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Triste adiós a Ciudadanos

Inés Arrimadas ha enterrado el partido tras decidir no concurrir a las generales de julio.

Sucedió tal y como vaticinaban la mayoría de las encuestas previas a los comicios autonómicos y municipales celebrados el pasado 28 de mayo (28-M). Ciudadanos había venido perdiendo apoyo electoral desde otro 28, el de abril de 2019 (28-A), dichoso día en que la formación naranja se convirtió por obra y gracia del auge del movimiento independentista en Cataluña en la tercera y decisiva fuerza política del Estado, logrando 15,9 % de los votos y 57 escaños en el Congreso, un éxito que parecía ratificar haber logrado nada menos que 25,4 % de los votos, ser el partido más votado, y 36 diputados en las elecciones autonómicas celebradas en Cataluña en diciembre de 2017, exactamente dos meses después del golpe de Estado protagonizado por Puigdemont y Junqueras (ERC) entre septiembre y octubre. El ascenso de Ciudadanos fue lento y con altibajos, su caída ha sido rápida y sin pausas.  

El 12 de noviembre de 2019, un día después de las elecciones que dieron paso al gobierno Sánchez-Iglesias, publiqué en el diario Expansión un artículo titulado “La caída del ‘niño’” en el que analizaba la situación de Ciudadanos tras la dimisión de Rivera por los malos resultados obtenidos en las elecciones celebradas dos días antes. Fue el comienzo del final. No puedo resistirme a reproducir aquí lo que dije aquel día sobre la suerte de Ciudadanos:

El intento de Ciudadanos por seguir en la brecha acabó, como anticipaba en mi artículo en un rotundo fracaso

“Miremos a los aspectos positivos del desaguisado. El desplome de Ciudadanos podría propiciar la remodelación del espacio de centro derecha y favorecer la deseable y huidiza estabilidad política. Desconozco si quienes tomen las riendas de Ciudadanos pretenderán reconducir la situación y recuperar los días dichosos, pero estimo sería ésta una empresa destinada al fracaso. Si verdaderamente se sienten confortables con su definición como partido liberal progresista, la dirección de Ciudadanos debería entablar lo antes posible un diálogo discreto con la dirección del Partido Popular (PP) para sumar fuerzas y reforzar el espacio de centroderecha en toda España. Y el PP debería ser más generoso en esta ocasión de lo que fue Díez con Ciudadanos. Un PP reforzado por la absorción de los cuadros de Ciudadanos junto a VOX podrían actuar como el contrapunto ideológico al tándem PSOE-PSC junto a Podemos.”

Como es normal, ni unos ni otros siguieron mi consejo y si bien el PP logró salvar los muebles de la riada, recomponerse y volver a presentarse como alternativa creíble de gobierno, el intento de Ciudadanos por seguir en la brecha acabó, como anticipaba en mi artículo, en un rotundo fracaso.

Me fui a casa con la sensación amarga de que el partido quedaba en manos de oportunistas

Mi relación como militante de Ciudadanos se circunscribe a un corto período de tiempo comprendido entre marzo de 2006, cuando me inscribí en la agrupación de Ciudadanos en Sant Cugat del Vallés, y agosto de 2007 en que me di de baja del partido. Para mi sorpresa, se me encargó coordinar la redacción del primer Ideario del partido en la primavera de 2006, y en el primer día del congreso constituyente celebrado en Bellaterra en junio defendí con éxito el texto de la ponencia que apostaba por crear un partido con vocación nacional, firme defensor del pacto constitucional de 1978, en tanto que garante de las libertades y derechos de ciudadanos libres e iguales, y situaba ideológicamente al partido en la confluencia de dos tradiciones ilustradas, el liberalismo progresista y la socialdemocracia, sin decantarse por ninguna de ellas. Y he de decir que lo hice con el apoyo casi unánime del centenar de delegados que debatió las enmiendas, ganando la partida a quienes, con malas artes y peores formas, intentaron encuadrar el partido en el espectro de la ‘izquierda no nacionalista’.

Pese al éxito personal logrado aquel día frente a algunos pesos pesados diestros en manejar los hilos desde la sombra -pasé en unas horas de ser un completo desconocido a ser la persona más votada para formar parte del Consejo, el máximo órgano del partido-, me fui a casa con la sensación amarga de que el partido quedaba en manos de oportunistas, más interesados en promocionarse personalmente en Cataluña que en regenerar la política nacional. Un año después se convocó el primer congreso y pese a que los delegados rechazamos el informe de gestión de la dirección del partido presidido por Rivera, quienes ya lo habían intentado en el congreso constituyente volvieron a presentar un ideario alternativo para encuadrar a la formación en el centro izquierda… y, esta vez sí, lo lograron. Las flagrantes irregularidades detectadas en la última y decisiva votación para elegir la nueva dirección -que obligó a recontar al día siguiente las papeletas que habían quedado bajo custodia de la dirección saliente-, Rivera se atribuyó inmediatamente la victoria y atendió a los medios dándose por ganador del Congreso. Fueron las gotas que colmaron el vaso y abandoné el partido decepcionado en agosto de 2007.

Consideré importante que Ciudadanos no desapareciera en aquel momento de Cataluña porque la amenaza del soberanismo había tomado cuerpo

No obstante, volví a votar a Ciudadanos en las elecciones autonómicas de 2010, cuando los de Rivera consiguieron a duras penas revalidar los tres diputados logrados en noviembre de 2006. Consideré importante que Ciudadanos no desapareciera en aquel momento en Cataluña, porque la amenaza del soberanismo había tomado cuerpo en las instituciones de autogobierno tras aprobarse el nuevo Estatuto de Cataluña que, en palabras del presidente Maragall (PSC), había dejado al Estado en una posición “prácticamente residual” en Cataluña, y a ésta en condiciones de “hacer lo que quiera en este momento”. Los gobiernos encabezados por el PSC y ERC entre 2003 y 2010 convirtieron la lengua en un caballo ideológico, más incluso de lo que ya lo había hecho CDC, enfrentándose incluso al gobierno de Zapatero a cuenta de los decretos de enseñanzas mínimas aprobados por la ministra Cabrera a finales de 2006 y comienzos de 2007, por los que se establecía la obligatoriedad de impartir una tercera hora en castellano en la escuela ‘catalana’-

El ambiente se iba tensando durante esos años y el 13 de septiembre de 2009 se dio el pistoletazo de salida en Arenys de Munt a las oleadas de consultas independentistas que culminaron el 10 de abril de 2011 con la celebración de la consulta en Barcelona, en la que sin ningún pudor votaron expresidente Pujol y el entonces presidente de la Generalidad Artur Mas. Ya lo había dicho Maragall: Cataluña puede hacer lo que quiera en este momento y ni los Gobiernos de Zapatero y Rajoy hicieron nada para impedir las consultas y que en ellas votara incluso el máximo representante del Estado en Cataluña. Oficialmente, las consultas las organizaban asociaciones civiles y voluntarios, Ómnium Cultural en el caso de la consulta de Barcelona, pero todo el mundo con cierta experiencia sabe que incluso la manifestación más modesta requiere contar con recursos para financiarla y  operaciones de esta envergadura solo podían acometerse gracias al apoyo de  apoyo de los partidos independentistas y los Ayuntamientos donde se celebraban.

En una decisión incomprensible para sus votantes decidió a comienzos de 2019 seguir los pasos de Rivera y trasladarse a Madrid

A medida que el proceso independentista iba avanzando, Ciudadanos iba ampliando su base electoral en Cataluña. En las elecciones autonómicas de 2012 convocadas intempestivamente por Mas, pasó de 3 a 9 diputados, y el PP pagó muy caros los devaneos de Sánchez-Camacho con Mas entre 2010 y 2012. Ya en las elecciones de 2015, tras realizase la primera consulta independentista organizada por el gobierno de la Generalidad presidido por Mas el 14 de noviembre de 2014, fueron 25 los escaños logrados. Rivera consideró que era el momento de dar el salto a la política nacional y en las elecciones generales de 2015 irrumpió en el Congreso logrando 3,5 millones de votos y 32 escaños. Arrimadas quedó a cargo de gestionar el partido en Barcelona y en las elecciones que se celebraron dos meses después de que Puigdemont y Junqueras, presidente y vicepresidente de la Generalidad, respectivamente, declararan la independencia de Cataluña el 27 de octubre de 2017, su formación resultó ser el partido más votado y logró 36 diputados en el Parlamento de Cataluña.

Arrimadas ni siquiera intentó la investidura en el Parlamento de Cataluña y en una decisión incomprensible para sus votantes, decidió a comienzos de 2019 seguir los pasos de Rivera y trasladarse a Madrid, dejando la administración del enorme capital acumulado en Cataluña en manos de Carrizosa. Y si bien el partido logró su mejor resultado en las elecciones generales celebradas el 28 de abril de 2019, su negativa a pactar con Sánchez un gobierno de coalición, obligó a repetir las elecciones y el partido sufrió el 11 de noviembre un castigo escandaloso, pasando de 57 a 10 escaños y perdiendo cerca de 2,5 millones de votos. Algunos han achacado esta primera debacle de Ciudadanos a la pérdida de credibilidad que supuso negarse a pactar con Sánchez, habida cuenta de que ya en 2015 ambos habían cerrado un acuerdo para investir a Sánchez presidente. 

Resultaba sencillamente indecoroso gobernar con Sánchez tras haber votado en contra de la moción de censura que este había ganado a Rajoy

Nadie sabe cuáles fueron las razones o corazonadas que finalmente decantaron a Ciudadanos a rechazar el pacto con Sánchez tras las elecciones de abril de 2019, aunque contrariamente a lo que se ha dicho la valoro como una de las decisiones más coherentes adoptadas por Rivera en los 13 años que estuvo al frente de Ciudadanos: resultaba sencillamente indecoroso gobernar con Sánchez tras haber votado en contra de la moción de censura que este había ganado a Rajoy el 1 de junio de 2018. Lo cierto es que los votantes no lo entendieron así y en lugar de reconocer que pactar con Sánchez en 2015 no era lo mismo que pacta en 2019, tras la moción de censura, decidieron abandonarlo en las urnas. Rivera aceptó el veredicto y se marchó. Arrimadas decidió seguir adelante mientras el partido se desangraba.

Ciudadanos nació en Cataluña en respuesta al nuevo Estatuto aprobado en el Parlamento el 30 de septiembre de 2005, sin que existiera demanda alguna de los catalanes para reformar el Estatuto de 1979, y ratificado por los ciudadanos en el referéndum celebrado el 18 de junio de 2006. Impulsado y articulado por el gobierno tripartito integrado por PSC, ERC e ICV-EUA, contó también con el apoyo de la CDC de Pujol y Mas, que consideraron el nuevo marco autonómico el primer salto hacia la independencia. Sin duda, constituyó la primera quiebra seria al orden constitucional acordado entre todas las fuerzas del espectro político en la Transición y buena prueba de ello es que tanto el Congreso como el Tribunal Constitucional tuvieron que emplearse a fondo para encajarlo en la Constitución de 1978. Pero la semilla del mal ya estaba sembrada y el proceso independentista vio en la nueva situación la gran oportunidad para lanzar un órdago al Estado.

Ciudadanos está hoy al borde de la desaparición pero las fuerzas independentistas que impulsaron aquel Estatuto están mucho más fuertes que en 2005

Ciudadanos está hoy al borde de la desaparición, pero las fuerzas independentistas que impulsaron aquel Estatuto, -algunas como CDC, rebautizada como PDeCAT y Junts per Catalunya para alejar la sombra de la corrupción-, aunque divididas están mucho más fuertes que en 2005: controlan el Gobierno de la Generalidad, el Parlamento de Cataluña, la mayoría de los Ayuntamientos y Diputaciones, cámaras de comercio, rectorados, asociaciones cívicas, etc.. Y sobre todo cuenta con la fuente inagotable de recursos que constituyen los presupuestos de la Generalidad y hasta el Fondo de Liquidez Autonómica del Estado. A nadie ocultan estos partidos su intención de volver a intentarlo en cuanto la situación sea propicia. Ciudadanos fue un partido indispensable en 2005 y su desfondamiento en 2023 constituye un motivo de enorme preocupación para todos los catalanes constitucionalistas que sobrevivimos como podemos en un entorno hostil, donde las instituciones, controladas por los partidos independentistas, les impiden ejercer con normalidad algunos de sus derechos constitucionales básicos. La proliferación de partidos constitucionalistas (Ciudadanos, PP, VOX y otras formaciones nuevas como Valents) poco van a poder hacer para remediarlo a menos que den pasos para dejar a un lado las diferencias y unificar objetivos y fuerzas. 

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