Triste despedida de año para los hombres de Fe. Decía Benedicto XVI que «España es una gran Nación que, en una convivencia sanamente abierta, plural y respetuosa, sabe y puede progresar sin renunciar a su alma profundamente religiosa y católica». Fue uno de los numerosos mensajes que lanzó durante su pontificado y que demostraba la cercanía y el cariño que tenía a España, una tierra que no se entiende sin sus raíces cristianas.
Hoy 31 de diciembre nos ha dejado un hombre bueno, un hombre santo. No se ha cansado de reivindicar la fe en estos años, en un mundo que parece haberse olvidado de Dios o que incluso algunos hagan creer que puede llegar a ser incompatible el ser católico en la vida pública. Pero él nos ha animado en estos años a no pensar así: «Nos hemos de liberar de la falsa idea de que la fe ya no tiene nada que decir a los hombres de hoy» y hacer una búsqueda incansable del sentido de la verdad y de la justicia: «La verdad no se determina mediante un voto de la mayoría».
«Nos ha dejado un hombre bueno, un hombre santo»
A defender sin complejos los principios que nos han hecho fuertes como hombres, como sociedad, como nación y a criticar el relativismo, el pragmatismo o lo que es lo mismo en términos coloquiales, el «todo vale».
El Santo Padre decía que «Cuando el relativismo moral se absolutiza en nombre de la tolerancia, los derechos básicos se relativizan y se abre la puerta al totalitarismo»Y lo estamos viendo especialmente con todas las políticas relacionadas con la ideología de género y con la dictadura de lo políticamente correcto.
También destacó el papel fundamental de los jóvenes en la construcción de una sociedad más justa: «Rezo por los jóvenes de España. Estoy convencido de que, animados por la fe en Cristo, aportarán lo mejor de sí mismos, para que este gran País afronte los desafíos de la hora presente y continúe avanzando por los caminos de la concordia, la solidaridad, la justicia y la libertad».
Son muchas las enseñanzas que nos ha dejado el Papa sabio, que ha luchado incansablemente por preservar las raíces cristianas en un mundo en el que otra vez vuelve a molestar la palabra cristiano.