —la de la posverdad— en la que la mentira parece no pasar factura a nuestros representantes?

Sirve, por supuesto, a quienes continúan creyendo que este oficio es imprescindible, que un Estado de derecho, una democracia liberal, no pueden ser tales si no existe este cuarto poder llamado periodismo, cuyo principal cometido es controlar a los otros tres. Y sirve, claro, a tantos periodistas que, aun teniendo que apañárselas en medio de mentiras y medias verdades, hacen su trabajo honestamente y lo mejor que saben y pueden.

«Un periodista debe ser curioso, preguntón incluso. El buen periodista es cotilla por naturaleza, aunque ello no le exima de comprobar la veracidad de los chismes que le llegan»

El libro da cuenta de la importancia de Manuel Chaves Nogales en el surgimiento de un nuevo periodismo en España. ¿Le sorprendió que tanto Podemos como los nacionalistas no apoyasen en el Congreso que su figura se estudie en los colegios?

De Podemos y los nacionalistas puede esperarse cualquier cosa. Por lo general, son gente inculta o, como mucho, semiculta, y sus decisiones no están marcadas por el conocimiento o la razón, sino por la envidia y el odio a la libertad, ya de opinión, ya de información. Y Chaves se definía como pequeñoburgués liberal, no lo olvidemos.

El periodista Pepe Albert de Paco señaló en un artículo sobre su libro que la inmensa mayoría de los que escriben hoy en periódicos se procuran el sustento en otro gremio. ¿Cómo remediar ese mal endémico del oficio?

No veo otra solución que volviendo a hacer del periodismo escrito­ un negocio, lo que requiere que las empresas, a la hora de invertir en publicidad, vuelvan a apostar por esa modalidad de periodismo. Y sólo apostarán si se convencen de que los periódicos, de papel o digitales, cuentan con un público lector suficiente al que pueden interesar sus productos. Como ocurría todavía, por cierto, hace tan solo quince años.

«Quiero creer que el cierre del periodismo no puede llegar, pues sería también el cierre de lo que entendemos por democracia»

La Generalitat retiró la acreditación del periodista de e-notícies Xavier Rius, por preguntar en Palau sobre las bromas machistas e hispanófobas de unos humoristas de TV3 que, paradójicamente, no merecieron sanción alguna. ¿En qué medida el nacionalismo representa un hándicap para el ejercicio del periodismo?

En la medida en que puede serlo cualquier forma de totalitarismo. Y el nacionalismo lo es, aunque haya alcanzado el poder por vías democráticas.

En el último capítulo, dedicado a las redes, se pregunta si la edad del periodismo en la que nos encontramos será la del cierre.

Existen muchos factores que no invitan al optimismo, algunos de los cuales ya he apuntado antes: la dificultad creciente de distinguir la información de la opinión; la velocidad de propagación de un bulo y la impunidad con que se manejan sus autores; la presión que ejercen las instituciones, en especial los gobiernos, sobre los profesionales de la información, ya sea por vía directa, ya a través de las subvenciones otorgadas a las empresas de comunicación donde trabajan; la precariedad laboral y los bajos salarios, que limitan, quieras que no, la libertad del periodista, etc. Aun así, quiero creer que este cierre no puede llegar, pues sería también el cierre de lo que entendemos por democracia.

Óscar Benítez
Óscar Benítez
Periodista de El Liberal. Antes, fui redactor de Crónica Global y La Razón; y guionista de El Intermedio.

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