No soy contrario a las vacunas pero es evidente la opacidad con que se ha mantenido todo lo referente a las contraindicaciones de las vacunas contra el COVID–19 y sobre el propio origen de la enfermedad. Tampoco conocemos la eficacia real de estas vacunas, comparando lo que ha pasado en países con vacunaciones masivas o sin ellas, ni cuantas personas mayores murieron de COVID o con COVID. No hay mejor propagador de ‘ bulos‘ que la falta de transparencia. La justificación, los políticos entraron en pánico, no es de recibo. Los ciudadanos no somo imbéciles. Igual que tomamos medicamentos con una lista infinita de contraindicaciones, las personas informadas saben distinguir los riesgos asumibles de los que no lo son. El paternalismo del Estado, que demasiadas veces oculta intereses inconfesables, no es de recibo.
El tema vuelve a la palestra por la decisión del FBI de investigar el probable origen de la enfermedad en un laboratorio de la ciudad china de Wuhan, con el sospechoso indulto preventivo del doctor Fauci y sus colaboradores y con las revelaciones de Zuckerberg sobre la censura de la administración Biden sobre las redes sociales en todo lo referente a los efectos secundarios de de dichas vacunas. Si a ello unimos el descargo de responsabilidad de las farmacéuticas sobre los gobiernos mundiales en todo lo referente a indemnizaciones por efectos adversos o no deseados de las vacunas y la prohibición de la vacuna de Astrazeneca, tenemos un cuadro completo de interrogantes que exige transparencia. No es de recibo que las farmacéuticas, enriquecidas con las vacunas, se libren de pagar indemnizaciones y que estas las sufraguemos todos con nuestros impuestos.
El paternalismo del Estado, que demasiadas veces oculta intereses inconfesables, no es de recibo
Con las vacunas contra el COVID-19 se ha abusado de la descalificación ad hominem. La más mínima pregunta, la mínima duda, ha comportado que el autor haya sido calificado de negacionista. No me extrañan los virulentos ataques a las redes sociales. Se ha roto el monopolio de la información, el silencio cómplice de los medios convencionales o las verdades oficiales no evitan la difusión en redes de otras informaciones, y, no cabe negarlo, de otras desinformaciones, pero permite a los ciudadanos valorar por si mismos en que creer.
La ofensiva contra las redes sociales es muy fuerte. Gobiernos y medios convencionales han forjado una alianza para tratar de acabar con ellas, o al menos, para establecer una férrea censura. Espero que no tengan éxito.