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La ‘normalidad’ social en Cataluña

La decadencia se ha instalado y la historia enseña que los procesos marcados por esa tendencia son difícilmente reversibles

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.
El presidente Sánchez reunido con el primer ministro Keir Starmer / X.

Por estos días, y no será por el apagón, sino una mera coincidencia, han aparecido diferentes artículos sobre la falacia de que la política de concesiones al independentismo que sigue el Gobierno o, simplemente, el Sr. Sánchez, ha contribuido poderosamente a normalizar la vida en Cataluña. No voy a reiterar reflexiones tan certeras como, por ejemplo, las de Fernando Savater (The Objetive  1 de mayo), y me limitaré a añadir alguna otra, fruto de la experiencia de haber nacido y vivir en Cataluña y no ser nacionalista, y, tal vez, tener otra idea de lo que es “normal”.  Por ejemplo, el independentismo ha corrido a denunciar que si la generación de energía dependiera exclusivamente de Cataluña no hubiera habido apagón en ese territorio. Esa es una reacción “normal”, en la que no me detendré.

La normalidad es pura ficción. Por orden de inmediatez podría comenzar por el gravísimo suceso acontecido en la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), impidiendo un acto organizado por S’ha acabat, un pacífico colectivo de universitarios, constitucionalista y anti independentista, recurriendo a la amenaza y exigiendo que el grupo fuera expulsado de la UAB. Del tema trata Savater, y a lo que él señala quiero añadir que el sabotaje a todo tipo de actividad que no sea simpática al independentismo (y esas son todas las que no estén orientadas al fomento del secesionismo) es una tradición de la UAB, que ha podido cristalizar y arraigarse gracias, entre otras cosas, a la pasividad de las autoridades académicas, que nada han hecho, ni antes ni ahora, para evitar esos brutales atropellos. Tal vez desconocen que los mentados sabotajes, que incluyen amenazas e intimidaciones dirigidas a impedir el ejercicio de derechos constitucionales, son constitutivos de delitos, y que los responsables académicos tienen el deber de impedir o denunciar, y al no hacerlo pueden, a su vez, incurrir en delitos, conforme a lo dispuesto en los artículos 408 y 450 del Código penal. Pero como en tantas otras cosas que acontecen en la órbita del independentismo, la Constitución y el Código penal parecen tener suspendida su vigencia en Cataluña. 

La Constitución y el Código Penal parecen tener suspendida su vigencia en Cataluña

Tampoco quedan en posición digna los muchos profesores que sabedores de un plan de sabotaje prefieren mirar para otro lado, con lo cual a los muchos defectos que tiene la Universidad actual se puede añadir otro: la desaparición de la conciencia de lo que el mundo universitario ha de ser para la cultura y la libertad, que, según el viejo lema, lo traspasa todo con su luz (libertas perfundet omnia luce). Pero eso pertenece a la historia.

Mientras tanto, prosigue la feliz gobernación – tomo prestada la etiqueta acuñada por el gran Miguel Espinosa – del Sr. Sánchez, orientada a su perpetuación en el poder con la colaboración del independentismo más nocivo para Cataluña, al que mima en todos los desvaríos políticos y jurídicos que se tercien, y la relación es tan larga que solo cabe ofrecer una selección de dislates: 

Cada día está más cerca la inclusión de Cataluña en el régimen del cupo

Se le deja a Cataluña el control de las fronteras y de la inmigración, lo cual posibilitará, en contra de la Constitución, la instalación de los adecuados filtros, especialmente idiomáticos, para controlar rigurosamente qué clase de personas pretende residir en Cataluña. Está por ver cómo se implanta y desarrolla todo eso, que, por supuesto, el independentismo valora como el justo reconocimiento de fronteras propias, pues eso es lo que exige el secesionismo más supremacista y xenófobo. Tal vez no llegue a nada, pero para la mayoría que discrepa de todo ese discurso resulta un trágala excesivo solo para satisfacer los intereses coyunturales del PSOE y los agradecidos estómagos que le siguen, así como la brillante “estrategia” de Puigdemont. 

No para ahí el tema, como sabemos. Cada día está más cerca la inclusión de Cataluña en el régimen del cupo, como el País Vasco y Navarra. Mucho se ha escrito sobre ello por auténticos expertos en finanzas públicas, pero nada puede torcer la decisión política de acceder a todo lo que exija el independentismo. Y, en la ruta hacia el cupo, anunciado está el propósito de ceder a Cataluña la totalidad de los impuestos, para que sean gestionados y cobrados por la Generalitat, lo cual garantiza desigualdades en una u otra dirección en relación con el resto de España. Por cierto, en Cataluña es obligatorio el uso del concepto franquista de Estado Español hasta para hablar del tiempo).

En Cataluña es obligatorio el uso del concepto franquista de Estado Español hasta para hablar del tiempo

Las consecuencias que eso vaya a tener para el equilibrio del sistema económico en su dimensión tributaria y los perjuicios que de eso se puedan derivar, comenzando por los que con seguridad llegarán a sufrir los propios catalanes, no preocupan especialmente, pues lo único realmente importante son los catorce votos independentistas (sumando los de Junts y los de ERC ) que necesita el Gobierno para mantenerse, si bien, puestos a especular con fórmulas alternativas, del mismo modo que la Ministra portavoz o portaestandarte del Gobierno considera prescindible la Ley de Presupuestos, no se puede descartar que se defienda la misma idea para cualquiera otra Ley, con lo cual se liquida la actividad parlamentaria (tampoco brilla por su dinamismo). Para lo que queda de legislatura, con unos cuantos Decretos, si se tercia, y sin más riesgo que el improbable de que los independentistas se concierten con el PP para promover una moción de censura, va que chuta.

En la penumbra ha quedado el marcado sesgo ideológico que tiene la enseñanza pública anterior a la Universidad en Cataluña, aunque son conocidos los procesos de acoso y derribo que valientemente se ponen en marcha contra cualquier docente que ose realizar su tarea apartándose de las obligadas directrices identitarias, visibles ya en los libros de texto, y a quien lo dude le sugiero que se haga con uno de Historia, por ejemplo. 

Las empresas que se fueron apenas han regresado y otras ni se plantean instalarse en esta pacífica y provechosa tierra

Las consecuencias están a la vista de todos, pero a quien ose decirlo se le imputa mala fe y mentira. Pero lo cierto es que Cataluña ha entrado en un preocupante proceso de decadencia económica y cultural, amén de una fractura social que, sin ser irreparable, ha de tardar mucho en cerrarse. Las empresas que se fueron apenas han regresado, y otras ni se plantean instalarse en esta pacífica y provechosa tierra.

Y a pesar de que, según las estadísticas, el apoyo a la sedición no es, ni de lejos, mayoritario, la lluvia fina independentista se cuela por todas partes. Puede ser persiguiendo a un funcionario que ha atendido en castellano a una persona, o sancionando a comercios que no rotulen en catalán. Si lo hacen en chino, inglés, italiano o sueco no tiene importancia, pues Cataluña es, como todos sabemos, “muy cosmopolita”. Pero lo del castellano/lengua invasora es otra cosa que merece su propio y diferenciado tratamiento de control. Otro ejemplo, en la misma línea, importantes cadenas de radio nacionales, como la SER (rendida al Gobierno) tienen por norma, en las emisiones para Cataluña, referirse al Gobierno central como” el Gobierno español”, cual si se tratara del Gobierno de otro Estado. Y,  si a alguien no le gusta, que cambie de emisora, aunque sería bueno saber por qué razón no habla de Gobierno “español” cuando emite para Valencia o Andalucía o Galicia, solo por poner ejemplos. 

Es de suponer (o no) que los ideólogos del independentismo saben que su opción rupturista ha fracasado

A pesar de todo,  la decadencia se ha instalado y la historia enseña que los procesos marcados por esa tendencia son difícilmente reversibles. Es de suponer (o no) que los ideólogos del independentismo saben que su opción rupturista ha fracasado y así será, incluso en la improbable eventualidad de repetir otra intentona como la del 1.10-2017. También saben que el mundo ha cambiado muchos en pocos años y es imprescindible estar integrados en Europa a través de la pertenencia a un Estado sólido, y que lo del Estado catalán independiente y miembro de la UE es más inviable que la reconstrucción del Sacro Imperio Romano-Germánico. 

Nada de eso afecta su praxis política, marcada a fuego por el identitarismo y la xenofobia multidireccional, comenzando por España. Aun sabiéndose minoría política, es imprescindible para ellos actuar como si fueran mayoría, pues eso les compensa la frustración principal. En resumen, a más lejanía de la independencia más imposición de una “Cataluña auténtica”, imposición que resulta ser la falsabraga que quiere ocultar un error y un fracaso histórico.

Lo que pasa en Cataluña es una parte de lo que está sucediendo en España

Pero el reparto de diputados combinado con la particular ética del Sr Sánchez y su cuerpo de baile, les ha proporcionado un “instrumento de presión” de indudable fuerza, bastante, por lo menos, para conseguir que la vida en Cataluña sea cualquier cosa menos “normal y próspera”, como sostienen algunos a modo de aplauso al PSOE y a sus sucesivas decisiones políticas, desde la amnistía a lo que pueda venir. Y, en cuanto a eso, todo es imaginable.

No quiero concluir dejando en el aire la impresión de que creo que fuera de Cataluña, o, mejor, en España, todo funciona a pedir de boca gracias a una excelente acción de gobierno dirigida por su timonel. En manera alguna. Lo que pasa en Cataluña es una parte de lo que está sucediendo en España, aunque según el Gobierno, todo lo malo que pueda ocurrir deriva del infortunio o de fuerzas mayores incontrolables, o de la artera intervención de traidores a sueldo de la carcundia. Y el que dude de la causalidad o critique las decisiones es un facha.

Gonzalo Quintero
Gonzalo Quintero
Catedrático de Derecho Penal y Abogado

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